Milan
Azúcar.
Así es. Ese simple ingrediente en las bebidas y postres que se nos ocurrió pedir con Miles nos hizo pésimo al estómago. Bueno, siendo sincero más a mí que a él. No sé si fue la cantidad o la comida que consumimos en sí, pero me siento fatal.
Cuando caminábamos por el supermercado buscando las cosas que faltaban me comenzaron a dar punzadas y ganas de vomitar. Quise ignorarlo por supuesto, a cualquiera le puede pasar y no le encontré un grado mayor de importancia hasta que ya se hicieron insoportables. Estuve a punto de vomitarle a la cajera cuando pasaba los productos para pagar.
Tuvieron que llevarme a la casa y ahí devolví todo lo que comí, fue horrible. Una de las cosas que más odio es vomitar y ese asqueroso sabor que queda luego, realmente lo detesto.
Abracé la taza del inodoro con mi vida. Nunca más comeré tanta azúcar, dios.
— ¿Mejor? —preguntó papá a mi lado. Se nota que está preocupado en su mirada. Recuerdo que mamá hacía lo mismo cada vez que me enfermaba.
— No —dije lloriqueando. No puedo aguantar las ganas de llorar como un niño. Es que de verdad me duele mucho.
— Eso les pasa por pedir muchas cosas dulces, ¿les dije o no? —coloqué mi mejor puchero y cerré los ojos debido a otra punzada—. Vamos a ir al hospital Milan, me tienen con los nervios de punta. Arriba, voy por el auto.
— ¡No! —abrí los ojos par a par y me aferré a su pierna como si mi vida dependiera de ello— ¡Papá, no!
Olvidé mencionar un pequeñísimo detalle. Soy miedoso, si, no lo oculto. Toda mi vida me han aterrado los hospitales. Cuando veía películas de terror todo lo relacionaba con aquello y fui creando un rechazo gigante.
Con Miles somos diferentes, totalmente. Y en esta situación lo puedo confirmar. Su truco o al menos el que utilizaba hace años era mirar hacia otro lado con tal de no ver ningún procedimiento y automáticamente se calmaba, pero yo no puedo. Es como si algo me obligara a mirar y me aterra.
— Milan no puedes quedarte con ese dolor el resto de la noche ¿de acuerdo? —me dio la mano y se la rechacé—. Tampoco quiero llevarte a la fuerza, jovencito— Mi labio tembló.
— Entonces no me lleves.
— Que gran solución Milan —fingió estar molesto.
— Papá me siento mal —Miles llegó por el pasillo abrazándose a sí mismo.
— ¿Quieres...? Miles acércate.
— No, no —dio una arcada.
— ¡Aquí vomito yo! —dije eso y papá sonrió por lo infantil que se escuchó.
— Iugh ¿crees que yo vomitaría donde vomi...? Ay no hablemos de eso que asco.
— Prepárense los dos, una chaqueta abrigadora porque hace frío y chicos, nada de rabietas que van a ir quieran o no ¿entendido?
— ¡No! —suspiró con mi grito y salió en busca de las escaleras.
— Iremos a perder el tiempo —susurró Miles.
— Claro que sí, no sirve de nada ir.
— Nos van a agujerear, es lo más probable —me puse pálido. El color de la cara desapareció con aquella mención—. Hey, tranquilo.
— ¿Con que...?
— Exámenes, Milan. Muestras de sangre, inyecciones para el dolor, lo normal.
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Aventuras de un heredero
أدب الهواةMiles Campbell Jones, uno de los chicos más reconocidos de toda Europa por ser hijo de un joven empresario exitoso como lo es Alexander Campbell. Él clasifica su vida como aburrida, no tiene diversiones como los chicos de su edad quienes a su visió...