VII

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— ¿Podemos hablar?. — Otra vez fue Marvin quien rompió el silencio, que ya llevaba cayendo sobre sus almas desde que sus ojos se habían encontrado.

Marcos tragó Saliva y asintió. Paralizado en medio de la habitación, sin habla. Sin palabras, ¿No era él el escritor?. Extrañamente, sus frases se trababan incluso más que una señal de radio.

Cuando Marvin entró y cerró la puerta tras de sí, ambos se quedaron solos con sus miedos y sus mudos deseos de besarse y caer sobre el colchón. Desnudos y libres. Amándose en caricias prohibidas. Pero simplemente se quedaron ahí, en silencio. Perdiéndose en sus universos.

— ¿Puedo sentarme?. — Dijo el más joven, señalando el borde de la cama de su tío, y este asintió, decidiéndose por fin en sentarse en su silla. Y ahí se quedaron, de nuevo frente a frente sin saber mirarse.

Marvin jugaba compulsivamente con sus dedos, mirándolos con atención. Marcos apenas podía contener los latidos de su corazón en su sitio por en estrés.

— Lo que hice. — Susurró su sobrino. — Lo hice queriendo. —Se miraron a los ojos. — Te besé porque quería besarte.

Silencio. A Marcos le su daban las manos y su mirada estaba perdida en alguna de las rendijas del suelo. Tenía miedo, y ganas de volver a besarle. Y aún más miedo por eso.

— Eres el hijo de mi hermano. — Se dijo, más para sí mismo que para Marvin.

— Lo sé. Pero tú no me quieres solo como un sobrino, ¿Verdad?.

Marcos negó con la cabeza.

— No me gustan mis emociones. Marvin. — Se miraron a los ojos. — Eres el hijo de mi hermano. No debería... ¡Ahg! . Lo que pasó. No debió haber pasado.

— Pero pasó. — Respondió, ignorando la exaltación de su tío. — No podemos cambiar eso. Estábamos borrachos, sí...

— Lo que pasa estando borracho no te-

— Tío. Cállate y escúchame. — Se pasó las manos por el pelo y gruñó un poco. — Estábamos borrachos. Lo sé. Pero si ahora tú me besaras. Te correspondería. Y no estoy borracho, Marcos. — Tiró de la silla de su tío, haciendo crujir las ruedas, que le llevaron a escasos centímetros de su boca. El mayor contuvo la respiración. — Si ahora me besaras, y me tirases sobre esta cama. — La señaló con la barbilla para darle énfasis. — Te dejaría follarme hasta quedarnos secos.

El cuerpo de Marcos se agitó por completo, su mirada iba de los ojos a los labios de Marvin, y luego a la cama, donde residía su mayor deseo y miedo. Marvin se le acercó más, y tuvo que hundir su estómago, que ardía, totalmente excitado, para evitar cualquier contacto con el lascivo cuerpo de su sobrino.

— Marcos. Mírame a los ojos. — Y lo hizo, temblando, pero lo hizo. — Si me abrazaras, si me dijeses que aún no estás listo. Lo entendería, y me iría sin rechistar. E ignoraría todo lo que ha pasado. Si me pidieses tiempo, te lo daría. Porque... Porque estoy hasta los cojones de pensar que mi sentimientos son un capricho. — Se alejó, dejándole respirar con normalidad. — Te daría todo el tiempo del mundo, Marcos. Porque estoy enamorado de ti.

Y esas palabras removieron a Marcos. Y al mundo entero. Y al globo lleno de estrellas, y a sus supernovas. Volviéndolas una.

Se le saltaron las lágrimas. No sabía qué hacer. Quería besarle, follarle, amarle, quererle. Y odiarle, deseaba odiarle con todas sus fuerzas, deseaba no querés saber nada más de él en lo que le quedaba de vida. Y todo explotó cuando agarró sus mejillas con ambas manos y le besó en los labios.

Estrellas En Llamas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora