Capítulo 7

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Miles

—Ahora a comer —arrugué las cejas por su cambio de tema— ¿Qué?

—Yo...

—No discutiré por esto Miles.

—¡Dijiste que ibas a cambiar!

—Y lo intentaré pero no mezcles las cosas, que cambie no significa que deje de preocuparme por ti, todo lo contrario así que camina jovencito que no vas a evadir las comidas.

—Milan...

—Estará sentado y callado, lo mismo que tú. Nada de peleas en la mesa hasta que yo vuelva, tengo que hablar con Lucas.

Refunfuñando en una esquina caminé a pasos lentos, pensé mucho en lo que me dijo Alexander, ¿será que lo hace de verdad? Me tiene intrigado lo que para él significa un cambio.

No es justo que me obliguen a comer cuando no quiero, desde afuera huelo que es algo con brócoli y me dan arcadas. No entraré ni de coña.

—¿Y usted? —choqué con Lucas cuando me volteé para irme a la habitación— ¿Se le perdió la cocina?

—Lucas no andes con esas mierdas, sé lo que hay allá adentro, déjame pasar...

—Su padre dejó estrictamente la condición de que usted...

—Que le den si cree que comeré esa asquerosidad, con permiso —dije en el momento menos oportuno.

¿Está esperando que se me salgan las palabrotas para aparecer? Mi mala suerte me persigue.

Se quedó parado al frente de mí y me arrepentí de algunas palabras, sé que el cambio que quiere hacer no viene con letras pequeñas diciendo que los castigos se anulan hasta nuevo aviso. Probablemente quedaría en sus rodillas ahora mismo si Lucas no estuviera presente. No puedo controlar los insultos, salen de la nada.

—Adelante —tragué saliva al ver que no me regañó y me dio la pasada por la puerta.

Joder, no me genera confianza, ¿y si me dan un azote que me tome desprevenido?

No pasaré, menos ahora.

—Yo... necesito ir por eso —maldecí —, eh...

—Entra Miles, no tengo todo el día y tu comida se enfría.

Sonaría muy infantil que le diga que se quite de la puerta, pasaría vergüenzas frente a Lucas y ni decir de mi reputación.

—Papá el jugo se derramó en la mesa, ¿dónde hay papel para limpiarlo? —Milan llegó a la escena y mi cara se tornó de color rojo.

"Papá el jugo se..." —comencé a imitarlo con voz chillona y me quedó mirando enojado— ¿Qué me ves?

—Deja de ser tan idiota.

—¿Es enserio? ¿Van a pelear? —Alexander nos tomó a ambos de la mano, uno en cada lado y nos llevó directo al comedor— Ni un día llevamos y ya se transforma en una discusión, no quiero que sea una guerra entre ustedes ¿de acuerdo?

—Que no se burle de mí.

—Cállate idiota —respondí a la defensiva.

—¿Quieren irse castigados? ¿Eso quieren? Porque no tengo problema en hablarles de lo que es ser hermanable.

—¿Sin celular el primer día que estoy aquí?

—Ni te imaginas —resoplé y fui en busca de un vaso.

—¿A qué te refieres? —dijo confundido y me persiguió — Miles dime, no seas pesado.

—Descúbrelo tú solo Milan, no me toques las pelotas.

Aventuras de un herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora