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Maddison suspiró pesadamente levantando un pequeño mechón de su cabello castaño que caía sobre su frente, para nuevamente caer sobre su fino rostro de tez pálida, haciéndola bufar por lo bajo ya sin poder volver a concentrarse en la hojas de papel que se extendían por su escritorio. Siendo honestos, su cabeza no daba más del cansancio, pero debía seguir aunque no quisiese, su examen final se acercaba y debía prepararse lo más que podía en sus tiempos libres. 

Realmente amaba su carrera, pero a pesar de su afición por la lectura; el cansancio y la exigencia la volvían loca.

La castaña desde que era una niña nacida y criada en las tierras estadounidenses, específicamente en el estado de Ohio, había soñado con ser una gran escritora, gusto que heredó de su madre, amante de la lectura y las novelas románticas desde que era una niña. Gracias a ella, y los recursos que pudo darle para poder tener un futuro en aquel ambiente, estaba finalizando su carrera de literatura, con el sueño de algún día ser una exitosa escritora tal como soñaba de niña junto a su madre, riendo y compartiendo sus locas ideas para una pequeña de solo seis años de edad.

Por razones de fuerza mayor y por el ímpetu de su madre que pudiera salir y tener un nuevo comienzo, Maddison tuvo que mudarse desde Ohio, su ciudad natal, a la gran ciudad de Nueva York, específicamente al sector del viejo Brooklyn, para así poder estudiar en la universidad de sus sueños y así comenzar a forjar el sueño de su madre; tener su propia historia desde cero en la gran ciudad como en las películas que veían en la televisión.

Sueño, que hasta el día de hoy, le costaba asumir a la castaña de ojos verdes.

A pesar de su amor por la literatura y a su profesión, su situación económica a veces, o la mayoría del tiempo, la hacía pensar en renunciar. Debía pagar sus estudios trabajando arduamente, además de cumplir sus responsabilidades como estudiante, todo esto por no ser becada como ella esperaba.

¿El por qué? sencillo, por no tener la firma de su padre ausente; un alcohólico de cuarta que jamás se hizo responsable de su papel como progenitor de la castaña, abandonando a su madre cuando apenas tenía tres años, apareciendo en algunas navidades o cumpleaños para creerse "el mejor padre del mundo" cuando claramente, no lo era. 

Maddison con los años pudo darse cuenta de como era realmente su padre, alejándose de él por completo, sabiendo el daño que le había hecho a su madre, que amaba con el alma. Jamás quiso molestarlo con dinero o cosas que necesitase, pero cuando necesitaba sólo una cosa de él, específicamente su firma para poder obtener una beca completa en la universidad de sus sueños, él simplemente se la negó frente a sus narices. Por su obstinación, debía pagar una carrera universitaria trabajando turnos dobles y horas extra a sus cortos veinticinco años.

—¡Maddison! ¿has visto mis tacones de charol? —la voz de su amiga a la lejanía de su departamento la sacó totalmente de sus pensamientos, haciéndola rodar los ojos divertida.

—Bajo tu armario —habló volviendo a dirigir su mirada a las hojas de papel, haciendo un esfuerzo por concentrarse tomando un lápiz entre sus dedos para destacar unas palabras de sus apuntes.

Al sentir la presencia de la rubia entrando en su habitación, volteando en su dirección para poder observar su extravagante outfit, ladeó la cabeza viéndola divertida, a pesar de su cansancio.

—¿Y tú ropa qué? —le preguntó sin dejar de mirarla, cruzándose de brazos con una ínfima sonrisa burlona, ganándose una pésima mirada por parte de su amiga.

—Es la nueva moda, mon amour —le habló mientras Maddison rodaba los ojos sin entender a su amiga y su particular estilo de la moda— Que tú no la sigas no significa que no lo sea.

just him | sebastian stanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora