Shiro observó de nuevo la pequeña olla en sus manos; contenía pollo con vegetales y puré de papa. ¿Por qué debía ser él quien le entregara a Gardilia su ración de la cena? Era un buen gesto de parte de su mamá, pero la extranjera ya lidiaba con los rumores asociados a Marcelo y añadir otro hombre a esa lista empeoraría su reputación.
Ojalá no mintiese al mencionarle estar acostumbrada a ese tipo de chismes.
—¡Cuidado, Shiro!
El nombrado reaccionó a tiempo para detener un balón con los pies. Un niño rubio de ojos azules lo alcanzó enseguida, alarmado.
—¡P-perdón! —exclamó Hunter—, ¿te encuentras bien?
—¡Sí! Tranquilo. —Alexander devolvió la pelota y se asombró al notar a una jugadora que sobresalía del resto—. ¿Gardilia? No esperaba verte aquí.
Esbozó una leve sonrisa al detallar el agotamiento de esta. «Pobre, cayó en la trampa. Esos pillos jugarían hasta mañana si nadie los detiene».
—Buenas tardes, Shiro —saludó la citadina, secando rápidamente el sudor de su sonrojado rostro.
—¿No es genial? ¡Gardi al fin se unió a nuestro equipo! Ahora tenemos que mejorar sus patadas, porque se ha caído como veinte veces.
—¡No seas malo, Sandor, solo fueron tres! —corrigió Leika, acercándose al adulto—. ¿Y tú qué traes ahí? ¿Es comida para nosotros?
El hombre tragó saliva al hallarse rodeado por un mini ejército que lo veía con ilusión.
—Oh, en realidad... Es para Gardilia; mi madre le envió parte de la cena que preparó anoche.
—¿Eh? ¿Para mí? N-no era necesario. —La mujer lucía apenada y alegre por la noticia.
Sin embargo, esa aclaratoria fue recibida con caritas tristes y protestas. La indignación de Ezequiel superó la del resto.
—¡No se vale! Ella no merece más la comida que nosotros —reclamó.
—¡Tranquilos! Les habría traído algo a ustedes de saber que estarían aquí.
El granjero intercambió una fugaz mirada con la caelthian. De seguro no le molestaría compartir con sus acompañantes, aunque fuese una ración para una sola persona... Pero Emilia aguardaba su reseña, de modo que no consentiría que sacrificara ese manjar.
—Les propongo un trato —dijo, decidido—: jueguen contra mí. ¡Si ganan, compraré un raspy para cada uno!
Apostaría lo que fuera a que los niños no se negarían. Haciendo tanto calor, ¿quién podría? Un postre de hielo granizado con jarabe de fruta encima era justo lo que provocaba en ese instante.
—¡¿Escucharon eso?! ¡Démosle una paliza! —celebró el hiperactivo pecoso.
—¿T-todos contra ti, Shiro? —repitió Gardilia, ladeando la cabeza—. ¿No es demasiada desventaja?
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El disfraz de Su Majestad [Completa]
RomanceTras rehusarse a contraer un matrimonio arreglado, Noir Bellanger, heredera al trono de Caelthi, toma la osada decisión de huir lejos de las presiones reales. Así, despidiéndose de los lujos en su palacio, consigue refugio en un pueblo humilde, dond...