Celos

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Día 8: Celos

•••

     ―Tienes muchas preguntas, ¿no piensas hacerlas? ―Preguntó Liam cuando fue a dejarlo a casa aquella vez. Pasaban de las diez de la noche y el aire frío enrojecía sus pómulos.

     ―Las haré, pero quisiera descubrirte a mí manera ―dijo con una mirada insinuante. Liam apretó su mano y le dio una pequeña sonrisa.

     ―Cómo lo hiciste hasta ahora, supongo.

     ―Es más interesante para ti también, no te hagas. ―Le atrajo hacia sí para darle un ligero beso; no más que un instante para evitar ser vistos.

     Se quedó un momento recargado contra la moto mientras lo veía marchar rumbo al edificio. Habían acordado intentarlo en un pacto sin palabras, y sus ánimos se habían disparado por las nubes a pesar de saber que Liam aún no confiaba del todo en él. Estaba seguro de que en su mente esta etapa inicial de la relación sería otra especie de prueba, y era algo que lo entusiasmaba: iba a atraparle así cómo quería.

     Regresaron a la rutina de antes; se encontraban en la universidad y compartían su tiempo libre dentro y fuera de ella. Poco a poco empezó a grabar en su memoria cosas sobre él: su forma de ser, tan accesible y amable con todos y a la vez tan distante; cómo era capaz de persuadir a cualquiera con un par de sonrisas, sin necesidad de emitir feromonas; y que nunca se dejaba amedrentar en ninguna situación. La mayoría de los omegas temían enfrentarse a algún alfa, pero él iba tan lejos como para interceder en disputas callejeras si algún desalmado de casta superior se atrevía a agredir a alguien.

     ―¿Qué voy a hacer contigo? Si algo te pasa tu hermano me echará la culpa ―le dijo en una de esas ocasiones. Acababan de bajarse del metro y un raspón sangrante destacaba cerca de su barbilla; su novio le había prestado ayuda a una mujer cuando un sujeto comenzó a acosarla en el vagón, y de no ser porque Sherlock se interpuso habría recibido un puñetazo.

     ―Te dije que sé defenderme solo ―contestó, aunque la mirada en sus ojos rojos destilaba culpa―.Vamos a casa, te curaré.

     ―No es nada, no te desgastes. ―Tampoco pretendía hacerlo sentir mal por aquello. Desvió la vista cuando Liam se inclinó sobre él y la yema de su dedo le rozó la mandíbula.

     ―¿Le temes a un poco de alcohol, Sherly?

     ―No sé si pretendes burlarte o tentarme haciendo esa cara.

     ―Ambas opciones son efectivas cuando se trata de ti ―retrocedió sonriendo.

     ―Esta cosa no me impide besarte, así que vuelve aquí.

     No es como si planeara negarse de verdad; le acompañó al departamento en tanto presionaba contra su rostro el pañuelo de papel que le había entregado Liam. Imaginaba que Louis, su hermano menor que sí era un beta, entraría en pánico si notaba en ellos los signos del encontronazo, aunque dudaba que se lo pudiesen ocultar. Todavía le escrutaba con recelo cada vez que iba a visitarlo.

     ―¿Albert? ―dijo de pronto Liam, abiertamente sorprendido, cuando ya iban por el pasillo rumbo a su puerta. Sherlock se detuvo también y miró hacia al fondo; un hombre alto, bien vestido y de cabello castaño, se acercaba entonces hacia ellos. O más bien a Liam, ya que su vista no reparó en él en ningún instante.

     ―Tuve algo de tiempo libre y quise venir a ver cómo estaban ―le explicó al joven tras su saludo y pregunta implícita―. Pero creo que debí avisar antes.

     ―Louis llegará del trabajo en una hora, ¿debes regresar pronto? ―preguntó, tan solícito y sonriente que Sherlock se sintió irritado. Celoso, pero su cerebro bloqueó de inmediato la palabra.

     ―Me temo que sí. ―Solo en ese momento pareció percatarse de su presencia. Le dirigió una rápida ojeada, y su sonrisa afable se le congeló en los labios al notar su aspecto desaliñado después de la pelea en el metro―. ¿Eres... amigo de William?

     Alejó el pañuelo que aún presionaba contra el mentón y le sostuvo la mirada. Notó que era un alfa como él, así que no necesitaba contenerse para causar buena impresión.

     ―Era ―corrigió, extendiéndole la mano―.Ahora estamos saliendo. Soy Sherlock, Sherlock Holmes. ¿Quién se supone que eres tú?

Deseo sin fraganciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora