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Sus pasos eran rápidos pero inestables. Sus gargantas estaban resecas por exhalar de forma tan frenética.
La verdad es que, el caminar esa cantidad de kilómetros no hubiese sido tan terrible, el problema era el tiempo tan prolongado por el que habían caminado, las altas horas de la noche que exigían descanso y la tormenta que los habia obligado a buscar refugio.

La luz de su linterna apenas y los ayudaba a ver por donde caminaban, sin poder parar hasta encontrar algo que los cubriera.
Un casi cegador relámpago lo hizo darse cuenta de las enormes montañas que obstaculizaban el paso.
Paró en seco, haciendo que el resto lo imitara.
—¿Qué tan lejos llegamos ya?— cuestionó en un susurro, pues había pensado en voz alta.

—¿Cómo lograremos cubrirnos de esta lluvia?, será difícil pasar esta noche— temió un joven, viendo a su abuela ya exhausta.

—Debemos irnos bajo algún árbol— indicó el hombre sin muchas opciones. —Nos irá peor si intentamos rodear estas montañas. Es lo único que tenemos por ahora—
Suspiró resignado, abrazando a su hijo contra su pecho.

El hombre los guió hacia un lugar donde pudieron sentarse un respirar un momento, aun con las gotas cayendo sobre ellos, con menos intensidad.

Una niña de alrededor de 8 años, contenia su vista en el pasto mojado bajo sus pies; sorprendiéndose, al ver una luz salir del verde pastizal.
—Papá — señaló la chiquilla, hacia la tierna y tintileante luz frente a ellos. —¿Qué es?—

El nombrado enfocó al objetivo, negando al reconocer lo que era.
—¿Qué hace una mariposa en medio de la noche, en la lluvia?— cuestionó.

—Están saliendo más — indicó un muchacho, hacia una fila de mariposas que revoloteaban sobre ellos.
Dichos insectos, iluminaron los alrededores, guiando al grupo hacia la falda de las montañas.
—¿Quieren que las sigamos?—

—¿Cómo se te ocurre?, solo son mariposas — recalcó una chica de su misma edad, mientras la niña luchaba por no ir a corretear a esos pequeños insectitos.

—Si, mariposas que han aparecido sospechosamente en estas circunstancias — insistió al darse cuenta que su amiga lo intentaba llamar loco.

El hombre de unos 46 años estaba por parar la discusión, cuando un fuerte terremoto los alertó.
—Al suelo— advirtió, mientras las montañas abrian un pequeño hueco, por donde la fila de mariposas pasó sin problemas.

—No sé ustedes, pero yo voy a seguirlas— admitió el chico, levantando a la Señora con él. —Vamos abuela —

La joven miró al hombre, esperando su aprobación, llendo tras él al ver como tomaba a sus hijos y los llevaba con él.

Eso sin dudas era por mucho lo más extraño que les había pasado.
Una vez en el otro lado, las montañas se cerraron nuevamente, sin hacer el menor estremeciendo posible.
Las mariposas desaparecieron tan repentino como llegaron, y la lluvia, en ese valle no había rastros de que hubiese caído una.

—¿Esto fue una especie de milagro?—

—No sigas con eso— regañó la chica, trantando de buscar otra especie de explicación. —Están locos. Estamos locos por seguir a unas mariposas fantasmas hacia un terremoto —

La mujer mayor ignoró lo dicho por los adolescentes, admirando el lugar.
—Apesar de estar iluminando por la luz de la luna, este valle es un encanto— sonrió la abuela, sentándose a gusto sobre el pasto seco.

—Papi— su hija mayor jaló la manga de su camisa. —¿Dónde estamos?—

El Padre no se le ocurrió más que también tomar asiento, recostando a sus hijos sobre su regazo. —No lo sé hija. Por ahora hay que descansar, mañana lo averiguamos —

Let's talk about the Madrigal's 🦋🌱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora