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Sejun conducía hacia la escuela, y yo me encontraba en el asiento del copiloto, perdida en mis pensamientos mientras mi mirada se fijaba en el paisaje exterior. El cielo, cubierto por nubes pesadas, tenía ese tono gris amenazante que siempre anunciaba la lluvia. Las gotas comenzaban a golpear el parabrisas de forma intermitente, como un susurro tímido antes de la tormenta. El aire estaba impregnado de esa sensación densa, casi palpable, de un día que prometía ser largo.

—¿Cómo vas? —pregunté, rompiendo el silencio que parecía haber crecido entre nosotros durante los últimos días. Intentaba suavizar el ambiente, romper la barrera invisible que mi hermano mayor solía construir.

Sejun no apartó la mirada del camino, pero su respuesta fue fría y directa, como siempre. —¿Disculpa?

—Digo... con tu nueva pieza de arte... —carraspeé la garganta, sintiéndome un poco incómoda. Hablar con Sejun siempre había sido un reto; cada conversación parecía una negociación cuidadosa, tratando de no cruzar los límites de su indiferencia.

—Oh, eso... —murmuró sin demasiado entusiasmo, como si el tema apenas le importara—. Supongo que va bien. —Giró el volante con la seguridad de quien ha hecho ese movimiento miles de veces—. ¿Por qué el interés? ¿Quieres seguir mis pasos? —Agregó, y por un momento, pensé que intentaba bromear, pero el tono de su voz seguía siendo neutral, distante.

—Solo quería saber de qué se trataba —respondí, tratando de mantener mi voz relajada, aunque la incomodidad comenzaba a invadir mis palabras—. No me interesa el arte, creo que ya lo he dejado en claro.

Lo dije con un tono más severo del que había planeado, pero esa era nuestra dinámica. Si no tomaba una postura firme, Sejun siempre encontraba una forma de minimizarme.

Sejun dejó escapar un suspiro apenas audible, como si estuviera evaluando cómo responderme esta vez. —Creo que le di poco significado a mi pieza —murmuró, su mirada fija en la carretera, pero su tono era más reflexivo—. Tal vez no sea lo que esperaba.

—¿Ah, sí? ¿Cuál? —le pregunté, intentando no sonar demasiado curiosa, pero algo en la manera en que lo dijo despertó mi interés. No solía ser tan autocrítico.

—El amor ciego —respondió, como si fuera obvio. Su mano izquierda descansaba con ligereza sobre el volante mientras la derecha se apoyaba en su muslo—. En mi pieza, hay dos personas besándose, pero ambas están cubiertas por telas. No pueden verse, pero aún así, se aman. —Hizo una pausa, como si intentara encontrar las palabras exactas para describir lo que significaba su obra para él—. No se trata literalmente de ciegos, sino de personas que se niegan a admitir que están enamoradas. Se tratan como amigos, o al menos eso quieren creer, pero en realidad, son diferentes cuando están juntos. Lo niegan incluso cuando es obvio para los demás. Es un amor que prefieren no ver, porque aceptar la verdad sería demasiado complicado.

Me sorprendió lo profundo que era el significado detrás de su pieza. Aunque Sejun no solía compartir sus emociones, su arte siempre revelaba algo más de lo que las palabras podían expresar. En ese momento, sentí una extraña conexión con su obra, como si estuviera describiendo algo más que solo arte.

—Eso es interesante —admití, algo sorprendida de mí misma. Levanté las manos en un gesto cómico y le hice dos pulgares arriba, tratando de aligerar la atmósfera.

Sejun desvió su mirada hacia mí durante unos segundos, su expresión impasible, casi neutral. No podía descifrar si estaba complacido o si simplemente no le importaba mi reacción. Tragué con dificultad, el momento incómodo se extendía, así que volví la vista hacia la ventana, intentando llenar el vacío que había dejado nuestra fallida conversación.

✦ˑ 𝗣𝗋𝗈𝖿𝖾𝗌𝗈𝗋 𝖽𝖾 𝗆𝗎́𝗌𝗂𝖼𝖺  𝄞⋆| 𝗟𝖾𝖾 𝗛𝖾𝖾𝗌𝖾𝗎𝗇𝗀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora