11; pasado

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Vibró su teléfono y sonrió inmediatamente al ver de quién se trataba.

¿Cómo te va cantando por todo el país?

Era Sebastián. No sabía cuánto lo extrañaba hasta que comenzó a hablar de nuevo con él.

Ven a verme le escribió él devuelta.





Aristóteles creía que ya no le afectaba su presencia ni que no hablara con él pero cuando lo tuvo de frente y escuchó su voz, supo que nunca sintió una amistad por él. En el fondo quería que sucediera algo entre ambos, se ponía nervioso de tenerlo ahí. Pero no hacía caso a cómo respondía su cuerpo ante él. 

—¿Por qué nunca hablamos de la otra noche? — le pregunta Sebastián sin rodeos — ¿No significó nada para ti?

Ari cierra los ojos queriendo escapar de esa conversación. Parecía que siempre llegaba Sebastián en el momento equivocado. ¿Por qué ahora que tenía libertad? Aristóteles disfrutaba tanto de su soltería, se acostaba con quién se le daba la gana y no le daba explicaciones a nadie. Sebastián no formaba parte de esa etapa de su vida, ¿Por qué cambiarlo? ¿Por un beso?

—En realidad nunca hablamos. Llevo meses sin saber de ti, Seb.

Una mentira enorme, habían tenido una conversación incómoda que nunca hablaban pero Sebastián hizo como que nunca existió aquella llamada y respondió:

—No podía hablarte sin tener ganas de verte. Me acostumbré a estar tiempo contigo. Cuando intentaba escribirte lo primero que me salía era "¿A qué hora paso por ti?" — Sebastián no estaba molesto, estaba triste — fue muy fácil para ti irte.

—¿Querías que renunciara a la música por ti? — se burla Aristóteles y de inmediato se arrepintió al ver la cara de su acompañante. Recordó tener esta misma plática con Temo, y era él quien le decía eso mismo.

—¿De qué hablas? — alzó la voz Temo — ¿Dejar mis sueños por ti? ¡No puedo dejar de lado mi carrera sólo para ser tu sombra Aristóteles! — le dijo el día que se separaron — ¡Tendrás que hacer esto tú solo! Yo me cansé de estarte aplaudiendo en todos tus logros sin hacer nada yo por mí. Y también insisitirte en que termines lo que empieces. Siento que estoy cuidando de ti.

—¿Cuidando de mí? — Aristóteles rió sarcástico — ¿De qué hablas? ¡Antes no podías ni defenderte! Me necesitabas — se le acercó demasiado, molesto, alzando cada vez más la voz.

—¡No sabes hacer nada solo Aristóteles! ¡De eso estoy hablando! ¡Yo me encargo de todo lo de la casa! Y siempre tengo que estar recordándote todo lo que tienes que hacer como si fueras un niño chiquito. ¡A eso me refiero! ¡A que no puedes ir de gira sin mí porque te da miedo hacer cosas por ti mismo! — los dos estaban demasiado cerca viéndose el uno al otro con ira, como nunca lo habían hecho — me pediste que me fuera contigo a la gira, y la respuesta es no.

—Qué bueno saberlo — Ari mira hacia otro lado — porque yo sí vine a la Ciudad de México por ti.

Ari había bloqueado ese recuerdo de su mente. Era un momento que no quería pensar ni repasar porque no se reconoció después de la pelea. Jamás se habían gritado el uno al otro de ese modo, Ari sentía que su cuerpo temblaba esa vez, nunca había estado tan enojado con Temo.

Sentía que los ojos se le humedecían y a pesar de que estaba Sebastián enfrente de él, comenzó a llorar. Soltó todo el llanto que había guardado durante los meses solitarios.

Y él corrió a abrazarlo en cuanto lo vió sollozar.

—Lo siento, fui egoísta. — le acaria el cabello — Sabes que no lo digo en serio, siempre quiero lo mejor para ti. Aún si eso te mantiene lejos de mí.

—No tienes que pedirme perdón, yo soy el problema — Ari tranquiliza el llanto — de verdad no quieres estar conmigo. Soy un desastre ahorita.

—¿Por qué no lo intentamos? Quizá pueda funcionar.

—No soportaría tener que verte un par de veces al mes. Si estoy contigo, quiero estar a tu lado. No así, yo de gira en una ciudad diferente cada día y tú en Oaxaca. — mira la decepción en los ojos de Sebastián y sin pensarlo demasiado agrega — sólo dame tiempo.

—No me cansaré de esperarte.

—Espero que no.









Volvieron a encontrarse un mes después de aquella plática y Ari, seguía con su nueva adicción a consumir cuerpos. Estaba con un chico cuando Sebastián llegó, de pronto, a su habitación de hotel.

Aristóteles no esperaba que llegara. Ni su acompañante tampoco.

—¿No quieres unirte? — le sugirió a Sebastián — un trío.

Su acompañante sonríe ante la idea y Sebastián sólo frunce el ceño.

—Sólo quería verte a ti — le dice molesto.

Aristóteles despide a su acompañante y se quedan solos.

—Eres muy aburrido, Seb.

—Ya veo por qué no quieres salir conmigo.

—¿Y por qué, según tú?

—Por esto — señala toda la habitación — sólo te la pasas bebiendo y saliendo con todos. Aún recuerdo la llamada de la que nunca hablamos. Llevaba días sin saber de ti y lo primero que me dices es sobre tu odio hacia la monogamia.

—Ay Seb, si eres bisexual no entiendo por qué estás tan dentro de la heteronorma — Ari se sienta, tranquilo, a servirse otro trago — podrías tener relaciones abiertas, tríos, lo que quieras. Si te gusta todo el mundo, ¿No?

Aristóteles se arrepiente de inmediato al decirlo pero ya era demasiado tarde para retractarse. Pero no pensaba, sólo hacía daño sin inmutarse.

—¿Solo porque soy bisexual crees que debería tener tríos o ser promiscuo? — Sebastián se ríe, sarcástico — al parecer no me conoces.

—En realidad no, no te conozco, sólo sé que tú me hablaste para cogerme, quizás pensaste "es menor que yo y está tan roto que aceptará rápido" pero yo no quise y sigues aferrado a mí de algún modo.

—¿No te has preguntado por qué no puedes estar en ninguna relación, Aristóteles? — le dice serio Sebastián — ¡Estás echando a perder tu vida y no te das cuenta porque vives aferrado al pasado! ¿Por qué no avanzas?

Aristóteles no sabe cómo responder a eso. Simplemente aparta la mirada de él.

—¡Tú lo tienes todo! Tus padres te aman, tienes el trabajo por el que yo daría la vida y lo estás desperdiciando. Si te busqué fue porque vi en ti lo mejor en tu peor momento, y te quise, y aún lo hago, Ari. Pero no seguiré estando para ti si sigues así.

Y se marchó.

De noche vienes ; AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora