Necesitaba respuestas y no podía demorarse mucho más en salir en su busca. Aquel extraño de cabellos dorados había colocado en su mente una bomba repleta de nuevas incógnitas que no sabía cómo resolver. Si no era rápida, el juego terminaría mucho antes de que pudiera encontrar a alguien que respondiera sus preguntas.
Estaba hambrienta y necesitaba descansar. Ni siquiera habían pasado veinticuatro horas desde que se adentraron en la base de La Sociedad, pero sentía que había transcurrido una eternidad desde entonces. Su vida había dado un giro de ciento ochenta grados y volvía a estar en el punto de partida una vez más. Sin ningún sitio al que ir, no tenía a nadie a quien acudir. No podía volver a su antigua vida. Resultaba demasiado arriesgado.
Tampoco podía sacarse de su cabeza a Dana y a los demás. Había huido sin decir nada. Se fue sin agradecerles todo lo que habían hecho por ella sin pedir nada a cambio. Ellos la habían salvado y la habían acogido como a una más. El único souvenir que les dejó fue el cadáver de Devrob frente a la casa. El sentimiento de culpa la quemaba por dentro.
En mitad de aquel huracán de pensamientos, había una única persona que le abriría la puerta de su casa a pesar de que se hubiera desvanecido de la faz de la tierra de la noche a la mañana. Estaba segura de ello porque Estella también estaría dispuesta a ayudar a su amiga sin importarle las circunstancias.
Lucy. No había establecido contacto con ella desde el entierro de Rob. Se acordó de los mensajes que le mandó durante los días en los que había estad bebiendo en casa, intentando amortiguar el dolor de su pérdida. Se había encerrado en sí misma y había ignorado cualquier cosa que viniera del exterior.
Habían sido inseparables hasta que la vida las separó. La tienda en la ambas se concieron trabajando cerró y cada una tomó un camino diferente. Estella se convirtió en diésel, fuego y purpurina. Lucy, en cambio, había encontrado un trabajo en otra tienda.
Ella no haría preguntas. O al menos, eso creía.
Se odió a sí misma por no haberse acordado de su amiga hasta entonces. Estaba siendo realmente egoísta al decidir acudir a la casa cuando no le quedaba otra opción. Se sintió fatal por utilizar a las personas como tiritas de usar y tirar que cubrían sus heridas por tiempo limitado. Después las desechaba en la primera papelera que encontraba y seguía caminando como si nada Pero no tenía a dónde ir y no quería dejar ningún cadáver más por cada sitio que pasaba.
Recordaba dónde vivía. Cruzó los dedos para que no se hubiera mudado en todo aquel tiempo en el que no había sabido nada de ella. No perdía nada por intentarlo. Salió del cementerio, habiendo dejado parte de ella allí, enterrada junto a Rob y volvió a sumergirse en el mar de caos, gente y edificios.
Mientras caminaba, evocó en su mente una de las conversaciones que había tenido con su amiga poco antes de desaparecer. La misma cafetería de siempre. La que hacía esquina con la tienda. No había viernes en el que no fueran allí después de cerrar.
—Bueno, cuéntame—comenzó Lucy, sentada en la misma mesa de siempre—. ¿Qué tal os va a Rob y a ti?
—Estupendamente bien—contestó ella con una sonrisa radiante—. Estamos mejor que nunca, la verdad. Estas vacaciones nos han venido la mar de bien. Apenas nos veíamos durante las últimas semanas. Él entraba tarde en el bar y yo madrugaba para ir a la tienda. Casi no coincidíamos.
—Bien, bien—sonrió su amiga—. Me alegro de que todo vuelva a ir bien, de veras.
Añoraba la cotidianidad de aquella vida libre de preocupaciones. Solían aprovechar las ocasiones como aquélla para ponerse al día y charlar sobre sus vidas. Por aquel entonces, Estella sospechaba que su amiga tenía algún que otro secreto que desvelarle y estaba ansiosa de que sus teorías se hicieran realidad.
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Estella
FantasyEl cuerpo de un hombre aparece tirado en la esquina de una carretera a medianoche. Cuando Estella, una joven de veintidós años que trabaja como tragafuegos, descubre que se trata de su novio, se ve envuelta en una frenética trama de misterio, asesin...