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Por primera vez lo entendió. Las palabras que le pronunció Cuando pasó, le calaron en ese momento específico de su vida. Claro que quería lo mejor para él, por eso se fue.

—Me da miedo que te estés perdiendo de experiencias por estar conmigo. No quiero ser un ancla que no te deja avanzar, quiero que sigas tu camino y vivas lo que no experimentaste por estar en ésta relación.

—No me he perdido de nada.

—No lo sabes, porque te quité esos años en los que es cuando descubres quién eres.

—Yo supe quién era para estar contigo

—No me refiero a eso — Temo niega con la cabeza — soy lo único que conoces desde hace cuatro años.

Tenía razón. En todo. Por eso fue que tuvo esa segunda adolescencia como la llamó después, empezó a tener sexo inecesario, casual, clandestino y se negaba rotundamente a tener una relación monógama. Esa nueva adolescencia le hacía honor a su nombre y comenzó a experimentar con todo lo que no. Jugó con su imagen, después con las drogas, el alcohol y él pensaba que era feliz.

Hasta que dejó de ser divertido.

—Esta es tu ultima advertencia Aristóteles. Ya saben que te acuestas con todos aquí, incluso yo lo sé.

—Bueno, "todos" es una exageración. No trabajas con tanto joto como en realidad crees.

Thiago hace una mueca. Odiaba las malas palabras y Aristóteles también, antes. Últimamente eran el único lenguaje que conocía, el de la calle.

Ari ya no tenía miedo de nada.

No tengo nada que perder, se decía.

—Tu última advertencia, o te vas de la gira.

Por supuesto que no hizo caso alguno.

El último concierto lo dieron en la Ciudad de México y como Aristóteles lo predecía, se sintió terrible. Odiaba esa ciudad, le dió y quitó tanto, pisarla era volver a su pasado que tanto lo perseguía, estar ahí lo hacía sentirse vulnerable.

Para evitar aquellos pensamientos salió al escenario puntual, por primera vez. Quería acabar ese día lo antes posible pero al salir se enteró por Alma que en realidad habían planeado una fiesta para festejar el cierre de la gira.

—Invité a Sebastián, ¿Está bien?

La confidencia entre ambos le generaba más intriga que felicidad. Los presentó cuando vino Sebastián a verlo y se llevaron muy bien casi de inmediato. Ahora él no formaba parte de esa amistad, cuando le dijo a Eduardo que no sabía nada de Sebastián no mentía. Y, no, no estaba bien que Alma lo hubiera invitado pero él simplemente sonrió.

—Claro, está bien.

Aristóteles tampoco le había contado la última discusión entre ambos.

En la fiesta se encontró con Diego. Aristóteles no quería hablarle pero él fue a saludarlo.

—¡Cuánto tiempo Aristóteles! Qué flaco estás ¿Hace cuánto que nos vimos?

—¿Dos años?

—O más, quién sabe. Casi no te reconozco. Supe que irías a la gira de Thiago pero nunca tuve la oportunidad de verte

—¿Viste el concierto?

—¡Claro! Cantas muy bien, me alegra que le siguieras por ahí.

—¿Y tú qué estás haciendo?

—Estoy por terminar mi carrera. Estoy viendo qué haré después, quizás me vaya de viaje un rato, no quiero meterme a trabajar luego luego. Quiero encontrarme, descubrir el mundo, todo eso. Nada me ata aquí.

Aristóteles había olvidado lo burgués que era Diego, sus padres tenían tanto dinero que Diego podía permitirse todo un año sabático en Europa y ellos se lo pagarían. ¿Encontrarse? Aristóteles nunca tuvo opción, desde los dieciséis trabajaba, jamás se pudo permitir dejar de trabajar.

No sabe qué responder. Hasta que comenzó con la gira con Thiago, antes nunca se había subido a un avión. Y Aristóteles hasta la fecha, seguía sin salir de su país.

—¿Y adónde quieres ir?

—A Italia, sólo que mi italiano no es muy bueno así que tal vez Inglaterra o España.

—Aprovecha bien ese viaje — le dice Aristóteles triste por comparar de inmediato su vida con la de él.

Pero Diego lo toma de otro modo.

—¡Claro! ¿Soltero y en Europa? Pff, me daré vuelo.

Aristóteles ríe.

—Yo haría lo mismo en tu lugar.

—¿En serio? No te creo, siempre fuiste bien portado.

—Te sorprenderías

Diego sonríe.

—Oye, invité a Temo a la fiesta, no sé si venga. Espero no te moleste, no sabía que estarías aquí.

Sintió el corazón de Aristóteles detenerse.

—¿A quién? — bromeó pero sonó tan preocupado que parecía que estaba apunto de llorar.

Diego solo toma de su vaso.

—Claro que está bien — mintió por segunda vez y buscó a Sebastián desesperadamente.

No creo que venga

O tal vez sí, y se presente con Mateo

Lo mejor será salir de aquí

—Tengo que buscar a alguien debe de estar con Alma, ¿Ya la conoces?

Y con esa excusa mal lograda se fue a buscarlo.

Ari lo encuentra finalmente y Sebastián lo abraza, Aristóteles busca su boca con ansias. Le da un beso y él se sorprende pero después se lo corresponde.

—Ya quería verte — le dijo Ari con una voz desconocida, seductora y dulce, cómo a ningún amante le había hablado. Era bueno seduciendo, tanto tiempo practicando lo hizo un experto — ¿Podemos ir a otro lugar?

Y sin esperar respuesta lo toma de la mano y se lo lleva a su habitación.

Estaba mal. Aristóteles lo sabía, usaba a Sebastián como escape, todo éste tiempo lo hizo sin inmutarse. Pero él se prometió que estaría con él cuando realmente lo quisiera así, y lo siguió usando para evitar a Temo. Dos años de gira y seguía sin creer cuánto le afectaba aún pensar en él.

Sebastián no merecía eso. Pero ahí estaba Sebastián, totalmente dispuesto a él.

—¿Será algo de una vez? — le preguntó él, Ari notó en su voz que estaba ebrio.

Claro que está ebrio, sólo así aceptó venir conmigo. Pensó. Después de aquella pelea ¿Aún creía que querría verlo, o incluso hablarle?

Ari responde:

—Si es lo que quieres.

—Sabes qué es lo que quiero.

Y claro que lo sabía. No lo pensó dos veces y simplemente lo hizo.

Realmente lo deseo.

Se mentía.

Esto es lo que quiero.

No tiene nada que ver que Temo estaba en el mismo lugar que él. Y cuánto más pensaba en Temo, más quería estar encima de Sebastián, como para borrar de su cuerpo rastro de él, que ya no había, sólo en su memoria.

Callar su recuerdo con otro cuerpo, sólo así lo había logrado tanto tiempo. Una vez más no le afectaría. Pero no esperaba que ese cuerpo fuera el de Sebastián. Que estaba igual de ansioso por tocarlo, parecía que había esperado ese momento por mucho tiempo.

Y Aristóteles tomó ventaja de ello.

De noche vienes ; AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora