Prendas con aroma

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Día 25: Prendas con aroma

¡Feliz navidad! Tal vez sea corto, pero acá está el capítulo de hoy.

•••

     Se sacudió contra las sábanas; el tratamiento dulce pero implacable que le daba la boca de Sherlock lo hizo ahogarse en un inmenso placer. Eyaculó y el fuego asfixiante, en lugar de abandonarlo, subió nuevamente y se concentró en su pecho. Aún no era suficiente, necesitaba más, necesitaba...

     Al mover la cabeza hacia un lado, su vista reparó en la pila de ropa que Sherlock había dejado junto a él. Su cuerpo se movió al instante; mientras su novio se retiraba limpiándose los labios y el mentón con el dorso de la mano, William hundió el rostro sobre las prendas, en un acto del que más tarde se avergonzaría.

     Tal vez su nido estuviera repleto de cosas suyas, pero llevaban ahí días. El aroma en ellas era ahora mucho más tenue en comparación con las que acababa de quitarse y que aún conservaban su calor.

     ―Eh, no necesitas eso cuando yo estoy aquí ―le llamó enseguida, aunque su tono denotaba diversión. Clavó las rodillas sobre la cama e inclinó el rostro sobre su cuello hasta que sus cabellos negros le rozaron―. ¿No prefieres que continuemos?

     William, que estaba encogido en posición fetal en tanto se aferraba a su camiseta arrugada, se removió con un gemido.

     ―... Creí que ya te había dicho que no necesitarías contenerte esta vez ―dijo con voz jadeante, elevando los ojos en su dirección―. ¿Por qué te dudas ahora?

     ―Vaya, me descubriste ―admitió con un suspiro tras un momento de vacilación―. Debo coincidir contigo en que las feromonas son una molestia. No hay nada que pueda ocultarte.

    Lentamente se recostó y posó brazo sobre su cintura. Apegó su cuerpo al suyo hasta que su erección, todavía debajo del bóxer, se friccionó contra su retaguardia.

     ―Lo sabría incluso sin ellas porque te conozco, Sherly ―dijo, alargando su apodo―. ¿Quieres que también use mi boca?

     ―No te digo que no me gustaría..., pero creo que te derrumbarás a poco de empezar con ello. ¡Oye! Deja de tentarme así antes de que saque los condones, ¿quieres? ―exclamó por último. William había empezado a empujar el trasero hacia atrás, tanto para molestarle como para estimularse así mismo.

     ―¿Quién es el que está a punto de derrumbarse en realidad? Debes estar sufriendo, voy a librarte de esta cosa. ―Acto seguido, deslizó la mano hasta alcanzar su cadera, sin voltearse, y tiró de la tela hacia abajo. 

Deseo sin fraganciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora