Deseo sin fragancia

Dominación asertiva

Día 20: Dominación asertiva

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     ―¿Cómo te enteraste de que estaría solo? ―le preguntó Sherlock mientras se estiraba para alcanzar los cigarrillos encima de la cómoda. Se había soltado el cabello y quitado la camisa al fin.

     Apoyándose sobre el codo, William se giró para dedicarle una sonrisilla astuta.

     ―Presentí que ibas a encerrarte en tu cuarto sin ver la luz del día, y digamos que quise intervenir.

     ―Tú no te dejas llevar por simples presentimientos ―le contradijo, señalándole con el encendedor―. Elegiste justamente el momento en que John no estaba en casa. ¿Fue él quien te lo dijo?

     ―Es posible que lo llamara para saber de ti, ya que no contestabas mis mensajes desde ayer. ¿Por qué te molesta?

     ―Le dije claramente que no pensaba meterte en esto ―dijo, y expulsó con molestia el humo que acaba de inhalar.

     William se inclinó sobre él para quitarle el cigarro. Se quedó justo ahí, observando sus ojos oscuros en silencio, hasta que la incomodidad comenzó a manifestarse en sus feromonas.

     ―¿Consideras que soy incapaz de tomar mis propias decisiones? ―Le preguntó con tranquilidad mientras retrocedía. Aunque comprendiera los motivos de su novio para querer protegerlo, le causaba molestia que tomara decisiones por él.

     Así como antes quiso alejarlo a pesar de sus sentimientos, ahora era su turno de demostrarle que se equivocaba.

     ―Claro que no, Liam ―contestó, quitándole con cuidado el tabaco para después aplastarlo contra el cenicero―. No te estoy subestimando por ser omega, si eso es lo que te inclinas a creer. Pero no quería correr riesgos.

     Extendió el brazo para rodear su cintura y acercarle nuevamente. Dejó que lo hiciera, y se subió despacio encima de sus piernas extendidas. Así como él, estaba solo en ropa interior ahora. Su suéter, con el cuello rasgado en el lado derecho, yacía sobre la almohada.

     ―Te dije que sé defenderme, ¿recuerdas? Nadie me obliga a hacer algo que no quiero hacer.

     ―Preferiría evitar esos escenarios ―repuso, entornando los ojos y presionando el índice contra los labios de William―. Ni esperes que se me olvide lo que casi te pasó durante tu juego de las citas rápidas.

     ―Tampoco yo. Fue interesante verte gruñir como un verdadero alfa.

     ―Oye, verdadero siempre he sido. ¿Qué te crees? ―Le tomó de los brazos de manera juguetona para después atacar su cuello a besos. ―Debería enseñarte una lección.

     Poniendo especial atención en el centro, Sherlock acarició la marca de la mordedura debajo la capa de cabello rubio que la cubría. Pronto su temperatura comenzó a aumentar de nuevo, como una marea que se deslizaba desde el cuerpo de él hacia el suyo. Quería sentirlo más, pero antes de olvidarse por completo del tema de la conversación y de lo que pensaba informarle, presionó las manos contra su pecho y le empujó de regreso hacia la cama.

     ―Dentro de poco será mi turno ―le hizo saber, sin necesidad de ser más específico―. Entonces quiero que estés junto a mí, y esta vez sin limitaciones.

     La sorpresa se diluyó rápidamente de los rasgos de su amante; se transformó en euforia.