Capítulo 7 ─ La fiesta de fuego

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Los próximos días transcurrieron con suma normalidad para Noir

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Los próximos días transcurrieron con suma normalidad para Noir. Continuaba encargándose de los envíos de la panadería, jugando con los niños y, finalmente, empezó a preparar sus propios almuerzos. Nada excepcional, pero sí lo suficiente para saciarla a ella y su afán de independizarse. Las criadas del palacio enloquecerían si descubrieran que impregnó sus finas manos de harina, huevos, jamón y demás ingredientes crudos.

Su rutina, no obstante, iba a cambiar aquella noche, pues el pueblo celebraría su tradicional «fiesta de fuego»; un evento donde la gente se reunía alrededor de una enorme fogata para bailar, consumir bocadillos y embriagarse hasta desfallecer.

Al menos eso le había explicado Marcelo, quien acababa de interrumpir su ardua labor en la cocina para charlar con una mujer de Woodrya llamada Susan. La frecuencia de sus visitas era claro indicador de que su vínculo con el chef no se reducía a la compraventa de postres.

—¿Cómo sabías que ansiaba verte, Sue? De prisa, disimula tus poderes o te lanzarán a la hoguera hoy. —Mark guiñó el ojo y besó a la chica en la mejilla—. Irás, ¿cierto? Ahora estoy ocupado, pero eso no evitará que me divierta como loco.

—Oh, no faltaría por nada, cariño —respondió la fémina de cabello corto y marrón como sus ojos—. Solo procura no ponerte ese manto de masa en nuestra cita.

Noir alzó la mirada de la agenda que llenaba para fijarse en el aspecto blanquecino y polvoriento de su jefe. ¡Ni las jornadas más intensas le exigían tanto! Cada vez más curiosa por ese ritual desconocido, aguardó a que Susan se marchara.

—Ya no quedan entregas pendientes, Marcelo. ¿Los ayudo en algo?

El panadero cruzó los brazos, pensativo.

—No estoy seguro, preparamos un poco de todo. Algunos manjares son encargos de los organizadores y otros van de mi parte, porque es costumbre que los invitados aporten su granito de arena; ¡pero da igual si tú no lo haces, Gardilia! Nadie te mencionó de la fiesta y recién empezaste a cocinar.

Lejos de consolarse por su comentario, la citadina frunció el ceño. ¿Cómo disfrutaría del evento siendo consciente de que no colaboró en absoluto? Quizás haber visto los esfuerzos de sus colegas la alentaba a participar.

—Espera, ¡m-mis galletas de vainilla! Dijiste que mejoraron mucho y que te gustaban —sugirió, decidida a conseguir su apoyo.

—¡Oh, sí! Excelente plan, también conoces las variaciones que improviso con esa receta. Voy a regresar a mi puesto, pero te avisaré en cuanto un horno se desocupe.

Noir valoró el voto de confianza de su maestro y tomó nota mental de los materiales que utilizaría.

Llegado el momento de elaborar su platillo, los nervios la invadieron de golpe. Exceptuando a Marcelo, jamás había compartido sus invenciones culinarias; ¡la idea la intimidaba por rodearse constantemente de reposteros talentosos! Eso incluía a las vendedoras ambulantes. Trató de aclarar su mente y trabajó con la misma seriedad aplicada durante sus exámenes escritos en Caelthi.

El disfraz de Su Majestad [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora