XIX

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El silencio se cernió sobre ellos, un silencio ténue que moría en los susurros tiernos que escapaban de los labios de Marcos, mientras tanto, Marvin cerraba los ojos, dejándose acunar como cuando era un niño y rompía a llorar en la puerta de casa después de ir a la escuela, y Marcos se agachaba para darle un fuerte abrazo,  viendo como sus preguntas morían en tierra de nadie; Porque por mucho que preguntase, Marvin nunca le decía que ocurría, nunca,  y juraba que antes de que Marcos se enterase de lo que le hacían en la escuela, tendrían que pasar mil veces por encima de su cadáver.

Marvin no era un niño feliz, quizá ni siquiera llegó a ser un niño, su mente, llena de conocimientos acerca de la muerte, siendo criado por un hombre que parecía romperse cada vez que pisaba el asfalto de la calle... Y los niños... Los niños son crueles. Veían ante ellos un espécimen, un mono de circo; Marvin era, para ellos, poco menos que un animal, y le trataban como tal, quizá nunca le pegaban, o le seguían para gritarle insultos. Pero Marvin no era tonto, él era una atracción más del circo que es el mundo, y de verdad que trató ser normal,  pero nunca le dejaban. Los insultos duelen, pero la soledad puede matarte, y quizá fue en esos tiempos cuando Marvin decidió que, en este mundo, los únicos que valían la pena eran él y Marcos. Y luego,  Selk.

Las lágrimas se habían secado en sus mejillas, pero igual se frotó los ojos con el dorso de la mano, apartándose de Marcos apenas un poco,  lo suficiente como para perderse en esos ojos castaños,  tan puros,  hermosos. Deslizó las manos hasta su rostro y pasó amorosamente los pulgares por sus mejillas.

- Gracias. - Y sonó un poco más sereno de lo que realmente estaba, Marcos, apoyando la mano en la cintura del chico,  respondió:

- No pasa nada. - y dejó un beso suave en el puente de su nariz, y Marvin después alzó la cabeza y cerró el espacio entre sus labios apenas un segundo.

Salieron del trance unos minutos después,  Marcos quería preguntarle por lo que había pasado, pero sabía que no recibiría respuesta, por lo menos hoy, y, además, la pequeña sonrisa de Marvin le decía que ahora ya estaba bien, pero la preocupación seguía allí,  al fondo de él,  esperando.

- Lo siento por lo de tu comida, Marcos. - Dijo Marvin,  mirando la mesa llena de platos fríos.  - No tenía planeado llegar tarde y llorando.

El tono de Marvin soltó la frase casi como un chiste, y Marcos decidió regalarle una pequeña sonrisa antes de hablar.

- Si quieres la puedo calentar... Y luego podemos hablar, si quieres,  de lo que ha pasado. -Trató estúpidamente, moldeando estratégicamente  la frase para que no sonase como preocupación.

Supo que había fallado cuando Marvin contestó, como si nada, solo a la primera parte de la frase:

- No tengo hambre.

Marcos asintió.

- Yo comeré un bocadillo y recogeré la mesa... Luego podemos ir a dormir,  ver una película,  lo que quieras.

La mano que antes estaba en  su cadera se apoyó reconfortante en su hombro, dándole y pequeño apretón cariñoso. Marvin se sintió desvanecer ante el contacto.

- Quiero darme una ducha y dormir,  ¿Está bien eso?.

Otro asentimiento fue la respuesta.

- ¿Quieres que duerma contigo?.- Preguntó tentativamente Marcos.

Marvin le miró como si acabase de decir que la tierra era plana.

- La pregunta ofende.

Marcos soltó una risa y se levantó,  yendo hacia la mesa, el chico le detuvo para dejar un beso escueto sobre los labios de su novio, o su tío.  Ambas,  a este punto.

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