Capítulo 5 ─ Anhelo de un caballero

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Las risas de los niños animaban las calles de Festord ese sábado al mediodía

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Las risas de los niños animaban las calles de Festord ese sábado al mediodía. En cuanto terminaron sus deberes de la escuela, perseguir la pelota y corretearse se convirtió en su única prioridad. Noir los veía sentada en el escalón exterior de una tienda, cuidando las mochilas que estos aventaron sin delicadeza alguna.

—¡¿Lo viste, Gardi?! ¡Me lucí con esa anotación! —alardeó Sandor, frotando el puente de su nariz con aires de grandeza.

—¡Sí, gracias a mi pase! —protestó Leika, exaltada.

La princesa sonrió desde su puesto.

—No peleen, todos son grandiosos cuando se coordinan como ahora.

Complacidos con aquella respuesta, los infantes reanudaron el juego de inmediato. Tal fue su entretenimiento y el de su espectadora que no se percataron de la mujer que se aproximó.

—¡Hola, Gardilia! ¿Estás descansando después de tanta acción junto a esos diablillos? Yo vine a recoger a Zeke para que almuerce temprano.

—Buen día, Sasha. —Noir negó, vacilante—. Oh, no, los deportes nunca han sido mi fuerte. Además, no tengo la vestimenta adecuada para participar.

—¿Y qué? Ponte unos pantalones.

—¿C-cómo?

Una solución lógica en teoría; no obstante, su equipaje yacía compuesto por vestidos, corsés, faldas largas, camisones de noche, ropa interior, calcetines y cuatro pares de calzado. En sus veinticinco años de vida, el uso de algo tan burdo como el pantalón le era ajeno. Claro que, las botas montañeras tampoco correspondían a la realeza.

Sasha soltó una carcajada que la sobresaltó.

—¡Esa cara lo dice todo, amiga! ¿Por qué no vas al mercado más tarde? Quizás no lo recuerdes, pero vendemos atuendos ideales para la vida en el pueblo.

—¿Crees que sea conveniente?

—Tu mayor actividad física se limita a hacer las entregas de Marce, ¿correcto? ¡Y mírate! Ni siquiera puedes jugar con un baloncito. Te falta un guardarropa que se ajuste a este tipo de situaciones.

Incapaz de rebatir su argumento, Noir accedió con una expresión determinada. Estrenarse un par de pantalones era banal comparado a lo vivido esos últimos días.

Le desconcertó descubrir, posteriormente, cuán cómodos se sentían sobre sus piernas. Sasha eligió varios de textura suave y adaptativos a su pequeña figura, lo cual le agradeció mediante una propina generosa. Sin embargo, debía admitir que, a diferencia de sus acostumbrados vestidos y apartando la libertad superior al moverse, también se consideraba bastante expuesta.

Guardó las compras en la cabaña y optó por caminar un rato, a la espera de que el tiempo calmase su inquietud.

¿Qué opinarían sus hermanas de su nuevo estilo? Kiana reiría, Burak levantaría una ceja y Gushi temería los reyes la atraparan. Cada vez que salía de su zona de confort, Noir se consolaba imaginando las reacciones de quienes más la apoyaron.

El disfraz de Su Majestad [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora