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Sujetaba su pecho con temor a que su corazón saliera de este.
La voz de Mirabel se hacia cada vez más fuerte, eso significaba que se estaba acercando a donde ella estaba.

Podían llamarla cobarde por lo que hizo minutos atrás; y si, tendrían razón.
Había salido corriendo a los adentros del bosque, donde los árboles más altos y frondosos cubrían el paisaje.
Es decir, literalmente habia despegado sus labios de aquellos suaves y rosados, para con una mirada fugaz y un "Bye", desaparecer de su vista.

¡¿En qué estaba pensando?!
Exacto, no lo estaba haciendo.
Así seguramente la chica de sus sueños le correspondería.

—¡Carolina!— gritaba Mirabel a los alrededores con la esperanza de que ella no haya ido muy lejos.

La nombrada veía como la Madrigal caminaba lento, observando hasta la más mínima señal de ella; sin embargo, esto no sería tan sencillo, pues Carolina yacía sujeta sobre las ramas de un árbol.

—Por favor, solo quiero hablar contigo. No estoy enfadada— dijo, bajando el tono a medida pronunciaba aquello.
Preocupándose por lo que la pobre chica pudo haber pensado, quería encontrarla y aclarar sus sentimientos también.

La extranjera escuchó todo, viendo como Mirabel tomaba un descanso en el tronco del árbol donde precisamente estaba ella.
Pero que casualidad.

—No hiciste nada malo — Comenzó Mirabel un monólogo, suspirando. Permitió que la suave brisa acariciara sus rizos y cerró los ojos al ver los rayos del sol colarse por entre las nubes.
—De hecho, tu también me gustas— Admitió para ella misma. Le fue más fácil de lo que creía; pero, el saborear la verdad fuera de su boca, se sentía extraño.
Extraño pero con un peso menos encima.
Pensaba que decírselo a ella sería más complicado; asi que, no cantaba victoria aún.

—Perdón por no darme cuenta antes — reconoció, pensando en las veces en que se regalaron miradas, roces y sonrisas que, a ojos ajenos, se veían desinteresadas; sin embargo, para ellas fue evolucionando a algo más especial.
—Claro Mirabel, puedes darte cuenta de los problemas familiares pero no de cosas tan obvias como esta. ¿Qué clase de persona eres?— masculló entre dientes, recriminándose por sus fallos.

Mirabel arregló sus anteojos con la idea de seguir su camino, buscando a Caro hasta que la tarde le diera permiso.
Empero, una cabellera castaña recogida en una enorme trenza, detuvo sus planes.
Una persona maravillosa
Mirabel estuvo a poco de gritar o al menos golpear al pervertido que se le ocurrió saltar de las ramas, pero al darse cuenta de que era la ojiazul, exhaló tranquila.

La mejor que he conocido en mi vida —
Continuó la muchacha, respondiendo a la pregunta retórica formulada por la contraria.
Carolina permaneció boca abajo cuanto pudo, sosteniéndose con sus piernas en la gruesa rama donde estaba sentada, viendo a la rizada al revés.

—¿En serio eso piensas?— Quizá la pregunta era tonta, pero quería estar segura.
Porque, ¿Que tanta suerte tiene una persona para que la chica que le gusta le corresponda?
Así es, mucha.
—Tu también eres fabulosa—
Un sueño diría ella.

La Garcia no aguantó mucho más colgada en esa posición, cayendo al pasto.
Lo siguiente que pasaría, sería que Mirabel ayudase a su pareja a levantarse; sin embargo, la Madrigal tuvo la idea de recostarse con ella.
El pasto era cómodo y la compañía agradable; con ello, se quedaría a tomar la mano de la castaña.
Escuchando el cantar de los pájaros y sonriendo al recordar quien era la persona que estaba a su lado.

No.
Mirabel pensó que no era una persona maravillosa; más bien, se consideraba afortunada por haber conocido a Carolina.

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Let's talk about the Madrigal's 🦋🌱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora