─✧ 𝑗𝑢𝑠𝑡 𝑎 𝑚𝑜𝑚𝑒𝑛𝑡'-
❛ Solo compartí un refresco y una
bolsita de gomitas en la banqueta
con ese chico solitario... O tal vez
fue un solo ratito que los sentimientos
crecieron con ambos. ❜
Cerró el libro con un suspiro agotado. Había estado estudiando por más de una hora y, al fin, había terminado. No estaba seguro si valdría la pena repasarlo más tarde; deseaba prepararse bien para su examen. Por ejemplo, el que se acercaba después del otoño, el de inicio de año y el de música. Los fines de semana eran para repasar, para investigar los temas que no comprendía, y también para seguir con su rutina diaria. De lunes a miércoles, practicaba su voz, tocaba el piano, y se sumergía en los otros instrumentos que tocaba. También tenía clases de baile, el instituto y, por supuesto, estudiar. Los jueves y viernes eran para clases más sencillas.
Ser un estudiante modelo y famoso no era fácil. Siempre escuchaba murmullos a sus espaldas, críticas que ya no le afectaban, pero que odiaba con todo su ser. Ir a almorzar significaba pasar antes que todos, soportando las quejas y las miradas de aquellos que se quedaban atrás, esperando en la fila, y él solo podía bajar la cabeza. Su refugio estaba en la biblioteca, alejado de las mesas llenas de risas, rodeado del silencio espeso que lo envolvía como un manto.
A pesar de las quejas de su padre, que también era el director del instituto, insistía una y otra vez en que dejara de ofrecerle un lugar solo para él, exclusivo. Quería ser como cualquier otro estudiante, decidido y capaz. Pero las peleas con su padre no llevaban a ningún lado, y el resultado siempre era el mismo: un mar de frustración sin salida.
Solo le quedaba un año antes de seguir su verdadera pasión, la que había cultivado durante dos años y medio. No había sido fácil llegar a donde estaba ahora. Y aunque sus dos mejores amigos compartían la misma carga de responsabilidades, el estrés de sus apretadas agendas y eventos, apenas conseguían mantenerse a flote, descuidando a veces el estudio por tratar de llevar las tareas. Eso era lo que los mantenía alejados de los demás. Si alguna vez estaban en el campus, nunca volvían al mismo lugar. Así eran las cosas.
Jungwon, con el peso del mundo sobre sus hombros y los dedos doloridos de tanto tocar, estaba vacío. Golpeó el piano con frustración y arrojó las partituras a un lado.
—No puedo, profesor Yang. —su voz tembló, cargada de desesperación.
JeongIn lo observaba con el corazón encogido, viendo a su hermano sumido en la desesperación.
—Te he dicho mil veces que no me llames "profesor". Soy tu hermano. Llámame así. —se acercó a él, subiendo los pequeños escalones y poniéndose a su lado.
—Estamos en el instituto, eres mi profesor. En casa, eres mi hermano. —respondió Jungwon, quejándose educadamente pero con un tono agotado.
—Está bien, no vamos a discutir por eso. Pero estamos aquí, y tú no quieres tocar la melodía que te di. —JeongIn lo miró fijamente, preocupado.
Jungwon apretó los dientes, completamente exhausto. No habían pasado ni unos minutos de estar tocando sin cesar, buscando el error en cada tecla equivocada. Quería sentir la melodía, dejar que el ritmo fluía a través de él, pero cuando tocó la última tecla, la frustración lo invadió. El vacío que sentía se hizo insoportable, y se doblegó ante él, incapaz de concentrarse.
—No puedo. —susurró, derrotado.
—¿Qué? —preguntó JeongIn, acercándose más.
—¡No puedo tocar esa maldita melodía! ¡No siento el ritmo! ¡No puedo! —la desesperación hizo que alzara la voz, y las palabras se desmoronaron con su angustia.
JeongIn, con una paciencia infinita, le respondió con calma.
—Confío en ti. Sé que puedes encontrar la melodía dentro de ti. No te rindas ahora. Respira. Se terminó la clase. Tienes una semana. —su tono era tranquilo y racional, sin regañarlo. Sabía que todos los artistas pasaban por bloqueos, que incluso los grandes creadores se estancaban. Pero Jungwon tenía menos de un mes para entregar todo, y sus responsabilidades eran abrumadoras.
Jungwon, con la cabeza caída sobre el piano, levantó la mirada, horrorizado.
—¿Una semana? —murmuró, incrédulo.
—Sí. Tienes que encontrar una fuente de inspiración. Dedica un día a ti mismo, a descansar. Habla con tus amigos, sal, conócelos más allá de las clases. Eres joven, hermanito, y con tanta presión no estás viviendo como deberías. Sal de tu zona de confort, haz algo que te haga sentir. Conócete a ti mismo. —JeongIn le acarició suavemente el cabello—. Esa es tu tarea.
Jungwon asintió, recogiendo sus cosas con la mente en blanco. Mientras caminaba por el pasillo, se sintió perdido. No sabía por dónde empezar. Se sentía vacío, como si fuera un lápiz que necesitaba escribir solo, sin saber cómo.
Salió al campus, buscando un pequeño rincón donde pudiera pensar. Se sentó en una mesa cerca de un señor que vendía aguas, entre dulces y otras cosas. Sacó su libreta y su pluma. El dibujo siempre lo había acompañado, como el canto. Su artista favorito era Wang Hyunjin, el esposo de su hermano mayor. Había comenzado con algo simple y había llegado a lugares extraordinarios, donde su arte se convertía en una extensión de su alma. Jungwon admiraba a Hyunjin, y a veces sentía que su talento le resultaba inalcanzable.
Con el plumón entre los dedos, miró la página en blanco. Nada. La motivación que sentía en su pecho se esfumó en el aire. Levantó la vista y observó a la multitud de estudiantes a su alrededor, todos riendo, disfrutando del momento. A su lado, una pareja se abrazaba, otros sonreían y se divertían como adolescentes normales. Y él... él estaba allí, sentado, con una amarga sensación en la boca, deseando poder llorar.
—¿Won? —una voz suave lo sobresaltó, y él levantó rápidamente la cabeza, limpiándose el rostro y forzando una sonrisa.
—¿Jay? —respondió, sorprendido al verlo.
—Eh... vine a buscar a Heeseung. Me dijo que estaba por aquí. No pienses que te seguí o algo así. No soy un... —Jay comenzó a hablar rápidamente, y Jungwon lo interrumpió con brusquedad.
—Está bien. —dijo, desganado.
—Oh... —Jay mordió su labio, apesadumbrado. —No te ves bien.
Jungwon rodó los ojos y sonrió de manera forzada.
—¿Te importa? —murmuró, algo molesto.
—Claro que me importa. —Jay se sentó junto a él, observando cómo Jungwon movía sus manos con ansiedad, su mirada perdida y sus labios tensos. El chico comprendió que estaba a la defensiva—. No tienes que sentirte juzgado. Todos tenemos días malos. A veces preferimos no molestar a nadie. Yo te escucharé si lo necesitas.
Algo se removió en el estómago de Jungwon. No era una sensación agradable, como si hubiera comido algo que le cayera mal. Pero no era eso. Era diferente. Algo que no sabía describir.
Jay era un buen chico. Lo había notado en cómo respetaba su espacio, cómo hablaba dulcemente sin invadirlo, sin presionarlo. De repente, Jungwon dejó que todo se derrumbara. Sin pensarlo, se acercó a Jay y lo abrazó con fuerza. Necesitaba sentir su cercanía, el calor de otro ser humano.
El latido de sus corazones se sincronizó, creando una melodía perfecta, sin necesidad de palabras.
"Estoy contento, de tenerte cerca Muy cerca de mí"
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