17; secretos

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—Siempre quise ser el mejor hijo, el mejor amigo para Temo, después el mejor novio. Quería ser un buen hermano, tenía las expectativas de todo el mundo sobre mí. ¿Y qué si no soy lo que todos esperan? Cuando vi la decepción en el rostro de mi madre… — suspiró — quizás por eso dejé de tomar — hace una mueca.

La psicóloga espera a que continúe.

Que su padre le reclamara algo le resultaba indiferente, cuando tenían una plática resultaba incómoda porque no sabía de qué hablar con él. Porque no conocía a su hijo. Era un constante aprendizaje cuando hablaba con su hijo. Se sorprendía de todos sus gustos, manías y en general de todo suyo. Así que le deba igual que le reclamara algo, porque, no lo conocía. Pero que su madre le reclamara algo, le dijera directamente que estaba decepcionada de él. No podía soportarlo.

—Si no es ella la que mejor me conoce entonces ¿Quién?





Aristóteles pasó dos meses sin hacer nada más que estar acompañado de Sebastián, él iba a trabajar y Aristóteles esperaba a que llegara. Le decían en terapia que no era momento de trabajar de nuevo y él hizo caso. Hasta que pasaron tres meses y él lo discutió con Sebastián.

-La verdad me da miedo que me estoy acostumbrado demasiado a ésta vida. Prefiero volver a trabajar, Seb. Creo que me ayudará a distraerme y ocupar mi tiempo en algo. No me ayuda demasiado estar aquí metido todo el día.

Aunque Sebastián hacía un esfuerzo descomunal para estar con él y llevarlo a todas partes con él sabía que aunque entrara antes para salir temprano de su trabajo seguía siendo lo mismo para Aristóteles. Lo dejaba solo unas siete horas. Incluso cambió de horario, entraba a las 7 am para poder verlo más tiempo durante el día.

Sebastián sabe que no puede tratarlo como un niño y que tenía razón Aristóteles, dejarlo aquí quizá no era la mejor idea.

-¿Y si te metes conmigo? - se le ocurre de pronto - ya dejé el bar pero ahora estoy en un restaurante, sería una buena solución ¿No? Así estaríamos juntos también.

Aristóteles sonríe. Nunca se hartaría de tenerlo cerca.







Aristóteles intentaba, y eso con mucho esfuerzo. Claro que hubo veces que no quería estar sobrio pero se reconfortaba en pensar que el primer mes fue el más difícil. Llevo ya cinco meses, puedo seguir así. Y se lo repetía para no hacer nada de lo que se arrepintiera. Su proceso fue duro y difícil. Él no quería hablar de eso, ni siquiera mencionaba los días que estuvo en rehabilitación, fingía que no había sucedido cuando hablaba con Sebastián.

Se recriminaba que hubiera caído tan bajo. Tal era la vergüenza que prefería no emitir palabra sobre aquello.

Sebastián respetaba ese silencio pero tomaba sus precauciones, no tenía alcohol en su departamento y cuando llevaba a Aristóteles con sus amistades les decía que, por favor, no le ofrecieran ningún tipo de droga, eso incluía el alcohol, ellos no preguntaban y hacían caso. Sabían que Aristóteles era muy importante en su vida. Tanto que, empezó a tomar decisiones por él.

Sebastián logró meter a Aristóteles a su mismo trabajo, no como músico porque él ya ocupaba ese puesto, en cambio Ari era mesero.

-De algo a nada - decía Ari cuando le dijo el puesto que le habían dado. Sabía que se confirmaría con lo que fuera con tal de estar en el mismo trabajo y espacio que él.

Tenían el mismo horario a excepción de los días de descanso. Sebastián descansaba entre semana y Ari usualmente los fines. Eso hizo que Aristóteles nunca se enterara de aquella visita que recibió.

Era lunes, Sebastián estaba preparando la comida para cuando llegara Aristóteles. Apenas eran las doce del mediodía. Estaba entretenido en la cocina cuando oyó que alguien tocó su puerta. Se le hizo raro, era temprano para que fuera Ari.

