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Estaba parado bajo un árbol que daba a la ventana de la habitación de Jihye. Aún faltaban unos minutos para la hora acordada, pero la ansiedad por verla me había ganado, y no pude evitar apresurarme en llegar antes.

Con los nervios a flor de piel, jugueteaba distraídamente con la pantalla de mi celular, dando pequeños toques para ver la hora una y otra vez. Finalmente, levanté la mirada hacia la ventana y allí estaba ella. Aunque la oscuridad envolvió completamente el cielo distinguí su silueta perfectamente.

—Hola... —saludé en voz baja, mordiendo mis labios con nerviosismo mientras ella sacaba sus pies por la ventana.

—Hola —me devolvió el saludo con una suave risa. Esa risa que tanto amaba, tan suave y delicada, capaz de hacerme sonreír sin esfuerzo—. ¿Puedes ayudarme? Está muy alto.

Me acerqué rápidamente, colocándome justo debajo de la ventana, con los brazos abiertos listos para atraparla en caso de que cayera.

—Salta, yo te atraparé —dije, mirándola fijamente a los ojos.

Ella pareció dudar, tal vez cuestionando mis capacidades debido a la altura considerable desde la que debía saltar. Pero yo jamás permitiría que se lastimara. La protegería con mi propio cuerpo si fuera necesario.

—¿No confías en mí? —pregunté suavemente, anhelando escuchar que sí, que confiaba en mí.

—Bueno... es complicado... —murmuró ella, con un dejo de incertidumbre en su voz.

Ya lo sabía. No podía esperar demasiado después de haberla herido antes. Ahora, tenía que ganarme su confianza de nuevo, y no me rendiría hasta obtenerla. Cada momento junto a ella era una oportunidad para demostrarle que podía contar conmigo, que estaba dispuesto a hacer lo que fuera por mantenerla a salvo y a mi lado.

Ella tomó una respiración profunda y, con una última mirada hacia mí, decidió confiar. Cerró los ojos por un segundo antes de saltar. Sentí mi corazón detenerse en ese instante, pero en cuanto cayó en mis brazos, el mundo volvió a girar.

La sujeté con firmeza y suavidad a la vez, asegurándome de que no se hiciera daño. Ella abrió los ojos y se encontró con mi mirada.

—¿Estás bien? —pregunté, sin dejar de sostenerla.

—Sí, gracias —respondió ella, esbozando una tímida sonrisa que me hizo sentir un calor reconfortante en el pecho.

La dejé suavemente en el suelo, pero no pude evitar mantener mis manos en sus brazos, como si temiera que se desvaneciera en el aire.

Nos quedamos en silencio por un momento, solo mirándonos, hasta que ella dio un paso hacia atrás.

—Tenemos que irnos antes de que mis hermanos o aún peor, mi madre nos descubra —dijo en un susurro, rompiendo la magia del momento pero recordándome la realidad de nuestra situación.

Asentí, y comenzamos a caminar en silencio por el jardín, alejándonos de la casa. La noche estaba tranquila, solo el susurro del viento y nuestros pasos rompiendo la serenidad.

Caminamos unos minutos más hasta llegar a mi auto, escondido estratégicamente detrás de unos arbustos para que no fuera visible desde la casa. Abrí la puerta del pasajero para ella, que entró sin decir una palabra.

Una vez que estuve al volante, me tomé un momento para mirarla antes de encender el motor. Ella llevaba un vestido negro casual que le llegaba por encima de las rodillas. No era solo el vestido; era ella quien lo lucía con tal gracia que lo hacía parecer una obra de arte. Cada curva, cada movimiento suyo hacía que esa prenda simple se transformara en algo extraordinario.

✦ˑ 𝗣𝗋𝗈𝖿𝖾𝗌𝗈𝗋 𝖽𝖾 𝗆𝗎́𝗌𝗂𝖼𝖺  𝄞⋆| 𝗟𝖾𝖾 𝗛𝖾𝖾𝗌𝖾𝗎𝗇𝗀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora