En los próximos días, Shiro cumplió su promesa autoimpuesta: desde conversar con Gardilia en la panadería, donde a veces la acompañaba a realizar sus entregas, hasta paseos en el bosque para recolectar champiñones frescos. Cuando la invitó nuevamente a su granja, la caelthian logró acariciar a las vacas —sin animarse a ordeñarlas— y alimentó a las gallinas detrás del cercado.
Asimismo, que ambos jugaran con los niños se convirtió en una actividad frecuente. El tierno grupo ya la consideraba una hermana mayor, exceptuando a Ezekiel, que aún la resentía por su intrusión.
Shiro salió tras una ligera llovizna nocturna, cruzándose con Gardilia de casualidad. Decidieron beber chocolate caliente en un puesto local y él gozó de charlar junto al olor de la tierra mojada. Además, le dijo que halló algo que la ayudaría en sus labores cotidianas, por lo que, a la mañana siguiente, fue trotando hacia la panadería.
Llevaba unos guantes de jardinería que su madre dejó olvidados en casa. Eran versátiles, por supuesto, protegerían sus manos de cualquier labor manual.
Sin embargo, una escena lo intrigó al estar cerca de su objetivo: Gabriel Holtz tambaleándose con una botella de licor.
—¡¿Qué mierda m-miran?! ¡Son asquerosas! —gritó el hombre, refiriéndose a dos chicas que caminaban de la mano.
«Carajo», pensó Shiro, consciente de que la mayoría de Festord opinaba igual. Nadie abogaría por ellas, ¿cómo eran capaces de exhibirse así pese a los insultos y agresiones? Determinado, se lanzó a la acción.
—Señor Holtz, váyase a casa. Asusta a las señoritas —pidió, posando una mano en su hombro.
—¡No me toques! ¿Vas a d-defenderlas? —El viejo lo apartó, furioso.
—Solo evito que haga un espectáculo, no son horas para emborracharse y no es justo que los demás lo soporten. —Shiro lo sostuvo de un brazo, alejándolo de las perturbadas víctimas.
Los forcejeos de Gabriel le indicaron que no se rendiría sin pelear.
El joven lo forzó a soltar la botella que quiso estamparle y apresó sus brazos por la espalda. Asumió que lo tenía controlado mientras lo arrastraba, pero trastabilló con una piedra y Holtz le asestó un codazo bajo el ojo izquierdo.
Shiro gruñó y desvió la cara para eludir un segundo impacto. Si el ebrio imbécil creyó que se alejaría con eso, no lo conocía; lo aferró con el doble de fuerza y torció una de sus muñecas hacia atrás. Luego, pateó el interior de sus rodillas y lo hizo caer de cara al suelo, manteniéndolo allí con su peso.
Fue entonces que otros hombres se dignaron a intervenir, llevándose a Gabriel a su casa.
—Gracias, es todo suyo. —Shiro se levantó, agitado. Siseó tras tocarse el pómulo y supo que su ojo quedaría morado por unos días.
—¡¿Por qué diablos aplauden?! ¿No ven que está herido? —reclamó Sasha, abriéndose paso entre la improvisada audiencia—. Mueve el culo, «héroe», debo revisarte.
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El disfraz de Su Majestad [Completa]
RomantizmTras rehusarse a contraer un matrimonio arreglado, Noir Bellanger, heredera al trono de Caelthi, toma la osada decisión de huir lejos de las presiones reales. Así, despidiéndose de los lujos en su palacio, consigue refugio en un pueblo humilde, dond...