Seguro es alguien vendiendo algo.

Fue a asomarse de todos modos. Al abrir la puerta se encontró con un chico alto de cabello negro, un poco pálido y con una cara consternada.

Él no se sorprendió al verlo pero Sebastián sí.

-No sé si me dieron bien la dirección - dice él - estaba buscando a Aristóteles Córcega, ¿Vive aquí?

A Sebastián se le hace conocido su rostro, lo recuerda de algún lado pero no logra dar con su nombre y para sacarselo él dice:

-¿Quién lo busca?

-Eh... Cuauhtémoc, Temo - acorta

Y Sebastián logra recordar dónde lo había visto. La primera vez que habló con Ari le dijo que había visto sus fotos con ese mismo chico que tenía enfrente.

De pronto se siente furioso.

-No está - responde Sebastián con un tono distinto, a la defensiva.

-¿A qué hora llega?

-No estará aquí hasta la siguiente semana, salió por trabajo.

Temo frunce el ceño, no puede creerlo pero no dice nada.

-¿Podrías decirle que vine a verlo? Y que estaré unos días en Oaxaca, vine a ver a mi papá, me estoy quedando con él... - se gira, como buscándolo - realmente quiero saber de él.

-Mira, yo estoy cuidando de él. Y lo mejor será que no lo vuelvas a buscar, está mal desde que lo dejaste, ya hiciste suficiente al lastimarlo de ese modo. Apenas se está recuperando de todo, ¿Cómo crees que tomará que lo vuelvas a buscar? Lleva meses sobrio, meses. - recalcó - y no es gracias a ti.

-Lo sé lo sé - Temo parecía estar bajo control pero estaba haciendo esfuerzos descomunales para no romperse a llorar - simplemente quería verlo, me acabo de enterar que estuvo en rehabilitación y... - no pudo dar ningún argumento a su favor

-Él no quiere saber de ti - dijo Sebastián en ese silencio.

-¿De qué hablas? Tú eso no lo sabes.

-Ya no eres parte de su vida, acéptalo de una vez. Yo lo conozco mejor que tú, él me lo dijo.

Temo frunce el ceño, frustrado. No sabe qué más decir, no quiere creerle pero tenía razón. Ya no lo conocía, ya no tenían quince. Recupera su compostura e intenta ser amable.

-Espero puedas decirle que vine, gracias. Debo marcharme, perdón por quitarte tu tiempo.

Sebastián mintió.

Aristóteles nunca le había dicho que no quería ver a Temo. Pero Sebastián había visto qué tanto le había afectado aquella relación que no podría simplemente decirle que lo había venido a buscar. Justo cuando está en recuperación, yendo a terapia, buscando soluciones para mantenerlo ocupado. No, no podía verlo.

-¡Qué día! - oye las llaves de Aristóteles - ¡Hoy hubo más gente que de costumbre!

Se sienta a lado de Sebastián y nota que está tenso.

-¿Qué pasó? Te ves serio.

-No nada - él intenta morderse la lengua para no decir nada, nunca podía decirle que no a él así que mejor empieza a ahogar la situación con palabras - ya sabes lo de siempre, nunca me sale la comida como a ti. Creo que me salió demasiado salada mi pasta.

Él ríe.

-¿Y por eso estás serio?

-¡Si! No te rías, realmente me molesta no darte algo digno de comer cuando llegas cansado del trabajo.

Ari vuelve a sonreír.

Sebastián quería besarlo. Quería que fuera suyo y sólo suyo, supo que al no contarle de Temo fue egoísta, porque sabía que volvería con él si le contaba. Y Sebastián había sido bueno, quería tener una sola vez, la certeza de que Aristóteles no se iría con nadie. Tenerlo sólo para mí. Pensó.





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oigan amistades nunca escribo aquí pero tengo la duda, ¿qué opinan de sebastian? dependiendo de su respuesta y recibimiento a él será como continúe la historia, ojalá me puedan dar su opinión que yo valoro mucho que lean mi historia y por ende su opinión me interesa mucho. 

De noche vienes ; AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora