✞ 1. Bienvenida ✞

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Isobelle

Al llegar a Jacksonville, me dirijo al departamento que compré. Tras la trágica y lamentable muerte de mis padres, toda su fortuna me quedó a mí, su única y legítima hija. Gracias a esa herencia, pude adquirir uno de los mejores departamentos en este pueblo, cuya oscuridad y misterio parecen envolverlo todo.

Decidí mudarme aquí porque Jacksonville es pequeño, cerrado y casi deshabitado. Me atrajo ese ambiente siniestro y sombrío, tan detallado en aquel libro de mi abuelo, y, sobre todo, el hecho de que aquí podré hacer lo que más me gusta sin que nadie lo note.

Al llegar al lugar para recibir las llaves, la encargada me da un recorrido. No deja de observarme, como si no pudiera creer que realmente soy la nueva propietaria.

—Gracias —le digo al recibir las llaves—. Que tenga un buen día.

Le sonrío falsamente y la invito a salir para que deje de observarme como si fuera un espectro.

—A-adiós —dice, vacilante.

"Vieja entrometida", pienso, mientras finjo decirle adiós con la mano. Cierro la puerta y comienzo a ordenar mis cosas.

Después de organizar todo, me doy un baño y dejo que el agua caliente alivie el agotamiento y el estrés acumulado en los últimos meses. La próxima semana empiezo en la universidad, la única universidad de Jacksonville. Decidí inscribirme para vivir un poco de esa experiencia de "ser una chica normal", y de paso tener un pasatiempo mientras el caos que me rodea se disipa... si es que algún día lo hace. Por ahora, aprovecharé al máximo estos días de descanso.

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Han pasado cuatro días desde mi llegada y aún no he querido salir. He estado ocupada decorando el departamento y pintando algunos espacios para adaptarlo a mi estilo. Hoy, siendo las seis de la tarde, me cambio para salir a dar una vuelta por el pueblo, ya que mañana comienzan las clases en la universidad.

Decido recorrer el pueblo en auto, porque no tengo muchas ganas de caminar. Mientras conduzco, noto que las calles están desiertas, con puertas cerradas y ningún restaurante abierto, excepto un pequeño local en la gasolinera. Decido detenerme allí para comprar comida y refrescos.

Al entrar, la campanilla despierta a un anciano que estaba dormido en el mostrador. Me observa como si no pudiera creer que hay alguien ahí, en medio de esta quietud.

—Buenas —digo para romper el silencio y que deje de verme como una aparición.

—B-bue-e-nas —contesta, tartamudeando y parpadeando rápidamente.

Recojo las cosas que necesito y llevo todo al mostrador para pagar.

—¿Cuánto es? —pregunto.

—Ehh... son $189.

Pago con tarjeta, sorprendida de que fuera tan poco.

—Usted es la nueva, ¿verdad?

Oh, parece que los rumores vuelan rápido. Soy la primera en mucho tiempo en instalarse aquí, y supongo que ya deben tener ideas sobre por qué alguien viviría en Jacksonville.

—Sí.

—¿Y qué hace en las calles a esta hora? —me pregunta, con una mirada alarmada.

—Son las 7:30 —respondo, desconcertada.

—Precisamente. En este pueblo, nadie sale después de las siete de la noche.

—¿Por qué? —pregunto, más intrigada que asustada.

—Porque, después de esa hora, solo aparece un cuerpo... y tu desaparición —susurra, mirando nerviosamente a su alrededor—. Corre, niña, ve a tu casa y no le abras la puerta a nadie.

Tomo las bolsas, pero él me agarra del brazo antes de que pueda salir.

—Una última cosa, niña: ten cuidado con las sombras. No dejarán de perseguirte.

—Bueno... adiós.

—Ah, y bienvenida.

Sin decir más, salgo rápidamente y regreso al departamento. Al entrar, cierro la puerta de golpe.

¿Será cierto lo que dice? No lo sé... pero hay algo en mí que Jacksonville aún no ha conocido.

•Desde Las Sombras•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora