Día 5: Autocontrol
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Había un pequeño anuncio en la fachada de ladrillo del pub-restaurante The Anchor *, junto a la puerta enmarcada en rojo: "Recinto no habilitado para clase omega. Ingreso solo con identificación". Sherlock miró a Liam de reojo mientras se encaminaban a la entrada; tenía la misma expresión serena de cuando se quitó el casco.
Le mostró al guardia su propia identificación y él hizo lo mismo. Subieron los escalones negros hacia el interior; el ambiente era considerablemente más cálido, pero solo había unos cuantos clientes dispersos en las mesas de madera y en la barra.
Liam se le adelantó y se dispuso a sentarse junto a una de las ventanas, al fondo.
―¿Por qué tienes tanta prisa de volver a casa? ¿Te espera alguien? ―inquirió minutos más tarde― Además de que has estado mirando hacia afuera, te limitaste a pedir una taza de té y un sándwich ligero.
Este levantó los ojos con diversión.
―Así es. ¿Decepcionado?
―¿Debería?
―Lo cierto es que no. Se trata de mi hermano ―contestó resuelto―. No se le escapan los detalles, señor...
―Ah, detente. ¿Cuánto más me seguirás llamando así? ―se quejó, al tiempo que sacaba un cigarrillo y lo encendía―. No soy uno de tus alumnos.
―Es lo normal, no nos conocemos lo suficiente y es usted un alfa, ¿acaso no esperan los de su casta que se les trate con distinción? ―Una sonrisilla incitadora levantó las comisuras de sus labios y apoyó la barbilla sobre el puño.
―Eso no me interesa. Tanto me daría ser de una que de otra ―espetó con desdén.
―¿En serio? ―Lucía incrédulo, incluso anonadado. Por unos momentos su expresión fue más transparente que nunca, pero entonces la mesera llegó con sus órdenes y regresó a la normalidad.
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Al salir hacia la noche envuelta en niebla, Liam aceptó su ofrecimiento de llevarlo a casa. No esperaba que lo hiciera; estaba claro que le agradaba su compañía, pero no conseguía adivinar lo que se le cruzaba por la cabeza. No obstante, sí creía saber qué era lo que estaba escondiendo con tanto esmero, pero no pondría a prueba la frágil confianza que le tenía hasta no detectar las señales indicadas.
―Gracias por el viaje, esta vez fue mucho mejor ―dijo al bajarse de la moto frente al edificio. Sherlock se quitó el casco y le imitó, y por una vez no estuvo seguro de si debía hacerlo o simplemente era mejor que se quedara delante del volante.
―¿Solo por el viaje? No creí tener madera de taxista.
―En eso concordamos, pero me divertí ―se rio con suavidad, y ante su rostro radiante no pudo evitar que sus feromonas se escaparan―. ¿Cómo quieres que te agradezca?
Frente a frente, Sherlock sintió que su autocontrol se disolvía. Solo tenía que inclinarse para descubrir a qué sabían sus labios y volver a sentir la calidez que lo embargó cuando le tuvo aferrado a la cintura durante el trayecto. Esta vez él lo rodearía y sería testigo de sus reacciones.
Un ligero efluvio a químicos, casi imperceptible, le despertó de su ensoñación. Retrocedió un paso y se metió las manos en los bolsillos para mantenerlas en su lugar.
―... La próxima vez la invitación corre por tu cuenta ―dijo, y se esforzó por sonar despreocupado―, con eso es suficiente.
Se despidió sin mirarlo a los ojos y se fue. No oyó palabra alguna a sus espaldas.
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El The Anchor de verdad existe, y desde 1615 (!). Está ubicado en el 34 de Park Street justo frente al Támesis, pueden buscar imágenes en internet.
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Deseo sin fragancia
أدب الهواةWilliam James Moriarty procura esconder la clase a la que pertenece para evitar la discriminación y llevar una vida normal. Cuando Sherlock, un alfa, lo conoce, no logra identificar qué es lo que tanto le atrae de él. Omegaverse. Universo alterno...