Aristóteles temía que Temo siguiera con Mateo, era de esperarse.
Él era de relaciones largas, tenía compromiso y se notaba.
Por eso Diego rentaba ahora con Carlota, porque Temo se fue de aquel departamento para vivir en pareja.
Trataba de no pensar en ello porque lo deprimía y le molestaba.
Pero surgían dudas que nunca dijo en voz alta.
¿Cuándo se habrán ido a vivir juntos?
¿Cuánto tiempo llevaban con aquella relación?
Aristóteles se siente pequeño y mareado y entonces en eso, Sebastián le marca.
—¿Cómo te va de regreso en los escenarios? — preguntó él lleno de ilusión.
Aristóteles sonríe. Tenía en su poder al igual que Temo, hacerlo feliz o triste.
—No tan mal — no quería contarle pero a él no le puede ocultar nada — intento sobrellevar todo.
—¿Por qué lo dices? — suena preocupado
—Me encontré con él.
Ni siquiera tiene que decir su nombre para que Sebastián sepa de quién habla.
Hubo un silencio prolongado.
—¿Y qué hace ahí? — dice molesto, terriblemente molesto.
—En realidad no he investigado. Creo que el concierto en realidad era organizado por un partido político y él estuvo detrás de todo desde el principio.
Sebastián no sabe qué sentir. Siente una inminente pelea con él. No quiere que se entere que ya conoce a Temo, que le ocultó que lo buscó. No quiere que se entere. No.
—¿Entonces él te buscó desde el comienzo?
—Sí, así fue.
Sebastián se molesta. ¿Cómo era que aún insistía con querer verlo? ¿No tuvo suficiente con esa vez que lo corrió? No hacía nada bueno por él, su presencia en la vida de Aristóteles era innecesaria.
—¿Quieres que vaya para allá? — se ofrece de pronto — si no puedes soportarlo no tienes por qué presentarte, sólo diles que no. Ya llegarán más oportunidades Ari, no te fuerces a convivir con él.
Aristóteles ya había considerado esa opción pero ¿Huir era lo único que sabía hacer? ¿Nunca iba a enfrentar sus problemas? Algo le decía que se quedara, que no iba a volver a repertirse la ocasión y que, renunciar sería algo patético cuando lo pusieron como artista principal.
—Lo sigo considerando — dice Ari — el abandonarlo pero también el quedarme.
Sebastián no está de acuerdo porque tendría más repercusiones en su amistad con Ari que cualquier otra cosa. Quería que abandonara aquel lugar que sólo les traería problemas a ambos.
—¿Cómo llevas su presencia?
—Lo mejor que puedo.
Sebastián exhala, algo relajado.
Bien, así no se enterará pronto. Pensó. Aún no retoman la confianza, aún no vendrá Aristóteles furioso conmigo por ocultarle la verdad.
Estaban por desayunar, todos, absolutamente todos se reunían para comer en el mismo lugar.
Eso dió a pie que la asistente de Temo le diera el plato de él a Aristóteles.
—Dáselo a Temo, por favor — ella no podía hacerlo porque estaba sirviendo la comida.
—A él no le gusta la cebolla — dice cómo por reflejos.
La asistente lo mira extrañada pero le hace caso, le cambia el plato.
Se acerca, muy a su pesar, con Temo.
Él lo mira sorprendido cuando lo ve llegar y le da las gracias. Le hace un lugar a su lado para que se siente.
—Aún recuerdo que no te gusta la cebolla. — se ríe Aristóteles para quitarle importantancia al asunto.
Temo lo mira sorprendido y también ríe. Cambia de tema para no sobre pensar aquello porque era algo que gritaba intimidad por todas partes. De ese tipo de cosas que sólo recuerdas cuando pasaste demasiado tiempo con alguien.
—¿Cómo está Arqui? — pregunta Temo de pronto.
Aristóteles siente que esa pregunta es demasiado personal, solo pocas personas sabían que tenía un hermano. Entre ellas, Temo y Sebastián pero el segundo nunca lo llegó a conocer bien.
No sabe qué decir.
—Bien. Aunque en realidad tiene mucho que no lo veo. — le dice la verdad y él mismo se extraña.
Le era fácil platicar con él, sentía que no lo iba a juzgar, tenía la misma mirada que a los diecinueve años, de genuino interés por todo lo que le pasara.
—Si, con tanto trabajo nadie puede ver a su familia ¿No? Yo tampoco he visto a mis hermanos y los extraño mucho, por cierto, me dijeron que te vieron en tu cumpleaños.
Aristóteles se sorprende por el comentario, no lo esperaba. Ese cumpleaños que no quería recordar, en donde se sintió tan miserable que no volvió a pasar ningún cumpleaños en su casa después de aquél, por temor a repetir la experiencia.
De ese cumpleaños cuando vió a los hermanos de Temo, donde estaba comenzando su peor momento y no lo sabía.
Tres años ya desde aquella vez.
—Claro, sólo que ya tiene mucho tiempo. Ya ni me acordaba — ríe Aristóteles como si así pudiera borrar el recuerdo amargo — también vi a tu papá.
—Mi papá — intenta recordar algo — si, claro. Me contaron que te vieron y se pusieron muy felices de verte.
No mencionan que ambos se enteraron que estaban ya en una relación con esa reunión.
Aristóteles supo de Mateo por sus hermanos y Temo supo por ellos mismos sobre Sebastián. Sólo que ellos nunca fueron pareja. Pero ambos pensaban en ello, sin decirlo en voz alta.
Cuánto cambiaban las cosas en tan poco tiempo.
—No fuiste esa vez.
—Estabas bien acompañado — dice Temo con un rastro de queja en la voz.
Ahora sí venía la queja.
—Igual que tú.
Temo toma de su vaso y se aclara la garganta.
—Nunca te engañé que quede claro.
—Qué bueno que me des explicaciones, ya lo estaba sospechando. — dijo sarcástico Ari.
—No me reclames por rehacer mi vida.
—No te estoy reclamando nada.
—¿Entonces por qué te molesta tanto Mateo? Ayer vi cómo se miraron, con tanto odio, parece que le tienes rencor.
—Nunca me cayó bien, eso ya lo sabes.
Estaban teniendo por primera vez desde que se habían visto, una conversación real. Todo lo que se querían decir por fin lo expresaron en voz alta.
Entonces llega la asistente de Temo.
—Tenemos que seguir, perdón por interrumpir Temo pero es mi trabajo recordarte tus horarios.
Él asiente, abrumado.
—Te veo luego, Aristóteles.
Empleó de nuevo una amabilidad ajena, rompiendo así cualquier rastro de intimidad entre ambos.
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De noche vienes ; Aristemo
FanfictionAri tenía una rutina, comodidad, un hogar, costumbre, certeza acerca de todo. Y Temo se lo había arrebatado.