Capítulo 13 ─ Abrazando la debilidad

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Transcurrida una semana, Shiro se despidió de sus beneficios de cumpleañero; en su lugar, dio la bienvenida a recibir insultos pasivo-agresivos y ser solicitado para mil y un favores

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Transcurrida una semana, Shiro se despidió de sus beneficios de cumpleañero; en su lugar, dio la bienvenida a recibir insultos pasivo-agresivos y ser solicitado para mil y un favores. Por fortuna, esa mañana su agenda se encontraba ocupada con entrenamiento en casa de sus padres.

Este consistía en blandir espadas de madera, tanto en maniobra ofensiva como defensiva. Marcelo veía su duelo con Frederick, a la espera de su turno para pelear contra él a puño limpio; porque Shiro consideraba igual de importante dominar el combate corporal.

Mientras se protegía de los ataques del alcalde, fue sorprendido con el tema de conversación:

—Pasas mucho tiempo con Gardilia; eso no me agrada.

El granjero arqueó una ceja.

—¿Qué tiene de malo? Es una buena amiga.

—Marcelo —llamó el mayor—, ¿es normal que Shiro baile vals con una «amiga», con la música incorrecta de fondo?

El panadero, previamente desinteresado en ellos, de pronto se irguió y abrió los ojos como si lo hubiesen cacheteado.

—¿Él hizo qué? ¿Desde cuándo te gusta bailar lento, hermano? Amas las piezas animadas, el vals solo es para ocasiones especiales.

—Es lo único que sabe bailar Gardi, ¿sí? Exageran demasiado —respondió el acusado, a la par que iniciaba su contraataque.

—Voy a ser directo, Alexander —anunció el rubio, desconcertando a su hijo.

Ese apodo siempre venía acompañado de algo negativo.

—Ojalá no seas tan ingenuo como para enamorarte de ella —continuó su padre—. Cometerías el peor error de tu vida; una citadina no pertenece a este pueblo, ¿y si regresa a su hogar de la noche a la mañana? Usa el cerebro y ahórrate problemas.

Shiro frunció el rostro y su próxima estocada entumeció las manos de su rival. ¿Cuál era la obsesión de todos con eso? ¡Gardilia halló la felicidad en el campo! ¿Por qué diablos se iría? A esas alturas ya era parte de la comunidad.

—¡Yo también se lo advertí, abuelo! —secundó Marce—. ¡Creo que a alguien le molesta que se metan con su noviecita nueva! Guarda esa rabia para mí, Shiro, así podré golpearte en serio.

El nombrado fingió no escucharlo.

—Gardi es una mujer grandiosa, amarla no sería el fin del mundo. ¡Denle más crédito! Si me lo preguntan, su tiempo en Festord apenas comienza.

Las facciones de Frederick se endurecieron y Marcelo soltó otro comentario mordaz, sugiriendo que tal vez ya estaba enamorado. No obstante, pese al enojo de su papá, Shiro se mantendría firme.

«Ya no soy un niño, no abandonaré mis ideales para complacerlos», pensó, dolido.

Recién asimiló aquella realidad y aún era difícil. Que siguiera admirándolos no borraba los actos cuestionables en su niñez:

El disfraz de Su Majestad [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora