Capítulo 8

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Milan

Lo que estoy viendo no es una casa, es una jodida mansión. Cerré la boca dos veces mirando las piedras decoradas, arbustos, un césped parejo, esto sin duda se compara con una película. Abrieron las puertas y la limusina nos dejó cerca de la puerta principal, un escalofrío recorrió mi espalda al darme cuenta que esta es la realidad y a las buenas o a las malas tendré que acostumbrarme a vivir por estos sitios.

Mi maleta la bajó uno de los guardias mientras que yo caminaba tímido y a pasos lentos sin querer romper nada que se interpusiera en mi camino. La limpieza es algo que vale la pena mencionar, el piso brilla, literalmente me puedo ver en las baldosas.

Al principio me sentí como un intruso porque no es mi casa, no he tenido una hace años y me ahogó la sensación de adaptarme otra vez. Tengo miedo de no ser lo que ellos esperan que sea, yo no quería esto pero no hay más remedio que aceptarlo y caminar, lo digo porque sigo parado como un idiota a mitad del pasillo.

—¿Te picó algo? —Miles me miró extrañado—, nadie muerde aquí por si te lo preguntas.

—No, es que yo...

No sé a dónde ir, eso quise decir.

En realidad no conozco ni el principio del lugar, no tengo habitación, no tengo nada para refugiarme.

—Pregúntale a Alexander sobre tu habitación.

—Miles te llevará, no te preocupes. Escoge la que más te acomode —mi hermano frunció el ceño y bufó.

—Dile a los demás que lo hagan, no soy tu empleado.

—No jovencito, no lo eres pero si es tu hermano, así que me cambias la cara y lo llevas.

—Puedo solo.

En realidad no quiero problemas, si le cuesta llevarme me ubicaré de alguna forma porque no creo que esta casa sea un laberinto.

Papá volvió a regañarlo y después de mil miradas envenenadas caminó conmigo hacia el segundo piso. Hay alrededor de diez habitaciones, supongo que para todo. Me hizo escoger entre cuatro las cuales eran de invitados y escogí la más espaciosa. Quería conocer el cuarto de Miles pero este se encerró apenas tuvo la oportunidad.

Me siento un poco incómodo.

—¿Y ahora que hago? —miré mis maletas y me senté un momento en la cama.

Ordenar mis cosas sería lo más lógico, miré mi maleta y suspiré sacado casa prenda de ropa para colgarla en la habitación exclusiva para el closet, antes tenía un cajón y me alcanzaba todo pero esto me sobra espacio, es más, podría vivir en uno de los cajones.

Unos golpes en la puerta me hicieron reaccionar y abrí despacio.

—No preguntes —abrí y cerré la boca—, fui grosero y lo admito.

—No me pidas disculpas, ya pasó.

—Milan no me jodas, vengo con la mejor disposición a decirte esto y me echas, joder.

—Nunca dije...

—¿Te gustó el closet? —preguntó y caminó hacia el baño del cuarto.

—Eh, si —me rasqué la cabeza—, es muy grande.

—¿Por qué tienes tan poca ropa? ¿Fuiste de campamento y un oso te la robó?

—¿Qué? No —lo miré divertido—. Nunca me compraron más que esa, sobrevivo así.

—Necesitas ir de compras y esas mierdas. Te aseguro que quedarás asombrado con tantas bolsas que traerás de allá.

—¿Para eso es la tarjeta?

Aventuras de un herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora