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No demoraron mucho en llegar al edificio de la castaña, estacionando su vehículo justo frente a éste.

Tomando fuertemente su mano al estar en la calle, caminaron hasta las puertas del edificio, dirigiéndose directamente hasta su departamento en cuestión, impacientes por un momento de soledad luego de tanto alboroto. Honestamente, ambos querían olvidar el mal rato que habían pasado y simplemente querían disfrutar la compañía del otro. Internamente, sentían que lo merecían.

Maddison abrió la puerta del departamento dejando pasar al castaño tras de ella, mientras guardaba sus llaves en su bolsillo soltando un suspiro agotado por las escaleras.

Ems, ya...

Al instante, casi sacándole un buen susto por su repentina presencia, la rubia apareció frente a ella sin dejarla terminar su oración.

—¿¡Dónde diablos estabas!? —exclamó, casi paranoica. Ni siquiera la dejó responder— Sebastian vino hasta aquí, tuve que mentirle en la cara diciéndole que no estabas aquí, y tú ni siquiera te dignabas a contestar mis llamadas. Te juro que si... —enmudeció al percatarse que el par de castaños la observaban con el ceño levemente fruncido, dándose cuenta que no parecía haber visto al ojiazul tras la espalda de Maddison— Oh, hola Sebastian —sonrió cómplice.

El par intercambió miradas fugaces.

—Recuérdame no confiar en ninguna palabra que venga de Emily de ahora en adelante —comentó a la mujer a su lado, ganándose un ínfimo golpe en su hombro por parte de la castaña entre risas bajas.

La rubia lo observó de mala forma mientras se cruzaba de brazos.

—¡Era una situación de vida o muerte! —intentó defenderse mientras ambos pasaban hasta el salón— Era mentirte a ti o ser asesinada por Maddison.

Al instante, la castaña volteó en su dirección al escuchar sus palabras; frunciendo el ceño junto a una mala cara de incredulidad.

—¿Le dijiste? —la juzgó amenazante.

Ésta le dirigió la mirada al castaño.

—¿Ves? —apuntó a Maddison con ambos brazos buscando compresión.

Sebastian evitó no echarse a reír frente a la situación del par de mujeres; si lo hacía, temía morir a manos de la joven de ojos verdosos. O de ambas.

—Pero ya está todo arreglado —las frenó a ambas mientras abrazaba por los hombros a la castaña, depositándole un corto beso en su mejilla— Maddison no renunciará a su trabajo a cambio de que me deje ayudarla con algunas cosas. Ya está, problema solucionado.

Emily lo observó con bastante convencimiento a sus palabras.

—Deberías haberla obligado —la rubia murmuró mirando ligeramente hacia arriba, esperando que la castaña pudiese escucharla.

Ésta al escucharla, que ya caminaba hasta su habitación para poder cambiarse, nuevamente la observó de mala forma, girándose en su dirección.

—Te oí —le recriminó apuntándola; ganándose una risa de ambos ojiazules mientras entraba en su habitación.

La verdad, quería cambiarse lo más pronto posible de sus prendas para dejar de usar el uniforme de su trabajo. El cuál claramente detestaba. Abrió su armario de par en par analizando sus opciones en una mirada rápida. Quería ir lo bastante cómoda para sentirse a gusto, pero a su vez no quería lucir algo lo bastante simple para no llamar la atención del castaño en cuestión.

Comenzó a sacar un par de opciones de aquel armario mientras mentalizaba su atuendo en su cabeza. El ojiazul, que permanecía a la distancia, la observaba desde el umbral de la puerta analizar sus opciones, con una sonrisa entre labios. Le encantaba verla distraída, sólo eran ella y su mente divagando entre sus pensamientos en alto.

just him | sebastian stanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora