Capítulo 9

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Miles

No bebí en exceso según lo que recuerdo para tener una resaca de mierda como lo es ahora, la combinación de tragos es fuerte al parecer. Nunca más beberé, lo prometo.

Na, ¿a quién engaño?

A veces es la única salida a una libertad limitada por unas horas, con esto de ser perseguido sin descanso por años y no poder ni bañarte si quiera sin aparecer en las noticias me agota al punto de no querer nada más que emborracharme.

Con todo mi esfuerzo me levanté de la cama y llevé mis manos a mi cabeza de inmediato, estoy seguro que se me cae. Quiero vomitar ¿Dónde hay un baño?

Dios, es mi casa y lo ando preguntando ¿tan mal quedé?

—Nadie me manda a hacer estas cosas —reclamé camino al baño—, soy un idiota, un verdadero idiota.

Atención que Miles Campbell está regañándose a sí mismo, me desconozco.

—Joven —dos golpes en mi puerta me espabilaron—. Soy Lucas, sé que está despierto. Le traigo una pastilla, su padre me acaba de enviar.

Me puse alerta.

Perfectamente como una persona normal podría ir a abrir esa puerta pero con lo jodido que estoy ahora dudo que sea para algo que me beneficie. Sé que estoy en problemas, no recuerdo nada de anoche pero espero que no se haya enterado que bebí más de la cuenta. Diría de lo permitido pero es que lo tengo más que advertido.

También está la opción de hacerme el dormido y fingir que me siento demasiado mal para levantarme.

Miré la hora en el reloj de la pared y me mordí el labio. Es la hora justa en la que debería ir a la ducha para reunirme en la escuela con la anciana esa llamada directora.

—Mhm —cerré los ojos y opté por mezclar ambas.

—Volveré más tarde...

—¡No! Digo, puedes entrar.

Mi guardaespaldas favorito entró con una bandeja para el desayuno y una pastilla demasiado grande para mi gusto.

—¿Qué tan enojado está? —me referí a Alexander—, dime del uno al diez.

—Está sentado afuera en la terraza —tragué saliva y quise llorar.

Esa es una clara señal de que está molesto pero a grandes niveles, generalmente se sienta allí para pensar en lo que hizo mal supongo, ahí debe planear los jodidos castigos que me gano minutos después de su reflexión.

—¿Se enteró de que...?

—¿Bebió? ¿Se fue a la fuga? ¿Gritó a un par de guardaespaldas? ¿Gastó la mitad del saldo de la tarjeta de crédito? No, para nada.

—Gracias Lucas por recordarme cada una de las faltas, no sé qué haría sin ti —resoplé y me dejé caer en la cama dramáticamente.

—De nada joven.

—Aunque pensándolo bien podrías adoptarme... —su cara de horror me ofendió—, dios.

—Perdóneme joven, no es lo que quería decir —sonreí—, es algo imposible.

—¿Tan así?

—Imagínese viviendo en menos de la mitad de este cuarto con dos hermanos, compartiendo cama y habitación.

—Podría soportarlo, es mejor que afrontar esto...

—Usted puede —me sonrió y bajé la cabeza—, no será tan malo como cree.

Aventuras de un herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora