Al día siguiente, el granjero se hallaba sentado en una roca entre árboles y matorrales. No entendía por qué otros vigilantes preferían plantarse frente a la entrada como un adorno, si era mejor ocultarse para engañar a cualquier intruso.
El ligero trote de un caballo lo hizo afianzar su espada de madera. ¿Un visitante tan temprano? Shiro avanzó, aprovechando la densidad del bosque. Se agachó y observó cómo el carruaje se detenía a un par de metros de la puerta principal.
Pese a que el conductor no lucía sospechoso, era una mala señal que las ventanas del vehículo escondiesen a sus ocupantes. ¡Podría estar infestado de mercenarios! ¿Por qué parar allí? ¿Era una carnada? ¿Esperaba un pasajero?
Agitó la cabeza hacia atrás, apartando el flequillo de su sudorosa frente.
Finalmente, tras una incierta tortura, una persona se aproximó a la carroza desde Festord.
«¿Edward?».
El caballero examinó los alrededores, como si comprobara encontrarse solo. Después, hizo una seña y alguien salió del carruaje.
Era un hombre alto, robusto y con facciones similares a las del caelthian. No obstante, lo más llamativo era su vestimenta; una túnica encima de una cota de malla, con una espada corta colgando de la cintura.
—¿Cómo está ella? —preguntó el mayor, aumentando la intriga del granjero.
—¡De maravilla, papá! A Kiana le encantará saber que Lady Noir se ha adaptado muy bien e incluso consiguió amigos que velan por ella.
—¡Shh! No uséis el nombre de la princesa en estas tierras, hijo.
«¿Pero qué...? ¿Princesa? Creí que se reunió con Gardilia, ¿de quién hablan?», cuestionó para sí Shiro, frunciendo el ceño.
—¡Ah, perdonadme! —Edward se cubrió la boca, apenado—. ¡Lo mismo aplica a usted! No deberíamos decirle así a Su Alteza.
—En efecto, pues contadme los detalles en el camino.
El festordés se dejó caer en la hierba cuando los extranjeros partieron.
Edward visitó el pueblo con el único propósito de ver a Gardi, y según los pobladores, pasó todo el día con ella. ¿Entonces Noir era...?
Se llevó las manos al cabello, revolviéndolo como si intentara estimular su aturdido cerebro.
Esos nombres —Noir y Kiana— se le hacían muy familiares; ¿no eran las princesas de Caelthi? Dio un respingo que lo levantó del suelo. ¡En la familia real había cuatro hermanas! Gardilia le comentó que tenía tres, mas nunca reveló sus nombres.
Tampoco el de sus padres. Su vida en la ciudad seguía siendo un misterio para él. Siempre cambiaba el tema o era ambigua al respecto.
Quizás Edward encontró a esa supuesta princesa en la noche, ¡sí! Gardilia solo era una citadina normal y corriente.
ESTÁS LEYENDO
El disfraz de Su Majestad [Completa]
عاطفيةTras rehusarse a contraer un matrimonio arreglado, Noir Bellanger, heredera al trono de Caelthi, toma la osada decisión de huir lejos de las presiones reales. Así, despidiéndose de los lujos en su palacio, consigue refugio en un pueblo humilde, dond...