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La castaña, al finalmente terminar su turno a las cinco de la madrugada, no demoró ni un segundo en dirigirse rápidamente a su hogar por las calles que transitó horas atrás, para contarle todo lo ocurrido a su compañera de piso. Realmente, sentía que lo que había pasado con el misterioso hombre de ojos azules que se hacía llamar Sebastian, era algo totalmente surrealista.

Al llegar a su departamento luego de una ardua corrida, abriendo la puerta con dificultad por los nervios y la oscuridad, se quitó su abrigo rápidamente encaminándose a la habitación de la rubia a paso apurado, que a esas horas, estaba profundamente dormida esperando cumplir sus siete horas de sueño regulares. Maddison, sin importarle mucho el ciclo de sueño de su compañera, la despertó rápidamente, entre quejas de Emily, para comentarle lo acontecido. 

—¿Acaso no ves la hora qué es? —se quejó tirándole su almohada sin darle, haciendo que Maddison la siguiera agitando del brazo como una niña pequeña— Maddison te juro que voy a...

—Me dieron quinientos dólares —escupió, trayendo toda la atención de Emily que guardó silencio del impacto, aún no logrando despertar en su totalidad. 

Su amiga, aún un poco adormilada usando su pijama de seda de color grisáceo, miraba con impacto a la castaña que contaba rápidamente la historia de lo ocurrido en el bar con el castaño de ojos azules, haciendo que Emily la mirara con extrañez y algo de impacto a la vez, tanto por los sucesos ocurridos como el sueño que sentía en ese momento.

Era demasiada información que procesar para los menos de cinco minutos que llevaba despierta.

—¿Qué? —preguntó su amiga mirándola con impacto, aún sin poder procesar todo lo que Maddison le había comentando, viendo como la castaña se paseaba impaciente por toda la habitación, que no decía palabra— Estás bromeando ¿verdad?

Sin dudarlo, sacó de su bolsillo los billetes de su propina poniéndolos frente a la rubia, haciendo que ésta quedara boquiabierta por la suma de dinero en efectivo frente a ella, tomándolo entre sus manos sin poder creerlo. 

—No, no estoy bromeando —dijo paseándose por la habitación, aún con nerviosismo.

Emily la miró con una amplia sonrisa e impacto a la vez; realmente esos quinientos dólares las ayudaban a ambas en su diario vivir, sobre todo a la castaña. Como decía la nota del ojiazul, Maddison podría descansar, le estaba dando la oportunidad de poder ser una persona con vida aunque sea por unos cortos días, sin tener que trabajar hasta altas horas de la madrugada bajo altas exigencias de su estúpido jefe.

Maddie, esto es maravilloso —celebró tomando a su amiga por los hombros, que aún no caía en cuenta la ayuda que tenía frente a sus ojos, tal vez por el impacto. O simplemente no quería verlo, o aceptarlo— Podrás descansar unos días.

La joven de ojos verdes alzó su mirada con dudas y algo de culpa, haciendo que su amiga la mirara incrédula, sabiendo lo que sus ojos buscaban transmitir. Conociendo a su amiga, se sentía culpable de recibir esa alta suma de dinero por simplemente atender una mesa.

—Oh no, no me mires con esos ojos —la amenazó apuntándola— Te quedarás con ese dinero, Maddison Caldwell.

—Emily, no lo sé... —titubeó.

—Maddie, por favor escúchame —le rogó tomándola de las manos, sentándola en su cama junto a ella. Ésta, sin opciones, sabiendo el sermón que se venía de su amiga, suspiró— Piensa que con esto podrás descansar, llevas días sin poder dormir bien. Tú cuerpo y tú mente te están pidiendo un descanso a gritos, y lo sabes más que nadie.

La castaña suspiró a sus palabras. Emily tenía razón, llevaba noches sin poder descansar correctamente; básicamente Maddison sobrevivía a su diario vivir a base de café, bebidas con azúcar y mucha perseverancia. 

just him | sebastian stanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora