𝐀𝐌 | Bucky no puede dormir por las pesadillas y Dannika sufre insomnio, ambos hechos concluyen en ellos dos encontrándose en la escalera de incendios de su edificio. De la casualidad surgen grandes cosas.
THE FALCON AND THE WINTER SOLDIER
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Revisé por tercera vez que todo estuviera en su lugar: ventanas cerradas, pestillos asegurados y el gas pimienta al alcance de mi mano. Quizás Holly tenía razón al decir que las personas buenas aún existían, pero eso no significaba que dejaría mi seguridad al azar. Vivir sola siendo mujer traía consigo una serie de precauciones necesarias, y yo no planeaba relajarme solo porque el vecindario parecía tranquilo.
«¿Que si compré el gas pimienta?» pensé mientras colocaba el pequeño cilindro en un lugar accesible de la cocina. «Por supuesto que lo hice».
Después de recuperar un par de horas de sueño, mi día comenzó con un desayuno perezoso junto a Holly. Mi amiga tenía que volver al trabajo al mediodía, mientras que yo enfrentaba la abrumadora tarea de seguir organizando mi nueva casa. Las cajas seguían apiladas en cada rincón, un recordatorio constante de lo mucho que quedaba por hacer.
Sin embargo, antes de retomar mis labores, me detuve para realizar un par de compras imprescindibles. Además del gas pimienta, necesitaba llenar la nevera. Mi presupuesto no era el más holgado: tenía lo suficiente para subsistir un mes, pero sabía que debía encontrar un trabajo pronto. Los ahorros no durarían para siempre, y si seguía comprando comida a domicilio, los días de supervivencia serían aún menos. Aunque me tentaba la comodidad de la comida rápida, prefería no dejar que mis habilidades culinarias se oxidaran. Cocinar siempre había sido algo más que una tarea; era terapéutico, una forma de sentirme en control.
Las siguientes horas transcurrieron sin mayores sobresaltos. Paseé por el vecindario, familiarizándome con los alrededores, y regresé con varias bolsas llenas de alimentos y, por supuesto, mi preciado gas pimienta. Durante el resto del día, el edificio permaneció en calma. No hubo señales del hombre encapuchado que había visto días atrás. Uno tras otro, los días comenzaron a pasar sin incidentes, y aunque me esforzaba por no bajar la guardia, el recuerdo de aquella noche comenzó a desvanecerse.
Para cuando se cumplió casi una semana desde mi llegada, el incidente parecía un recuerdo lejano. Esa noche, Holly, Jesse y Alicia vinieron a cenar, llenando el departamento con risas y conversaciones animadas. Había preparado pasta al horno y una salsa que, según Jesse, podía competir con los mejores restaurantes italianos.
—¡Esta salsa es tan buena! —dijo él, gesticulando con entusiasmo mientras sostenía un trozo de pan de ajo.
—Gracias —respondí con una sonrisa, feliz de que disfrutaran mi comida.
—¿Están seguras de que no necesitan una compañera de cuarto? —bromeó, dirigiendo una mirada cómplice entre Holly y Alicia.
Holly sonrió dulcemente, mientras Alicia, con su típica expresión escéptica, alzó una ceja antes de responder con un tono divertido:
—Mi casa tiene dos habitaciones vacías, pero ya sabes que odio cocinar.
—Puedo tomar el sofá —intervino Jesse, guiñándole un ojo a Holly y luego mirándome con una expresión traviesa—. Si me pones cartón en el suelo, fácilmente podría...