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Esa mañana los Madrigal andaban de un lado a otro, casi o peor que cuando era la celebración del don o cuando era el cumpleaños de alguno de estos.
Debian estar listos rápido, el desayuno fue un poco más calmado o al menos hasta que Luisa recordó un asunto.

—Abuela, puede que hoy no los logre acompañar — habló su nieta.

—Es cierto, hoy da a luz Petunia— secundó Mirabel antes de que Alma preguntara.

—Diego y yo hemos estado esperando este día por meses— explicó con emoción al imaginarse por fin a la nueva cria de asno.

El vidente sonrió como reflejo al escuchar a Luisa hablar con tanto afán sobre dichos animales, era como escucharse a él hablar de sus inseparables compañeras.
Pero la vida nunca estaría de su lado, ¿Verdad?

De un segundo a otro, todo se congeló a su alrededor. Su mirada se tornó de un verde intenso e imágenes comenzaron a atacarlo.
Sostuvo su cabeza un buen rato, mientras los presentes en la mesa lo miraban preocupados.

—Tio, ¿todo bien?—
La voz de Mirabel lo hizo elevar su vista, ya sin ese color amenazante en su mirada.

—Si— mintió.
No podía arruinarle a Luisa su día contándole su visión. Ocurría como antes, que las personas lo culpaban por todas las desgracias.

—Bruno— insistió su hermana Pepa.
Si no decia nada, Luisa quedaría devastada.
Talvez si lo compartía, podrían evitar dicha calamidad.

—Vi a Petu... a Petunia— indicó con su respiración agitada.
—Tendrá gemelos—

La mirada de Luisa fue de felicidad pura, la cual se deformó al oir lo siguiente.

—Pero uno de ellos tendrá problemas para salir, atascando al otro y poniendo en riesgo a la madre—

—Gracias por compartirlo— calmó Julieta, antes de que Bruno se sintiera más culpable.

—Podemos tomar esto como ventaja y pensar en una solución — abogó Isabela.

—Yo podría ayudar a calmarla— ofreció Antonio.

—Yo a sostenerla— dijo Luisa, con firmeza.

—Preparemos mantas limpias y agua fresca— habló Dolores a su Madre.

—¿Pero quién podría asistir el parto?— cuestionó Julieta, sin querer apagar las esperanzas de su familia.

Bruno se paró de la mesa, con una idea en mente. —Yo conozco a alguien —

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"Debí pensar mejor esto", se regañó mentalmente ya frente a la puerta.
Su familia estaba preparando todo para ayudar a la burrita, mientras Camilo, Mirabel y él estaban parados en la casita donde se ospedaban los nuevos.

Bruno había tapado su rostro con su ruana de manera inconsciente justo cuando Camilo había tocado aquella madera.

La puerta fue abierta lentamente, dejando ver al hombre a quien buscaban tras ella.
—Hola— saludó a los tres, posando su vista en aquella figura cubierta por la ruana.
—¿Bruno?—

El nombrado retiró la manta al sentirse fuera de lugar. —Gabriel, necesitamos tu ayuda—

—Claro, ¿Para que soy bueno?— cuestionó para luego atender a los lloriqueos de Samuel. —Pueden pasar si quieren, solo déjenme calmar al bebé —

—No hay mucho tiempo, debes ir ahora — explicó Camilo, yendo directo al bebé y tomarlo entre sus brazos. Se transformó en el Padre del niño para que al instante dejase de llorar.

Let's talk about the Madrigal's 🦋🌱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora