Día 26: Anidados
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―Si vas a jugar así, no creas que yo no puedo hacerlo ―gruñó Sherlock cuando William comenzó a tirar de sus bóxer y a colar los dedos debajo.
―Estoy ansioso por ver que... ―se mordió el labio, incapaz de terminar la oración. Su amante había presionado su boca contra su marca; lamió entonces la protuberancia dentro de esta y acarició el borde con el filo de los dientes. La sensación le produjo deliciosos escalofríos― ¡Sh-Sherlock!
Contento con la reacción, él continuó estimulándola y después hizo lo mismo con la curva lechosa de su hombro. Mordió suavemente la piel y William sintió que se ahogaba con sus propios suspiros. No era como si pudiese ganar esta competencia en particular, y tampoco pretendía hacerlo. Con haberle hecho olvidar sus vacilaciones tenía más que suficiente.
Era seguro que temería que el incidente en el supermercado le hubiese atemorizado y deprimido, y que debido a ello ya no estaría de ánimo para el sexo, a pesar del periodo. Sin embargo, su deseo no cambió: quería estar con Sherlock, quería compartirlo todo con él y no debido a una imposición de carácter biológico o social. Era la conclusión a la que había llegado durante su relación, y que se reafirmaba al experimentar sus caricias reverentes.
El brazo que le rodeaba la cintura se movió y de repente sus dedos pellizcaban uno de sus pezones. William movió la cabeza, deseando besarle, pero en lugar de darse la vuelta y apresurar el desarrollo de la situación, tal cual su cuerpo lo clamaba, cerró la mano en torno a su pene. Comenzó a deslizarla a través de él tan eficazmente como pudo desde su posición.
La fragancia cítrica era tan penetrante como la calidez que palpitaba bajo sus yemas; y aunada a los gemidos compartidos, sintió que acabaría haciéndole terminar por segunda vez, solo retozando allí.
―¡Mierda! ―gimió Sherlock contra su oreja―. Suficiente, no puedo soportar más esto.
Entonces le soltó y retrocedió sobre el colchón, lo que le hizo quejarse ante el frío repentino que cayó sobre su espalda. Se dio la vuelta para verlo abrir el cajón de la cómoda. Sacó la caja de preservativos y la botella pequeña y transparente de lubricante, aunque William sintió que eso último no sería tan necesario.
―Esto es un lío, ¿por qué no hacen envases más fáciles de abrir? No me sorprende que otros se rindan ―refunfuñó mientras luchaba con una de sus esquinas.
―Oh, Sherly, ¿tocas el violín pero no eres capaz de abrir una simple caja de preservativos? La frustración te está ganando ―rio, extendiendo el brazo hacia él, pero no se la entregó.
Entonces logró romperla por el reverso. Sacó un par y le dijo, con una sonrisa triunfante sobre su rostro acalorado:
―Y ya está. Ya verás lo que puedo hacer con estas manos.
Impaciente, William le agarró por el rostro para besarlo mientras sus ojos febriles suplicaban por él. Sherlock estuvo a punto de caer encima de su cuerpo, pero se las arregló para hacerse espacio entre sus piernas y mantener el equilibrio.
―Eso sí que quiero verlo ―musitó, ahora sin una pizca de sarcasmo.
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Deseo sin fragancia
FanfictionWilliam James Moriarty procura esconder la clase a la que pertenece para evitar la discriminación y llevar una vida normal. Cuando Sherlock, un alfa, lo conoce, no logra identificar qué es lo que tanto le atrae de él. Omegaverse. Universo alterno...