Supresor

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Día 12: Supresor

Corregiré más tarde los errores que haya.

 •••

     ―Dijiste que temías llenar mi cuarto de objeto inútiles, ¿pero esa era tu intención, verdad? ―se vio obligado a preguntar, en vista del desorden que reinaba ahora dentro de la habitación. Había artefactos y prendas esparcidas sobre su cama, piso y escritorio.

     Sherlock levantó la mirada hacia él, rascándose la mejilla y sonriendo a medias. Estaba sentado en el suelo sosteniendo un frasco pintado que, según le comentó, solía servirle a modo de cenicero.

     ―Ordenaré antes de irme, Liam. No soy tan irresponsable como piensas.

     ―Por supuesto. Y supongo que tu compañero de piso tampoco vive quejándose de ello.

     ―John es un exagerado ―dijo, y buscó a tientas la caja de cigarros en el bolsillo de sus pantalones. Al darse cuenta de donde estaba, se detuvo y le miró―. Supongo que no querrás que fume aquí dentro.

     Suspirando, negó con un gesto.

     ―Vamos a la ventana.

     Le condujo hacia el diminuto balcón tras las cortinas de su dormitorio. Mientras Sherlock aspiraba con satisfacción, un dolor de cabeza comenzó a estallar entre sus sienes. No se debía precisamente al humo del tabaco.

     —¿Te duele la cabeza? —inquirió Sherlock después de unos minutos, ante lo que alzó la ceja con curiosidad.

     —Supongo que no lo dices solo por mis feromonas.

     —Es porque estoy observándote. —Esbozó una sonrisa que William calificó de coqueta—. Has estado teniendo muchas jaquecas últimamente, ¿seguro que estás bien?

     —Lo estoy, es solo un efecto secundario de algunos medicamentos —dijo, posando una mano en el borde de metal—. Pasará pronto.

     Poco convencido, Sherlock acarició su mejilla con el dorso de la mano libre.

     ―Te estarás refiriendo a los supresores. Sé que pueden causar varios malestares.

     ―¿También lo viste en tus clases de química? ―se burló al tiempo que inclinaba la cabeza hacia su toque.

     ―Lo investigué por mi cuenta al empezar a salir contigo.

     Parpadeó, sintiéndose sorprendido por él una vez más. Lo cierto es que se debían a que redujo las dosis y dejó de tomar inhibidores por algunas semanas; no pasaría mucho antes de que su cuerpo consiguiera estabilizarse de nuevo. Había estado evitando mencionar los pormenores de su decisión de ser marcado porque no quería que Sherlock que se sintiera culpable, pero no sería raro que él ya hubiese descubierto todo.

     ―¿Por qué no descansas un rato? Yo recogeré la habitación por ti ―le propuso cuando William permaneció callado. La colilla de su cigarro estaba extinta sobre la baranda.

     ―Será una lástima dormirme y perdérmelo ―aceptó con una semisonrisa, y se permitió apoyar la cabeza en su hombro. Dejó que le llevara hacia su nido rodeado por su aroma. 

Deseo sin fraganciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora