—Recuerdo que me daba miedo enamorarme de él
—¿Por qué?
—Mi papá era muy estricto, exigía mucho de mí y era de esos papás mexicanos machos que, si les sale "joto" el hijo los corren de la casa. Y eso hizo, fue lo primero que hizo cuando le dije que era gay — Aristóteles se da cuenta que se desvía del tema — cuando nos hicimos amigos pasamos todo el tiempo posible juntos, fue fácil quererlo. Estaba siempre para mí y yo para él, me dijo que había perdido a su mamá y me confiaba muchas cosas. Era cariñoso y yo sólo podía quererlo, estaba tan acostumbrado a los malos tratos de mi familia que el que me tratara bien Temo era una novedad para mí.
—¿No has pensado que te aferraste a él porque lo veías como una salvación próxima? — le pregunta la psicóloga.
—Tal vez, porque no solo era eso para mí. Era mi mejor amigo, me encantaba compartir tantas cosas con él. Teníamos una relación increíble, no sabía que me estaba enamorando de él, no pensaba en ello, me daba terror.
—¿Por qué?
—Por la reacción de mi familia, unos días antes de que Temo me dijera que me quería yo había discutido con mi papá por usar un arete — ríe con amargura — le daba pavor que fuera homosexual. Así que a mí también me daba miedo serlo, de haberme enamorado de mi mejor amigo y perderlo por ello.
—¿Pensabas que ibas a perderlo?
—Sí. Tenía miedo de perderlo porque era demasiado irreal para mí que me quisiera. Que me amara de la misma forma que yo a él. Lo abrazaba todo el tiempo, quería tener contacto físico con él de alguna forma. Me ponía nervioso dormir en la misma habitación que él. Me ruborizaba cuando me sonreía. Nos enamoramos el uno del otro al mismo tiempo.
—¿Alguna vez se lo dijiste?
—No — y sonríe — él siempre lo supo. ¿Por que iba a esperarme tanto tiempo sino? Por eso me dijo lo que sentía, porque estaba completamente seguro de que yo me sentía igual. Y tenía razón. Nos conocimos el uno al otro más que nosotros mismos. Así siempre funcionamos.
—¿Por qué no sientes que merecías que alguien te quisiera?
—No lo sé. Nunca había tenido novia, nadie se había fijado en mí antes. Y qué precisamente él fuera la primera persona en hacerlo — sonríe — fue como un sueño, uno que duró poco tiempo, porque disfruté unos minutos de haber descubierto que me quería, de inmediato pensé en las consecuencias. No quería admitir que sentía más que una amistad por él. Así que me dije a mí mismo que eso nunca sería posible. Que no era gay, que simplemente le tenía un cariño profundo.
—¿Cómo crees que te afectó esconder tus emociones?
—No viví mi adolescencia. Me daba miedo defraudar a mi familia. Desde antes tenían expectativas altísimas en mí que no podía cumplir así que me volví responsable de un día para otro. Tenía quince años y ya trabajaba para pagar mi escuela. Era un niño — Aristóteles se mira las manos
—Tenías responsabilidades que no te correspondían — le dijo la psicóloga.
—Ajá — responde Ari molesto recordando cómo fue esa etapa de su vida — así que no pude equivocarme a mis dieciséis, ni a mis diecisiete porque de pronto estaba metido en una relación demasiado seria con Temo. Nos refugiamos el uno al otro de todo el rechazo que vivimos, en la escuela, con la familia, la religión. Escuchamos tanto el discurso de que no debíamos existir o lo que hacíamos estaba mal. Sentíamos que no había nadie más en el mundo que nos entendiera más que el otro. No bastaba con el apoyo de uno de nuestros padres. Necesitabamos del apoyo de más gente y no lo recibimos, así que nos aferramos al otro hasta los diecinueve años.
—Cuéntame cómo fue vivir con él, ¿Por qué tomaron la decisión de irse a vivir juntos?
—En realidad la tomó él. Yo tenía mi vida entera en Oaxaca y él se iría a la Ciudad de México a estudiar y me dijo si iría con él y dije que sí.
—¿Fue una desición meditada o la tomaste de último momento?
—Ni siquiera lo pensé dos veces — responde al instante, como un reflejo — ahí seguía, después de tres años juntos, la mera idea de perderlo… — a Ari se le humecen los ojos, negó con la cabeza — no podía permitirme perderlo. Y aún así lo perdí.
Comienza un llanto que no puede retrasar ni parar.
—¿Te arrepientes de tu decisión?
—No. Ni siquiera me arrepiento del dolor.
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De noche vienes ; Aristemo
FanfictionAri tenía una rutina, comodidad, un hogar, costumbre, certeza acerca de todo. Y Temo se lo había arrebatado.