Gargantilla

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Día 13: Gargantilla

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     Contempló a Liam dormir plácidamente. Por más que luchó por mantenerse despierto, sus ojos se habían cerrado al poco tiempo de recostar la cabeza sobre la almohada. Sherlock sonrió mientras barría unos cuantos mechones rubios de su rostro con el dedo, y entonces se dispuso a cubrirlo con un edredón de lana que había traído con él. Esperaba que su aroma sirviera para disminuir los malestares.

     Empezó a recoger los artículos tirados; Liam había decidido que conservaría algunos, los que distribuyó alrededor del dormitorio de manera minuciosa: algunas prendas las puso entre la ropa de cama junto a algunas propias, debajo la almohada y dentro del ropero. Otros objetos personales, como su encendedor de metal o un violín antiguo que había desechado, reposaban encima de su escritorio y velador. Todo el cuarto sería su nido, aunque Sherlock se dio cuenta de que probablemente siempre fue así; solo en ese lugar podía refugiarse y dejar de simular ser algo que no era.

     Al terminar la tarea y tras también acomodar el interior del bolso, metió la mano dentro de su bolsillo. Tocó la delicada cadena dorada de la gargantilla, el único obsequio verdadero que tenía para él y también el único que no fue capaz de entregarle.

     La había visto en la vitrina de una tienda en una ocasión en que salieron a cenar. Era de oro y contaba con una borla que descendía por la parte trasera del cuello, la que finalizaba en un pequeño y redondo granate. El color de la piedra le recordó al fuego de los ojos de Liam, y acabó por gastar sus últimos ahorros comprándola para él. Sin embargo, era una pieza de joyería diseñada para omegas con el propósito de lucir y enmarcar la cicatriz de unos dientes debajo de la nuca; el tipo de cosa que él jamás querría usar.

     Sintiéndose estúpido, suspiró y se sentó a su lado en la cama. Liam estaba esforzándose por compartir una relación amorosa a pesar de su determinación de no vivir públicamente como un omega, pero Sherlock solo quería liberarlo. Nunca lo rechazaría como lo hicieron sus padres adoptivos. Siempre y cuando este no lo hiciera sufrir, estaba dispuesto a transitar con él a través de cualquier camino que eligiera, lo aprobase o no la sociedad. Así que todo lo que podía hacer era presentarle distintas opciones.

     Besó sus cabellos rubios y después ocultó el colgante debajo de la almohada. 

Deseo sin fraganciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora