ROCADRAGÓN

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Ya antes de bajar del bote, Jon y Tyrion se encontraron con una serie de miradas acusatorias recibiéndoles. La playa estaba llena de gente que deseaba matarlos y, si no lo habían hecho todavía, era porque Daenerys se lo había ordenado. Antes de partir de Desembarco del Rey, le habían enviado un cuervo solicitando una audiencia y, para su sorpresa, la respuesta que recibieron de ella era afirmativa. Aún quedaba el temor de que aquello fuera un engaño para atraerlos a la isla y así poder matarlos, pero era un riesgo que estaban dispuestos a correr.

Avanzaron lentamente por la playa entre un mar de Inmaculados, Dothraki y unos soldados a los que no habían visto nunca y que portaban el emblema de la Casa Targaryen. Al llegar a las escaleras que subían hasta el castillo fueron recibidos por Gusano Gris y una mujer que vestía una armadura negra asemejada a la de aquellos soldados. Ambos clavaron sus frías miradas en los dos visitantes. Jon se fijó especialmente en Gusano Gris, tenía la misma mirada que tenía cuando le vio por última vez en el puerto de Desembarco del Rey. No había duda de que el líder inmaculado aún quería vengar la muerte de su reina sin importar que esta hubiera vuelto a la vida.

– A ti ya te conocemos –dijo Tyrion fingiendo tranquilidad señalando a Gusano Gris –. Pero tú eres nueva –señaló a la mujer.

– Soy Yvett –dijo la mujer muy seria –, Consejera de Guerra de la reina Daenerys y comandante de sus ejércitos de tierra. 

Tyrion asintió.

– Y supongo que serás quién comanda a esos soldados con el emblema de la Casa Targaryen.

La mujer también asintió.

– Somos los Hijos del Dragón, esclavos liberados por nuestra reina que ahora luchamos para ella como hombres y mujeres libres. A ella le debemos nuestra libertad y estamos dispuestos a morir por ella –se acercó más a él de forma intimidante –. Y a matar por ella también.

– No perdamos más tiempo –intervino Gusano Gris –. La reina os está esperando.

Comenzaron a subir aquellas escaleras que parecían no tener fin. Mientras lo hacían, pudieron ver a Drogon sobrevolando el cielo en compañía de otros dragones más pequeños que él.

– Así que es cierto –dijo Tyrion –. Drogon ha tenido hijos.

Gusano Gris e Yvett ignoraron el comentario, mientras que Jon observó asombrado a aquellos animales surcando el cielo. Recordó que él ya montó uno de ellos en Invernalia. Ahora, tendría suerte si no terminaba abrasado o devorado por uno de ellos. Todavía se preguntaba por qué Drogon no lo mató ese día en el que destruyó el Trono de Hierro, quizá porque sabía que era más cruel para él dejarle vivir con el dolor de haber matado a la mujer que amaba.

Tanto Jon como Tyrion bajaron la mirada y vieron los campos donde se acogía a los ciudadanos que habían sido evacuados de Poniente. La mayoría estaban lejanos y a penas podían verlos, pero si pudieron ver mejor el que estaba más cercano al castillo. Aquella gente no parecían ser refugiados. Las chozas donde vivían tenían pinta ser muy acogedoras y no parecía faltarles comida y agua, ya que Daenerys había hecho traer abundantes provisiones de Essos. Aquella imagen contrastaba mucho con la de toda esa gente que malvivía junto a los muros de Desembarco del Rey esperando una muerte horrible.

Penetraron en el castillo y fueron llevados ante las puertas que daban a la sala del trono, las cuales se abrieron y pudieron entrar en ella mientras Gusano Gris e Yvett se quedaban fuera. Jon sintió un vuelco en el corazón cuando volvió a ver a Daenerys sentada en ese trono. Estaba muy seria y en todo momento miraba al frente, sin bajar en ningún momento la mirada hacia ellos. Estaba tan furiosa con los dos hombres que la habían traicionado que ni siquiera quería mirarlos. 

DAENERYS TARGARYEN: EL REGRESO DE LA REINA DRAGÓNWhere stories live. Discover now