'Las historias de amor son complicadas', se decía Marvin, mirando las estrellas, trataba, de nuevo, de no pensar en Marcos, con el humo saliendo irregularmente de sus labios. Quería hablar con él, quería quitarle el miedo. Pero bien sabía que él mismo ardía entre las llamas del pánico con solo el pensamiento de espantarle, de asustarle aún más de lo que ya estaba.
Joder.
Estaba harto de sus sentimientos, estúpidos y extraños que le agarraban por el cuello y le sometían. Odiaba sus emociones, caprichosas, que le habían hecho arder de deseo con alguien imposible. Estaba jodido, y lo sabía. Lo tenía claro desde el principio, desde que su corazón empezó a acelerarse ante el roce suave de las manos de su tío. Se tenía asco por haber nacido, porque si no fuese por él, Marcos no tendría este problema. Él era un buen hombre, calmado y agradable. Un hombre cariñoso, al que amaba con locura. Y por su culpa, ahora era un monstruo.
'No es así, idiota.', '¡Cállate!'. Marvin sabía que discutir con su propia mente no era normal, aunque tampoco iba a cuestionárselo mucho. Estaba muy cansado, y, aunque su voz de la razón le repitiese fervientemente que él no era el culpable de la caída en desgracia de su tío, que era un monstruo por sí mismo. Una Bestia. No podía dejar de culparse, porque se negaba a aceptar que estaba enamorado de una criatura inmunda y repulsiva. No podía. Prefería culparse, así al menos podía justificar sus sentimientos. Su locura. Para no repudiarse a sí mismo.
Se incorporó, y apagó el cigarro contra las baldosas del patio, agarró su almohada y se fue hacia el interior de la casa, donde solo lucía la bombilla amarilla del cuarto de su tío. Marvin iba a irse a su habitación, pero su cuerpo tenía otros planes, y, de improvisto. Se encontró ante la puerta de un escritor desesperado, que gruñía ante el teclado, que parecía agarrar sus dedos, congelándolos.
Marvin alzó su brazo, y se detuvo en el aire, conteniendo el mundo en sus pulmones. Sintió pánico. 'No, no, no, no'. Se dijo, cada vez más rápido. 'No, no, no, no, no lo hagas.'.
Tarde.
Dos golpes en la puerta bastaron para que el silencio del escritor se hiciese presente, y también su terror, que desfiguró su rostro y sus pupilas. Tío y Sobrino tragaron saliva. Aplastados por la culpa y el miedo.
Pasaron los minutos, hasta que Marvin decidió hablar.
— ¿Puedo pasar?.
Silencio.
Pasaron aún más minutos hasta que el mayor decidió contestar.
— ¿Estás seguro?. — Esta vez la respuesta no se hizo esperar.
— Sí, Marcos. Estoy seguro.
Marcos tragó saliva, y se acercó al pestillo con pasos muertos y temblorosos, movió sus dedos, que se sacudían violentamente, y giró la manivela que mantenía cerrada su puerta, dejándola abierta, y a él, expuesto.
— Entonces pasa. — Dijo, después de alejarse un poco de la puerta, aún con la voz pendiendo de un hilo. Y su corazón enroscado en alambre de espino.
Marvin dejó caer la almohada al suelo, y entonces, abrió la puerta.
El silencio era tan fuerte que se podía oír entre los chirridos del viento al entrar por la ventana. No se atrevían a mirarse, pero lo hicieron. Sin saber qué decirse, qué contarse.
Aún no estaban listos. Lo sabían. Pero ya era tarde para echar la marcha atrás.
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Estrellas En Llamas.
RomanceMarvin desde siempre ha adorado a su tío, adoración que poco a poco se convierte en un amor capaz de mover mares. Él sabe perfectamente que nunca será más que un sueño, un delirio estúpido... Pero, en su diecinueve cumpleaños ocurre algo, algo que l...