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—Entonces, ¿Cómo es que pudieron encontrar el camino al pueblo?—
Emilio intentó mantener una tranquila conversación para romper el hielo con sus nuevos conocidos. —Aunque no lo parezca el valle es muy grande y cualquiera puede perderse ahí. Hasta los propios Madrigal ya lo han hecho— rio, mirando de reojo al grupo que no se separaba de su lado.

El hombre de entre 45 años imitó una risita para después explicar.
— Es que vimos unos fuegos artificiales y...

—Oh— exclamó su guía sin dejarlo terminar. —Si, fue por la fiesta de Bienvenida de Bruno Madrigal —

El contrario hizo una mueca de desconcierto al oir ese apellido otra vez.
¿Quiénes eran los tales Madrigal? Esperaba conocerlos pronto y saber el porqué de que tuvieran el respeto de toda esa gente.

Y, ¿Cómo que fiesta de Bienvenida?
¿Ese Madrigal habia salido? Creía que no se podía traspasar las montañas tan fácilmente.

—Disculpa y esos Madrigal de los que hablas...

—Son muy amables, les van a caer muy bien — aseguró, parando frente a una inmensa y hermosa casa. —Son personas correctas y formales— recitó después de haber tocado la puerta, viendo a un joven de unos 16 años recibirlos.

El grupo lo miró extrañado, repasando su camiseta con mangas, falda roja y sandalias cafés.
Emilio por su parte, solo le sonrio, como si ya estuviese acostumbrado a eso.

Camiiii— saludó el hombre con su diminutivo, intentando sonar más amigable.

Emiiii— logró murmurar casi audible, pues la impresión de ver a tantas personas que jamás en su vida habia conocido, frente a su casa, era algo raro.
Aún perplejo, recordó su estado de vestimenta actual al darse cuenta como aquel grupo no le quitaba los ojos de encima.

Su mirada no era juzgadora, sino más bien de ¡¿Hermano, qué diablos?!
Pues no creo que todo el mundo espere encontrarse con alguien de pésimos gustos en moda frente a tu puerta.
Pero lo que más agitó a Camilo, fue la mirada de los dos adolescentes que rondaban su edad.

La chica aguantaba su risa disimuladamente, tapando su boca con ambas manos.
Mientras que el joven le regalaba una sonrisa, siendo cortés. Sin embargo, su creciente sonrojo lo hizo volver su mirada a otra dirección.

—¿Podemos pasar?— la voz de Emilio cortó el extraño ambiente recién formado, haciendo que Camilo retomara su compostura y carisma, permitiéndoles avanzar.

—Adelante, todos están en el comedor —
Pronto, Emilio y Camilo estaban frente a gran parte de la familia junto a un hombre con una niña, un bebé, dos adolescentes y una anciana.

—Buenos días Señora Alma— Emilio estrujó su sombrero entre sus manos, luego de quitárselo como saludo a la Matriarca. —Lamento la interrupción, pero ellos necesitan hablar con usted—

La nombrada y el resto examinaban a los nuevos de arriba a abajo, por supuesto, siempre regalando una sonrisa educada.

—Doña Alma...

—Señora Alma querido o solo Alma— interrumpió la mujer canosa, sonriendo. —¿Pero dónde están mis modales?, ¿Ya desayunaron?—

—La verdad no, pero no queremos incomo...

—Tomen asiento entonces. Tu también Emilio— ofreció la abuela.

—No creo que hayan suficientes espacios— habló el hombre, queriendo denegar la invitación.

—No se preocupen, mi sobrina y yo ya nos íbamos — aclaró Pepa, dándole un beso a su madre y despidiéndose. —Un gusto, esperamos verlos en otra ocasión —

Let's talk about the Madrigal's 🦋🌱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora