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Las suplicas de Maddison fueron más que suficientes para que actuara.

Separando su mirada de sus ojos esmeralda, que lo observaban detalle a detalle; plenamente suplicantes de su tacto, no dudó en volver a besarla, con un toque de lujuria que hizo que la castaña siguiera su ritmo sin siquiera chistar, llevando las manos a su cabello mientras Sebastian la apegaba más a él; si eso fuese posible.

No iba a perder otra oportunidad de poder sentirla como él quería hacerlo.

Entre besos, la tomó de su cintura baja apegándola al umbral de la puerta, generando que la castaña jadeara por su tacto y los besos en su piel; bajando desde sus labios hasta su cuello, lamiéndolo mientras lo reclamaba como suyo. Maddison no articulaba palabra, sólo podía dejarse llevar por las caricias del ojiazul, sintiendo el calor de su piel cada vez más cerca, pero quería más. 

Lo necesitaba más cerca.

Maddison no pudo evitar sentirse nerviosa al notar como el castaño buscaba quitar la única prenda que cubría su cuerpo, haciéndola tensarse involuntariamente. Sebastian detuvo sus movimientos en un instante al notarlo; preocupado por ella, mientras se separaba para observarla.

—¿Estás bien, muñeca? —murmuró con la voz ronca.

Ella asintió en respuesta, sin siquiera levantar su mirada mientras intentaba regular su respiración; incapaz de verlo por el nerviosismo. Éste, queriendo ver sus ojos esmeralda, la levantó de todos modos; notando su nerviosismo a flor de piel, mientras se mantenía en completo silencio.

No iba a hacer algo que la castaña no quisiese o no estuviese segura, necesitaba asegurarse que ella lo quisiese tanto como él.

—Maddison si no te sientes...

Ni siquiera lo dejó terminar sus palabras; tomando su rostro entre sus manos, lo hizo enmudecer besando sus labios con la misma lujuria que él lo había hecho, cosa que el castaño tomó como una respuesta positiva a sus acciones. Ella quería tanto como él que ocurriera.

Eso fue una luz verde para su actuar.

Sin más rodeos, tomándola de las caderas con ambas manos, comenzó a retroceder sus pasos hasta la cama a sus espaldas, haciendo que la castaña quedara bajo sus brazos entre besos, que comenzaban a incrementar su intensidad con el pasar de los segundos. Al estar sobre ella, sin cargarse excesivamente sobre su cuerpo, comenzó lentamente su recorrido con sus manos sobre éste, notando su piel erizada por su tacto, haciéndolo sonreír.

Internamente agradeció entre besos haber empapado a Maddison con el agua del mar hace horas atrás, para así tener su cuerpo envuelto únicamente en su camisa Versace frente a él; que estaba por quitar. Lentamente, buscando su desesperación, comenzó a desabrochar cada botón de la camisa, generando la respuesta que él esperaba; que la joven de ojos esmeralda comenzara a desesperarse por su lentitud. Sonrió al notar aquel detalle.

—Alguien tiene poca paciencia —se burló el castaño, ganándose una mala mirada de Maddison.

—Sigue molestándome y me iré de aquí —amenazó enrojecida. 

Riendo para él mismo, volvió a besarla quitando el último botón restante; abriendo la camisa para poder observar el cuerpo de la castaña, sólo para su vista. La idea de sólo pensarlo lo hizo sonreír mientras mordía su labio, viendo cada detalle de su cuerpo, que parecía el de una diosa. Alzó su mirada a los ojos esmeralda de la castaña, que mantenía sus mejillas enrojecidas, detalle que lo hizo enternecer inmediatamente a pesar de la situación. 

—Eres hermosa, Maddison —le aseguró besando la comisura de sus labios, para lentamente comenzar a bajar sus besos por su cuello; hasta las clavículas— Eres tan hermosa que me volverás loco.

just him | sebastian stanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora