DESEMBARCO DEL REY

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La noticia de que Drogo había sido avistado hizo que Daario, Kinvara e Yvett acudieran a recibirla montados a caballo escoltados por varios jinetes de los Hijos del Dragón. Llegaron hasta Pozo Dragón, donde la majestuosa criatura alada se posó mientras llegaban. Daenerys se bajó de su hijo y todos los presentas hicieron una reverencia mientras ahogaban una mueca de asombro al ver su aspecto.

La Madre de Dragones tenía la armadura, el rostro y sus plateados cabellos cubiertos de sangre seca, sangre que, afortunadamente, no era suya.

– ¿Habéis tenido un buen viaje, mi reina? –bromeó Daario para disimular su preocupación.

Daenerys lo miró con mala cara, pero sonrió.

– Te he echado de menos, Daario –volvió a ponerse seria –. Por favor, decidme que los demás han encontrado algo, que todo esto no haya sido en vano. 

– Encontramos lo que buscábamos mi reina –dijo Yvett cabizbaja –, pero pagamos un alto precio –alzó el rostro y la miró con un brillo en los ojos –. Todos los soldados que nos acompañaron han muerto. La ciudad era un cementerio y los Profundos estaban allí, escondidos, esperándonos. Jon, Sam y yo logramos escapar gracias a vuestros dragones, pero los demás se sacrificaron para que pudiéramos huir.

Daenerys fue hacia ella y la cogió de las manos.

– Esos hombres dieron su vida por la causa –le dijo con tono conciliador –, todos y cada uno serán recordados como héroes –de pronto, se puso más seria al caer en la cuenta – ¿Se ocurrió con Ser Davos? No le has nombrado.

Conteniendo las lágrimas, Yvett le contó lo ocurrido en lo alto del Faro de Antigua.

– Yo estaba dispuesta a sacrificarme y dejar que él se salvara, pero no me lo permitió –dijo Yvett finalizando su relato.

Daenerys sonrió con congoja.

– Davos era un gran hombre. Me hubiera encantado tenerlo a mi servicio. Ojalá su muerte no haya sido para nada –se volvió hacia Daario y Kinvara –. Reunid inmediatamente al Consejo y a los demás.

– No deberíais antes daros un baño, mi reina –dijo Kinvara.

Daenerys negó con la cabeza.

– Los Profundos podrían atacar en cualquier momento. Ya habrá tiempo de bañarse después.

Se dirigió hacia el caballo que habían traído para ella y se subió a él, cosa que imitaron Daario, Kinvara e Yvett en sus respectivos caballos; los soldados que los escoltaban no habían desmontado.

Comenzaron la marcha hacia la Fortaleza Roja por las calles de la ciudad, las cuales estaban ya más tranquilas desde que las fuerzas de Daenerys sofocaran las revueltas y se llevaran provisiones a la ciudad.

– ¿Han atacado de nuevo los Profundos mientras estaba ausente? –preguntó Daenerys.

– No se les ha vuelto a ver por aquí desde que atacaron la ciudad –respondió Daario –. Es como si se hubieran esfumado. Algunos dicen que se han retirado de nuevo a las profundidades de los océanos, pero nosotros no somos tan optimistas.

– Y hacéis bien –continuó la Reina Dragón –. Mientras su Líder siga vivo, los Profundos continuarán siendo una amenaza. El que estén tardando tanto en volver a atacar me hace estar más preocupada.

– No os preocupéis, mi reina –dijo Yvett –. No hemos bajado la guardia y aún estamos preparándonos para un posible ataque. De hecho, hemos empezado a mejorar las defensas de la ciudad.

– ¿Y qué ocurre con la gente de fuera? Desde el aire he visto que el campamento está siendo desmontado.

– En vuestra ausencia, hemos tomado el control de las Tierras de la Corona –dijo Kinvara –y hemos distribuido a la gente por sus castillos, fortalezas y ciudades fortificadas, así estarán más seguros cuando los Profundos vuelvan a atacar.

DAENERYS TARGARYEN: EL REGRESO DE LA REINA DRAGÓNWhere stories live. Discover now