Capítulo 44

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Alexander

No sé que pensar, ni como actuar ni que decirle a Milan después de haberme encontrado drogas en su bolsillo. Para mi como padre es algo inaceptable, lo que me decepciona más es que lo habíamos hablado la vez que las probó por accidente en la fiesta que organizaron en la casa sin mi permiso por supuesto, me prometió que no consumía y hoy sus palabras me demuestran que no puedo confiar en lo que me dice. La verdad no puedo estar cien por ciento seguro que es así, espero y confío en que me haya dicho eso por enojo.

Estoy a nada de llevarlo a la clínica para que le realicen un test de drogas, lo juro. Sé que me odiaría, pero no me puedo quedar tranquilo pensando en que he sido una pésima figura paterna y que todo lo que le he enseñado ha sido en vano.

Me está mirando con rabia y claro, tengo el cinto en mi mano derecha como si le fuera a dar la paliza de su vida cosa que no planeo hacer. Soy consciente de mis actos, yo nunca los he castigado de una manera brusca y no planeo implementarlo nunca, aunque esté enojado. Esa imagen fue un escarmiento para que parara con sus faltas de respeto porque vamos, que me ha subido y bajado en menos de diez minutos a su antojo.

—No te voy a repetir nada —dijo con un hilo de voz—, déjame en paz.

—Milan...

—¡Quiero estar solo! —no puedo creer la actitud que está teniendo.

—Hey —me miró—. No estas echando a tu hermano del cuarto. Y no estás hablando con él tampoco, si no con tu padre así que me bajas el tono ya mismo o te doy unos azotes para que refresques un poco la memoria ¿quedó claro?

Gruñó.

—Si, no hagas eso con las cejas que te saldrán arrugas —volteó el rostro—. Y no rehúyas la mirada jovencito.

—¡Deja de darme órdenes! —me descolocó su altanería.

—¿Ah? ¿Oí bien? —dejé el cinto a un lado porque no planeo ocuparlo y subí las mangas de la camisa hacia arriba.

—¡Si! —bufó y caminé hacia la cama para sentarme a un lado de él—. ¿Qué haces?

—Conversar contigo —sí, hasta yo me sorprendí de mi actitud. Voy a implementar parte de una crianza respetuosa, no toda.

—¿Qué? ¿Por qué? Deberías dejarme solo.

—Y tu dejar de gritonearme porque te voy a agregar más a tu castigo y sabes de que hablo.

Bueno hasta ahí fue mi paciencia. Se quedó en silencio. Respiré profundamente y me preparé para la conversación más difícil que he tenido en la vida.

—Quiero que seas cien por ciento honesto conmigo, Milan. Hablo muy enserio y que me respondas con claridad, ¿estás consumiendo drogas? —palideció.

—Es que...

—No, nada de "es que". Te pregunté algo, dime si o no —lo miré a los ojos.

—No.

El alma volvió a mi cuerpo, lo juro. Agradecí al universo por todo, casi salto de felicidad, sin embargo, solo por un segundo pensé que me mentía. Perfectamente podría hacerlo para librarse de un posible y muy probable castigo.

—¿Me estás diciendo la verdad? —se ofendió.

—¿Dudas de mí?

—Te encontré una bolsa con un contenido ilícito ¿Qué esperas jovencito? —bajó la mirada—, ¿Cómo llegó eso ahí?

—No lo sé —susurró.

—No me mientas, Milan Ignacio —sus mejillas se colocaron rojas—. No soy tonto como para pensar que por arte de magia apareció eso en tu bolsillo.

Aventuras de un herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora