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El cielo estaba sumido en una oscuridad profunda, un gris melancólico que era uno de sus colores favoritos, pero la lluvia... la lluvia era lo que menos amaba. Estaba solo en casa. Su madre acababa de salir del trabajo y sus hermanos mayores aún no llegaban. Sentado en el salón, se sentía... tan vacío, tan desbordado por la quietud del momento, que ni siquiera sabía qué hacer. ¿Ir al gimnasio, a pesar de la lluvia que parecía interminable? ¿Tal vez al cine? O quizá solo salir a respirar un poco, sentir la humedad fresca en la piel. Las opciones eran tan vastas y, sin embargo, vacías.

Descendió a la cocina, dejando escapar un suspiro mientras tarareaba una canción en su mente, la que había estado escuchando una y otra vez esa semana.

"Just a little bit, just a little bit
세계가 무너져 내려
Just a little bit, just a little bit
너의 중력에 끌려가"

Movía la cabeza al ritmo, los ojos cerrados, absorto en la melodía, como si pudiera perderse en ella y olvidar la pesadez del mundo exterior.

"내 우주는 사라져가고
하나씩 너로 채워져
세상 모든 걸 안다 믿었는데

몰랐어 (Just a little bit, just a little bit)
Hmm 몰랐어 (Just a little bit, just a little bit)
Yeah"

Cuando terminó, regresó lentamente a la realidad, parpadeando varias veces, como si estuviera despertando de un sueño breve y algo distante. Cantar siempre lo hacía sentir vivo, y cada vez que una canción lo atrapaba, su mente se refugiaba en ella, dejándose envolver. Descalzo, con la ropa cómoda y el cabello desordenado, se dirigió al grifo para llenarse un vaso de agua. Luego, subió las escaleras con la intención de regresar a su habitación, pero al entrar, algo llamó su atención.

Se detuvo frente a la ventana, donde la pequeña cama le ofrecía un refugio mientras el mundo seguía fuera, bajo la lluvia constante. Al otro lado de la calle, en la banqueta, un chico se encontraba sentado, con una capucha que apenas dejaba entrever sus ojos, fijando una mirada profunda, perdida, como si la lluvia fuera lo único que pudiera conectarlo con algo tangible en ese momento. En sus manos, unas gomitas y un refresco.

—Oye... —susurró él, casi sin darse cuenta de que lo decía en voz alta

El chico levantó la mirada, frunciendo ligeramente el ceño, como si tardara en ubicar la voz.

—¿Puedo acompañarte? —preguntó, en un tono casi implorante, pero a la vez inseguro, esperando cualquier tipo de respuesta, aunque fuera la más mínima señal de aceptación.

El chico de la capucha dio un leve golpecito en su costado, señalando el espacio a su lado en la fría banqueta. Él, sin pensarlo dos veces, se sentó allí, bajo la lluvia, mojándose con cada gota que caía. Al chico, aparentemente, no le importaba. Y, por alguna razón, a Jay tampoco le importó. Se quedaron en silencio, las gotas de lluvia acompañando su presencia.

Jay, en su mente, observaba de reojo al chico, esperando que él dijera algo. Pero el chico, tan callado como él, giró levemente la cabeza, mirándolo con ojos de quien lleva un peso en la mirada, y, sin mucho más, le ofreció las gomitas.

—¿Quieres? —susurró, con una voz baja, pero cálida.

Jay no pudo evitar sonreír, una sonrisa diminuta, pero sincera cuando el chico aceptó el ofrecimiento.

El sonido de la lluvia se convirtió en la única melodía entre ellos, el único testigo de su encuentro. De alguna manera, en ese momento, con la compañía de ese chico de ojos gatunos, Jay sintió algo parecido a la tranquilidad.

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𝒔𝒐𝒍𝒐  𝒖𝒏  𝒓𝒂𝒕𝒊𝒕𝒐 🌧️ 𝒋𝒂𝒚𝒘𝒐𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora