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Detrás de ellos había un hombre con aspecto rapaz y ataviado con traje de los setenta. Media dos metros y era totalmente calvo.
Si Andrómeda se sentía pequeña alado de Quirón y Dionisio ahora se sentía un enanito. El hombre tenía piel grisácea, tenía párpados pesados y una sonrisa reptiloide y fría. Se acercaba lentamente, pero daba a entender que podía moverse con rapidez si era preciso.
El traje era propio de los setenta, podía fácilmente haber salido del casino Loto. La camisa la llevaba abotonada hasta la mitad del pecho, era lampiño. Las solapas de la camisa eran casi pistas de aterrizaje y llevaba varias cadenas de plata alrededor del cuello.
—Soy Crusty —gruño con una sonrisa manchada de sarro
—Andrómeda—saludo con una sonrisa, Percy la jalo más hacia él.
—Perdoné que hayamos entrado en tropel—se disculpó Percy—solo estábamos... mirando
—Quieres decir escondiéndose de esos gamberros—rezongo—merodean por aquí todas las noches. Gracias a ellos entra mucha gente aquí. Díganme, ¿les interesa una cama de agua?
Andrómeda asintió, siempre había querido una, recordó habérselo comentado a su hermana Silena entonces Michel y Clarisse habían puesto el colchón de Andrómeda en el lago cuando dormía.
Malvados.
El tipo tomo a Percy y se lo llevó
—Este es mi modelo más popular—dijo Crusty señalando la cama de sábanas de satín con antorchas en la cabecera, el colchón vibraba—Masaje a cien manos— informo—Venga, pruébenlo. Tú deberías hacerlo, eres pequeñita.
Dijo señalando a Andrómeda, le estaba insinuando que era chiquita, lo era, pero a Andrómeda la ofendida muchísimo.
—Pues—dijo Percy poniendo detrás de él a Andrómeda—no creo.
—¡Masaje de cien manos!—exclamó Grover tirándose a la cama—¡esto es genial!
—Hum, casi, casi —susurro
—¿Casi qué?—preguntó Andrómeda al mismo tiempo que Percy
De un momento a otro el hombre había aventado a Annabeth a otra cama y exclamó
—Ergo.
Súbitamente de los lados de la cama surgieron cuerdas y ataron a Annabeth y Grover
