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La castaña apenas pudo tocar su almohada, cayó profundamente dormida; las altas horas de la madrugada y el cansancio le facilitaron su dormir, pensando que debería despertar en sólo un par de horas más. Lo último en sus pensamientos esa noche fueron los glaciares del castaño, haciéndola dormir con una ínfima sonrisa entre sus labios; inconsciente, pero a gusto. 

A pesar de la noche en el club, sin mencionar su conversación en el auto del castaño fuera de su departamento, el sol no tardó en iluminar la ciudad de Nueva York para la desgracia de la castaña; generando que las calles se hicieran ruidosas y concurridas como siempre. Maddison, aún queriendo dormir unas horas más, despertó lentamente acostumbrándose a la luminosidad de su cuarto, maldiciéndose a si misma por no haber cerrado las persianas, bufando mientras tapaba su rostro con su antebrazo.

Ya sin poder reconciliar el sueño, frotó sus ojos mientras con su mano buscaba su teléfono en la cómoda, creyendo que había despertado antes de que la alarma sonara. Pero al ver la hora en su teléfono, empalideció despertando de un tirón.

Era tarde, muy tarde.

—Mierda —maldijo al aire levantándose.

Saliendo rápidamente de su cama, corrió al baño para ducharse en el menor tiempo posible; no debía demorar mucho, sino, llegaría tarde al examen y no la dejarían rendirlo, convirtiéndose en un gran problema para la castaña. Sin mencionar, que el campus le quedaba a unos veinte minutos de distancia caminando; la verdad, era algo difícil de lograr en tan solo dieciocho minutos para las nueve de la mañana.

Se vistió como pudo con unos jeans junto a una blusa blanca acompañado de un cárdigan color crema, saliendo de su habitación para meterse a la boca unas galletas que encontró en la cocina y tomar un café bien cargado lo más rápido que podía mientras releía por última vez sus apuntes.

Podía ir tarde, pero no quería caer desmayada por no comer nada antes de salir o durante su examen.

Tomó sus llaves junto a su bolso con los libros de sus clases del día, mirando hacia atrás para despedirse de su amiga en un grito, pero al notar que la rubia no se encontraba en el vacío departamento, se extrañó frunciendo el ceño. Creía que estaría antes de que ella se fuese del departamento. Ya sin tiempo, negó con la cabeza mentalizándose en llamarla luego de dar el examen; honestamente, no tenía el tiempo para calentarse la cabeza con otras cosas.

Salió del departamento rápidamente, bajando los escalones lo más de prisa posible hasta llegar a las afueras del edificio, notando que le quedaban sólo quince minutos para llegar. Bufó para ella misma, desesperanzada, maldiciéndose a ella misma por haber asistido al bar la noche pasada; ahora no llegaría ni aunque corriera todo el camino antes de las nueve de la mañana.

Antes de que comenzara a correr con una mínima esperanza de lograrlo, el sonido de una bocina la hizo voltear confusa en dirección a la calle, lista para comenzar a soltar sus mejores insultos al imbécil que la estuviera molestando; pero al ver al castaño viéndola con una ínfima sonrisa a la distancia en su Mercedes, la hizo empalidecer del impacto, observándolo con extrañeza.

—¿Quieres un aventón? —le preguntó como saludo, haciéndola fruncir el ceño.

Siendo honestos, el castaño no tenía nada que hacer por ese lugar.

—¿Tu qué haces aquí? —cuestionó acercándose a él.

—Pasaba por aquí —se excusó encogiéndose de hombros— ¿Quieres qué te lleve?

A pesar de que se lo estaba preguntando, por el traro diario que tenían ambos tras el pequeño "compromiso" por parte del castaño; sabía que dicha propuesta, era más una orden. 

just him | sebastian stanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora