XI

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Diez veces. Marcos ya se había quedado diez veces con aquella propuesta atrapada en su boca, Que abría, de vez en cuando, para luego cerrarla. Interrumpiendo silenciosamente la fluidez de su plática.

Marcos nunca había sido valiente. Lo sabía. Era incapaz de dar pasos importantes, de ser decisivo. Pero también sabía que, en algún momento, tendría que ser él el adulto.

Dio un trago a su bebida, dulce, acaramelada y sonrió mientras oía a Marvin hablar, entusiasmado, hasta que soltó un comentario que le dejó algo colapsado.

- ¿Quieres abrir una tienda?, ¿De ordenadores?. - Atinó a preguntar. Marvin asintió efusivamente.

- Sí. Hay un local en venta, cerca de aquí, en el pueblo. Es perfecto.

- ¿Estás seguro de...?

- No. - Sentenció Marvin, cortándole. - Pero me encantaría probar algo nuevo. Algo que me llene. No como tener que estar escuchando por horas a un grupo de gilipollas gritando porque su seguro de mierda no cubre una cosa por la que no han pagado. - Y a Marcos se le salió una carcajada involuntaria.

- ¡Marvin, no seas así!. - Exclamó. Riéndose. Marvin no tardó en reírse también.

Estuvieron Riéndose un buen rato, de forma absolutamente absurda. Y, por primera vez en mucho tiempo. Entre ellos no había murallas, solo estaban ellos dos, perdidamente enamorados, sus estrellas, unidas por un pequeño hilo luminoso que los atraía de forma intensa. Y así estuvieron, hablando de cosas estúpidas durante la cena. Desglosando su día, aunque. Como siempre. Marcos no tenía mucho que contar, porque todos sus días eran iguales. Igual de aburridos, infinitos y pesados. Y solo habían cambiado cuando, en un descuido provocado por el alcohol. Su mente (O cuerpo), lo habían traicionado. Haciéndole besar a su sobrino por vez primera.

Su vida era monocromática, una estrella blanca en medio del oscuro cielo, y Marvin, una intensa gigante roja, llenaba toda su vida con nuevas gamas de colores. Da igual que estos fuesen apagados, casi fríos. Eran colores, que juntos hacían brillar como luciérnagas.

Suspiró hondo, después del cuarto ataque de risa, y miró a Marvin. Su Sobrino. También el amor de su vida ; Que aún se tapaba la boca, recorrido por espasmos silenciosos que antes habían sido carcajadas. Sonrió, con los ojos perdidos en algún punto de su rostro, dilatados y onnubilados en una nube de amor intenso. Se levantó y fue hacia la mesita, donde reposaba su hermoso tocadiscos. ¿Y si mejor se dejaba la revelación para el final?. O quizá simplemente estaba haciendo lo que mejor se le daba : Evitar los conflictos.

Prendió el tocadiscos y Fur Elisse Volvió a sonar, interrumpiendo la risa silenciosa de Marvin. Marcos cerró los ojos un momento y le tendió su mano izquierda.

- ¿Bailarías conmigo?. - No hizo falta su boca para mostrar que estaba sonriendo. Marvin alargó su brazo, agarró la mano de su tío, y se levantó con suavidad. Marcos tiró de él un poco para apegarle a su cuerpo, deslizando suavemente su mano derecha en sus caderas, que se amoldaban perfectamente a su agarre. Entrelazaron sus manos, y apenas sus pies se empezaron a mover. El mundo quedó a parte, solo eran ellos, en su nube, deslizándose con calma en cada una de las notas, disfrutando del silencio de sus mentes, junto al fulgor de sus corazones. Marcos apoyó su rostro en el hombro de Marvin, y este decidió imitarlo.

Marcos apenas si pensaba más allá que en mover su cuerpo al compás de la música, guiado por el olor dulzón que desprendía su Sobrino; se deslizó hacia arriba y buscó sus labios. Y ambos se fundieron en un beso, aún bailando, un beso que terminó por agotarse cuando el disco se hubo terminado. Se miraron, a los ojos, infinitos, y se sorprendieron sonriendo.

- Marvin. - Susurró Marcos

- ¿Hum?.

- Te quiero. - Y volvió a besarle, intensamente. Deslizando su mano izquierda también a sus caderas, y dejando a Marvin entrelazar los brazos en su nuca.  El beso duró lo suficiente como para arrancarles el aire, lo suficiente como para que tuviesen que separarse forzosamente. Se abrazaron aún más fuerte.

- Yo también te quiero, Marcos. - Susurró.

Marcos se separó un poco, y decidió dar un pequeño paso.

- ¿Podemos ir a contar estrellas?.

Y, obviamente. La respuesta fue afirmativa. Agarraron todo lo necesario, sus almohadas y sus mantas. También algunas golosinas y botellas de agua. Marvin apenas podía contenerse, soltando chilliditos a cada rato por la emoción. No estaba acostumbrado a sentir tan fuerte. Ni tan seguido.  Bajaron las escaleras y, tras abrir la puerta. Se encontraron con el patio. Su patio. Con sus estrellas, y su luna nueva. Marcos apagó todas las luces que quedaban. Y el universo decidió saludarles en todo su expendedor, sus ojos se abrieron como platos cuando los destellos morados de las galaxias se reflejaron en el cielo, cuando los pequeños puntos brillantes se intensificaron hasta casi cegarles la vista. O quizá solo eran ellos, alucinando su noche perfecta. Sea como Fuere. Iban a disfrutarla con todas las fibras de su cuerpo. De su alma.

Marvin fue el que primero se repuso, decidiéndose a dar el primer paso, para luego dar el siguiente. Hasta llegar al sitio, el sitio de las estrellas. Y, con destreza, colocó una de las mantas, como habría hecho de pequeño, y casi se le saltaron las lágrimas.

- ¿Estás bien?. -  Cuestionó Marcos, y su sobrino se giró hacia él para estrecharse a sí mismo contra su cuerpo, Marcos soltó sus bultos, con cuidado de no romper las botellas de la bolsa, para luego apretarle con fuerza entre sus brazos. Le besó la frente. Varias veces. Y le murmuró un 'Te quiero' lleno de cariño, lleno de dulzura. Marvin se alejó y se secó las lágrimas.

- Lo siento... Yo...

- Sabes que me gusta que muestres tus sentimientos. - Le cortó, deslizando sus dedos por su rostro. - Vamos a tumbarnos. Veamos juntos las estrellas.

Marvin asintió, y, con ayuda de su tío acomodó todo. Y cuando ya se hubieron tumbado, cubiertos por una cálida nanta, Marvin se acurrucó en el hueco de su brazo y cerró los ojos, disfrutando de las suaves caricias que Marcos le daba. Lentas y csriñosas, revolviéndole el pelo con calma. Los volvió a abrir, para luego fijarse en las estrellas. Tan infinitas, hermosas.

- Marvin. - Decidió murmurar al rato su tío.

- ¿Sí?.

- Yo... - Se giró un poco hacia él, para verle a los ojos, dejando su brazo izquierdo debajo de su cabeza y su derecho, plegado, decidido a acariciar su rostro, apartando el pelo que caía sobre sus labios. - ¿Quieres ser mi pareja?... Digo... Ahg. - Apretó los ojos un momento, mientras Marvin le miraba asombrado. - Puede que ya lo seamos... Pero quiero oírte. Quiero oírte decirlo.

Marvin sonrió y se desplazó un poco para besarle. Un beso corto, pero suave.

- Claro que quiero ser tu novio, Marcos.

Y Marcos le acalló con otro beso, más profundo. Ya le diría eso mañana... No quería romper el momento.

Estrellas En Llamas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora