XXIII

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Marcos se removió en el colchón, incómodo, hacía calor y su mente no paraba quieta, recordando como una tormenta todo lo que había pasado, el portátil ahí, mirándole acusadoramente y la espada de Damocles que colgaba, meciéndose sobre su cabezas, amenazando con caer en cualquier momento. Estaba aterrorizado, sudores fríos cubrían su cuerpo, el pánico intenso y crudo que ataba su estómago con alambre de espino subió a su garganta y, con la poca conciencia que le quedaba, apartó con cuidado al muchacho que se retorció incómodo sin su presencia. Se levantó, mareado, y buscó frenéticamente en los cajones de su mesilla, agarrando el bote de pastillas para la ansiedad. Estaba hiperventilando y no podía centrar la vista, agarró una botella que llevaba abandonada en su mesilla una semana y se tragó al instante la pastilla.

Cerró los ojos, notando como quedaba de rodillas en el suelo, aún tratando de no hacer ruido para no despertar a Marvin. Estaba acostumbrado a su ansiedad, y, de hecho, desde que estaba con él, era la primera vez que necesitaba tomar una dosis de emergencia. Trató de respirar con normalidad, y, cuando pudo finalmente levantarse, supo que no iba a poder dormir.

Marvin se despertó poco más de dos horas más tarde, incómodo y frío, en cuanto se dio cuenta de que Marcos no estaba a su lado se sentó, buscándole. Eran las seis y media de la mañana, y, frente a él, un Marcos extremadamente estresado miraba su ordenador con hombros tensos y una pierna inquieta. Se fijó en el bote de pastillas tirado por el suelo, cerrado, por suerte. Y una botella de agua vacía sin tapón que yacía cerca de la cama.

Decidió no ir tan rápido como quería porque, claramente, Marcos no estaba bien; cuando estuvo de pie, caminó hacia él, apoyando su mano derecha en el respaldo de su silla.

- Marcos. - Le llamó, y se fijó en que el hombre tenía los ojos entrecerrados y oscuros con cansancio. No recibió respuesta. - Marcos, Cariño.

Marcos dio un respingo y giró hacia Marvin. Se llevó una mano al pecho y luego le reconoció.

- Oh... Eres tú. ¿Te he despertado?.- Susurró, volviéndose hacia el ordenador y pasando las manos por su pelo.- Pues obvio que te he despertado. Lo siento. Lo siento. Lo...

Marvin agarró la otra silla que había, parando la disculpa de Marcos con el ruido y se sentó a su lado, bastante preocupado, le volvió a mirar y apoyó la mano en su hombro, Marcos le devolvió la mirada al instante.

- No me has despertado, cariño. ¿Estás bien, pasa algo?.

Marcos se le quedó viendo durante un minuto, suspiró, cerrando los ojos y recostándose en la silla con un crujido.

- Tu tía. Todo. El correo que mandé a la editorial... No puedo... Sé que lo hablamos hoy, lo de tu tía, pero no puedo. - Susurró y luego soltó un quejido. - Estoy cansado, y no puedo dormir... Y ya me habrán respondido... Y no puedo verlo, Marvin, estoy aterrorizado. Tengo miedo. Tengo miedo de lo que dice ese puñetero correo electrónico, de lo que diga tu tía... De lo que digas tú, Marvin. Tengo miedo... Tengo muchísimo miedo de que me rechacen...

Marvin arrimó el cuerpo de Marcos contra el suyo, dejándole llorar contra su hombro, y empezó a susurrar cosas dulces en su oído, le acunó con cariño para después sostener su rostro con las manos, mirando finalmente a esos ojos oscuros, que, aún repletos de lágrimas le seguían mirando con cariño.

- Lo abriremos después, ¿Vale?, podemos ver una serie, algo que te guste.

- ¿La que quiera?.

- La que quieras.

Usualmente Marcos no elegía series, ya que se había autoconvencido de que sus gustos eran tontos y poco adultos, Marvin había intentado hacerle entender en varias ocasiones que, realmente, no había ningún problema si decidía poner alguna película de ese estilo, pero Marcos se negaba, alegando que también le gustaban las películas serias, antes, cuando se encontraba mejor, incluso hacía listas de todas las cosas interesantes que habían pasado porque eran ideas interesantes que podía modificar o trabajar para sus próximos libros.

Pero hoy estaba mal, estresado y triste, así que decidió, como cuando estaba pasando por una mala racha, simplemente sentarse a ver una película fácil de digerir, con canciones bonitas y colores brillantes, o con humor tonto y absurdo, algo dulce de ver, que te dejase con una sonrisa alegre y despreocupada en los labios.

Marcos se dejó llevar por el chico en cuanto se hubo calmado.

- Ve al salón tú, yo me encargo del resto, ¿Vale?.- Dijo el chico, yendo a la cocina.

- Puedo ayudarte. - Dijo Marcos, temiendo ser demasiado débil, Marvin se giró y le encaró, suspirando y apoyando las manos en sus muñecas.

- No hace falta, cariño. Yo me encargo, ve al salón. - Le atrajo tirando suavemente de sus manos y le dejó un beso en la mejilla.- Hoy decides que ver, y qué hacer, traeré bebida y palomitas, ¿Vale?.

Marcos cerró los ojos, aún reticente a dejarle hacer todo, pero realmente quería descansar. Realmente quería ser cuidado, y poder calmarse simplemente abrazando al chico, igual intentó, de nuevo, hacerle cambiar de idea.

- Pero, Marvin... Yo....- No terminó la frase y Marvin ya le estaba besando, apenas diez segundos. Lo suficiente. El chico colocó la mano en su pecho y le apartó con cuidado.

- Ve, yo me encargo, te lo mereces.

Marcos asintió, un poco descolocado, para luego sonreírle. Fue al salón y prendió la televisión, pulsó varios botones hasta que encontró la opción de buscar. Se quedó un buen rato pensando, y justo cuando decidió qué película verían hoy, entró Marvin por la puerta, con una caja de cervezas en una mano , y palomitas en la otra.

- ¿Qué vamos a ver?. - Preguntó Marvin, a la vez que Marcos decía:

- ¿No es muy pronto para cerveza?...¿No trabajas luego?

Marvin dejó la caja en la mesa junto a las palomitas, mirando a Marcos confundido. Luego se dio cuenta de algo, abrió la boca, la cerró y finalmente dijo:

- Dejé el trabajo. Empiezo dentro de tres semanas en Cabacellas. Hablé con mi ahora ex jefe, y ya que tu cumpleaños es dentro de poco, es prácticamente fin de mes... Y Pues me fui de una.

Marcos se le quedó mirando, fijamente. Hubo un silencio y luego el chico habló, abriendo dos cervezas

- Sí. Se me olvidó contarte. Lo siento. - Y le tendió una a Marcos. - Y, sinceramente, creo que necesitamos esto. ¿Qué vamos a ver?.

Marcos estaba en silencio, mirándole. Sacudió la cabeza, después de todo, no era para tanto.

- Enhorabuena, mi vida. - Y se apartó un poco para que Marvin se sentase a su derecha, Marvin le sonrió y se sentó a su lado, viendo como Marcos ponía la película y hablaba.- Noche en el museo... Y quizá luego la saga entera, Ehm... .- Se quedó un segundo de más buscando una letra y luego siguió. - De pequeño te gustaba mucho, es una de mis favoritas y pensé...

- Me gusta.- Dijo, sin esperar ni un segundo. - Ponla.

Y, en pocos minutos, estaban ahí, a oscuras, Marvin con la cabeza apoyada en el hombro de Marcos, y este con el brazo rodeando su hombro , manos libres sosteniendo las cervezas que se bebían a sorbos , y, por fin, Marcos se sentía relajado, viendo una película divertida junto al amor de su vida. Y, de repente, sin darse cuenta, se olvidó de ella, de su hermana, se olvidó también del correo.

Y, aunque fuese solo por unas horas, de repente lo único que había era Marvin, y su risa tonta cuando el mono robaba las llaves del protagonista, y Marvin y sus labios esporádicos en su mejilla, y su cuerpo cálido contra el suyo, y cerró los ojos, pero no durmió, solo disfrutó del momento, y, se dijo, que eso era suficiente.

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⏰ Última actualización: Sep 07, 2023 ⏰

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