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El humo del cigarro manchaba el aire limpio de la noche, La luna oscura coronaba el cielo estrellado con solo una pequeña curva iluminada, apenas perceptible, excepto para Marvin.

Sus ojos estaban clavados en el cielo, aunque  perdía de vista las estrellas cuando el humo que salía de su boca le cubría el rostro, después de darle una calada a su cigarro. Suspiró. Había buscado alivio en esa actividad que solía hacer de pequeño junto a su Tío, 'No pienses en él ahora', se reprendió y cerró los ojos un momento, estaba claro que no iba a surtir efecto. Se sentía cansado, física y emocionalmente, llevaba días sin dormir, recordando en bucle lo que había ocurrido la semana pasada, en esa noche de sábado.

En ninguna de las fantasías que le acompañaban desde los quince años había olido a alcohol barato, ni a sudor y tampoco se habían detenido por haber roto una botella, y, pese a todos esos fallos que habían roto su idílico sueño, Marvin lo hubiese repetido, una y mil veces. Porque eso que había ocurrido, no había sido una fantasía, sino una realidad, tan real que su tío ni le miraba, tampoco le hablaba por mucho tiempo, como cuando aún se temían, como dos polos opuestos de un imán que se forzaban a separarse, temiendo que al encontrarse fuesen del mismo polo, pero Marvin ya había visto la realidad: sus temores eran estúpidos, y no entendía la actitud de su tío. Esta también le parecía estúpida; '¡Por Dios, Marvin, es el hombre que te crió, Joder, es normal que esté asustado!', se dijo, y supo que debía escucharse, se tapó los ojos con el brazo, y soltó la ceniza sobre el suelo del patio, donde estaba tumbado, con la cabeza apoyada en una almohada vieja.

Marvin sabía que Marcos le había criado, lo tenía más que claro. Pero también sabía que no podía seguir fingiendo que lo único que sentía por su tío era admiración: desde pequeño Marvin le seguía a todas partes, le ayudaba en todo: Cuidar a los caballos, limpiar, dar de comer a las gallinas, y su tío a cambio le daba una noche mirando las estrellas, y, aunque trataba de ocultarlo, sabía muy bien que extrañaba su cuerpo pequeño, de niño, con el que se acurrucaba en el hueco del brazo de su tío, oyendo los latidos de su corazón y las anécdotas que le contaba, mientras Marcos, distraidamente, jugaba con su pelo. Marvin extrañaba esas noches, que acabaron cuando cumplió trece años y se preguntó demasiado:

Sus padres ya habían muerto, tanto tiempo atrás que ni les recordaba, sus rostros, su actitud, su voz, su risa. Pero su Tío se encargaba de contarle todo tipo de historias, cuando  era joven y su padre aún no había conocido a su madre,  esa noche fue una de esas tantas, y la última.

— Entonces Roby se fue con una de las hermanas, ¡Y pues no te vas a creer esto!. — Marvin le miró fijamente. — ¡Va la otra y se pone a ligar conmigo!, fue muy incómodo, me besó y tuve que corresponderle para no hacerle el feo, ¿Sabes?.

Marvin se había dado cuenta de una cosa en todas esas historias: A Marcos no le agradaban las chicas, y, antes de que pudiese poner un filtro a sus palabras, preguntó :

— Tío Marcos, ¿A tí te gustan las mujeres?.

Marcos se atragantó con el aire y sus dedos se congelaron sobre el pelo de su sobrino. Cuando respondió, su voz era temblorosa pero concisa al mismo tiempo:

— Claro que me gustan. — Marvin detectó el pánico en su voz pero decidió seguir, a tientas:

— ¿Seguro?.

— Sí.

— ¿De verdad?.— Cuestionó de nuevo.

— Cambiemos de tema. — Le cortó Marcos, y se puso a contar otra anécdota.

Y desde ese momento, Marcos decidió terminar con las noches estrelladas.  Marvin acabó por acostumbrarse, pero no por ello estaba contento con la situación, se sentía raro, Despreciado, quería tener esa atención de nuevo; al principio solo le preguntaba de vez en cuando si quería venir a ver las estrellas con él, la respuesta siempre era negativa, después de varios intentos, empezó a llamar su atención de otras maneras, con bromas, buenas notas. Ayudas. Todo para recibir una suave caricia en la cabeza. valía la pena.

Pero quería más.

No sabía qué le faltaba, hasta que de improvisto, su mente formó el rostro de su tío una noche, cuando tenía quince años, mientras se masturbaba; sus pupilas se dilataron con la sola idea de Marcos besándole, y aumentó aún más la rapidez de su mano al imaginarse en cuatro, con su tío entrando con fuerza y tapándole la boca, para acallar sus insistentes quejidos . Gimió extasiado, con la vista perdida y su cuerpo sacudiéndose con violencia. Terminó pronto, y mientras Marcos se desdibujaba de su mente, una nueva sensación nacía dentro de él : La culpa.

Estrellas En Llamas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora