Estella se despertó justo a tiempo para ver cómo el sol volvía a casa y la luna salía a vigilar el cielo durante la fría noche otoñal. Observó el atardecer a través de la pequeña ventana de la habitación. La realidad le pareció más dulce y menos oscura mientras veía cómo se hacía de noche desde la tranquilidad del pequeño apartamento.
Habían transcurrido un par de noches desde su repentina aparición en el piso de Lucy. Tras tanto tiempo, Estella creía haber olvidado lo que era dormir en paz. Por primera vez en lo que le parecía una eternidad, había sido capaz de descansar sin que ningún monstruo hiciera de sus sueños las más terribles pesadillas. No tenía palabras para mostrar la gratitud que sentía ante la generosidad de su amiga, que le había permitido quedarse con ella todo el tiempo que necesitara.
La casa estaba en silencio. Lucy aún no había vuelto del trabajo, así que Estella aprovechó para dirigirse a la sala de estar. Se tiró sobre el sofá en el que había derramado tantas lágrimas la noche de su llegada y agarró el portátil que reposaba sobre la pequeña mesa que tenía al lado.
No tardó en sentir cómo su cuerpo se quejaba al moverse bruscamente. La adrenalina se había esfumado y sentía las extremidades entumecidas a raíz de la batalla con Devrob. Le llevaría un tiempo recuperarse de todos los restos que aquel encuentro había grabado en ella.
Había optado por omitir ese capítulo cuando le relató lo ocurrido a su amiga. Se sentía como una impostora al no serle del todo sincera y trató de convencerse de que aquélla era la mejor decisión para ambas. Lo último que deseaba era que se convirtiera en un monstruo a ojos de Lucy. Había matado a alguien. Le había arrebatado una vida a la muerte, por mucho que se tratara de la de un asesino. Aquello la convertía a ella también en una asesina y no podía hacer nada para cambiarlo. Trató de pensar en otra cosa.
Se apalancó en un rincón del sofá, escondida bajo la enorme manta que la cubría casi por completo. Hacía frío. El portátil reposaba sobre su regazo y desprendía una calidez agradable.
La primera búsqueda fue tan sencilla como poco exitosa. Tecleó las palabras La Sociedad y pulsó el botón al buscar. Como era de esperar, no topó nada relacionado con lo que ella buscaba.
Tenía que intentarlo.
Borró la búsqueda y escribió una única palabra: magia. No sabía por dónde empezar. Leyó, borró y volvió a teclear una y otra vez hasta que escuchó el sonido de las llaves abrir la puerta. Tenía la esperanza de toparse con alguna pista en la red, algo que le hiciera saber más sobre La Sociedad y sobre quién estaba detrás de los asesinatos en la ciudad.
—¿Qué tal ha ido el día?—saludó Estella cuando su amiga entró en el salón.
—Se me ha hecho eterno—contestó con voz cansada—. ¿El tuyo?
—Muy corto—sonrió.
Al ver que Lucy levantaba una ceja como muestra de asombro, Estella añadió:
—He dormido hasta hace un par de horas.
—Bien, bien—respondió mientras se dirigía a su habitación ansiosa de deshacerse de la ropa de calle y ponerse algo más cómodo encima—. Tienes mucho mejor aspecto. ¿Has descansado?
Tampoco era muy difícil que tuviera una mejor apariencia que la del día anterior. La ropa limpia, una ducha y haber dormido en condiciones le habían sentado de maravilla. Se sentía renovada.
—Sí—sonrió Estella al recordar el tranquilo sueño que había tenido.
Durante la cena, Estella no pudo contener las ganas de agradecerle a su amiga todo lo que estaba haciendo por ella. Lucy seguía teniendo muchas preguntas en la cabeza, pero aquella noche optó por no arrojarlas sobre la mesa. Prefirió disfrutar de la compañía de su amiga. Ya llegaría el momento de disipar todas sus dudas.
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Estella
FantasyEl cuerpo de un hombre aparece tirado en la esquina de una carretera a medianoche. Cuando Estella, una joven de veintidós años que trabaja como tragafuegos, descubre que se trata de su novio, se ve envuelta en una frenética trama de misterio, asesin...