2; alejarse

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Regresar a Oaxaca era el único plan que tenía en mente. No podía pensar en nada más. ¿La carrera? No podía pagarla, ni siquiera le interesaba nada de lo que le enseñaban en comunicación. Sólo porque tenía contenido que generar en redes sociales era lo que lo mantenía ahí. No le apasionaba, y solo se había metido para poder ir a la misma escuela que Temo.

Le aterraba regresar allí. Encontrarselo en los pasillos o sólo mirarlo de lejos, tendría que hacer el maldito papeleo para darse de baja. Lo único que quería era largarse, sin dar explicaciones de ningún tipo. Pero ahí estaba. En la universidad, respirando el mismo aire que su ex.

Duró un largo rato la reunión. Agradeció que hubieran los suficientes alumnos como para que no lo reconocieran del todo. Sólo lo trataron como el alumno más que era.

Al salir de allí con sus papeles en mano se topó con Mateo.

Éste día no puede ser peor. Pensó. Bueno, sí podía.

-¡Vaya Aristóteles! Por fin dejaste de ser el niño bueno y te metiste en problemas.

-Déjame en paz - Ari entornó los ojos con molestia, haciendo a la vez una mueca.

Al pasar a su lado choca con su hombro a propósito. Mateo le dice:

-Llevas más de dos minutos separado de Cuauhtémoc, ¡Todo un récord! En la mañana lo vi llegar solo y ahora tú aquí, no me sorprende. Terminarían hartandose el uno del otro por nunca dejarse ni un segundo.

Ari reprime el coraje, las groserías y todo lo que se produce en su interior. Sigue de espaldas a él pero quiere voltear a partirle la cara. Pero después un pensamiento le llega con fuerza a borrar tan rápido como llegó su ira. ¿Y si Temo le dijo algo a Mateo? ¿Él sabía que lo iba a dejar?.

No. Él no. Nunca me haría esto.

¿O sí?

El Temo que le dijo de frente con frialdad y facilidad para dejarlo no lo conocía. Igual y se estaba portando raro desde antes y no lo había notado. Pero tal vez Mateo sí lo había notado. Trabajaban juntos, lo veía igual o más tiempo que él.

¡Ojalá nunca se hubiera encontrado con Mateo!

-¿Es tu silencio una afirmación? - pregunta Mateo sarcástico.

-Pregúntale a él - fue lo único que se le ocurrió responder.

Y bajó las escaleras lo más rápido que pudo.





Estaba enojado. Ni siquiera sabía bien con quién. Si era un odio hacia Mateo o Temo, o ambos. Era una mezcla de ira y tristeza, no sabía reconocerlo.

Diego lo detiene en cuanto lo ve.

-Hey hey hey - lo toca del hombro - ¿Adónde vas tan apurado?

-Me voy de aquí, ya te lo dije ayer.

-¿Estás bien? Te ves pálido.

No, no estoy bien. Mi novio me terminó, Mateo al parecer sabía que iba a pasar antes que yo mismo. Quiso decir.

-¿Tú sabías lo que planeaba hacer él? - Y ahí va de nuevo, el no poder siquiera pronunciar su nombre en voz alta.

-¿De qué hablas?

-Sabes de qué hablo.

-No - responde inseguro - bueno, lo insinuó pero nada más.

-¿Y por qué no me lo dijiste?

-No pensé que realmente lo haría.

Ari se sentía idiota. Le estaban viendo la cara. Se burlaban de él a sus espaldas. Podía imaginarse a Mateo platicar del tema con su hermana o con quién sea que platique.

-¿Sabías que Cuauhtémoc terminará con el provinciano? ¡Todo un giro en la trama! Con el tiempo pasaría esto pero no creí que sería él quien lo haría.

Lo peor es que sentía que sí pudo haber pasado así. Incluso imaginaba la voz de Mateo, tan característica para burlarse de los demás.

Aristóteles deja a Diego. Que le súplica que lo perdone, que no sabía que iba a significar tanto para él.

Quería contarle a su mejor amigo lo que había pasado, porque sólo él lo entendería sin tener que dar muchas explicaciones.

Pero su mejor amigo era Temo. Y lo había perdido.


¿Y ahora qué haría? Thiago le dijo que faltaban seis meses para empezar la gira. ¡Seis meses! Medio año sin tener nada qué hacer. Nada planeado, sólo regresaría a lo que un día fue su casa y estar cerca de su familia.

Polita estaba de acuerdo con él, regresar era la mejor idea que habría poder tenido. Pensaba que le ayudaría estar lejos de la ciudad que le había quitado a su hijo lo que más quería. Un lugar que lo había herido. Sanar estaría en alejarse.



Cuando llegó a su antiguo hogar, su padre lo recibió en el aeropuerto con un abrazo fuerte.

-Me alegra que estén de regreso a su casa. - miró a Arqui y después a Ari - Nunca debiste irte. Tener lejos a tus hijos es doloroso.

Ari le sonrió. Intentando disimular su propio dolor.

-Tu madre me contó lo que pasó - le susurró - lo siento mucho Aristóteles.

-Estaré bien - mintió. Quizá nunca lo estará de nuevo.

Sus padres lo llevaron a comer. También iba Eduardo que ya lo quería y lo contemplaba como parte de su familia.

Al ir a un restaurante recordó lo mucho que estrañaba la comida de Oaxaca, que nada se le comparaba. Ni a la comida ni al lugar. Realmente amaba su hogar, no sabía por qué se había ido en primer lugar.

O bueno, quizá sí lo sabía.

-¿No quieres postre Aris? - le preguntó su papá sacándolo de sus pensamientos que se estaban volviendo negativos.

-No, gracias - y pensó que Temo sabría que él nunca pedía postre.

Su papá asintió. Se veía en su rostro que al igual que su madre, se preguntaban qué había pasado pero les daba miedo preguntar. Porque no querían abrir una herida que recién le habían hecho.

Al salir del restaurante platicaron sobre todo y sobre nada. Pero la conversación llevaba a Aristóteles sin querer.

-¿Por qué no te metes a trabajar en estos meses? Conozco dónde podrían darte algo mi Ari. - le dijo con cariño su padre - dices que en seis meses incian, ¿No?

-Sí, quizá sea una buena idea.

Y lo era. Quería mantenserse ocupado la mayor parte del tiempo. No quería estar encerrado en su casa, con un montón de familia preguntando por qué había regresado. Qué había pasado con su relación y qué hacía en Oaxaca.

No, prefería estar lleno de trabajo, sin dejar entrar el mínimo recuerdo de él.

De noche vienes ; AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora